Cap. 12

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—La verdad es que... ya abierto el cajón de mierdas... bueno, no sé ni por dónde empezar—, su sonrisa, justo como su arrogancia, creció.

Las cinco personas en la mesa no parecieron afectadas. No se atrevía a apostar pero pudo jurar haber visto a la mujer de acento extraño, pasar saliva con nerviosismo.

—No pueden categorizar así a las personas. No funciona. Es estúpido. Digo, si han estado viendo todo lo que pasa en Chicago, ¿no creen que es más viable aceptarlos a todos en lugar de dividirlos en distintos grupos? Sin que importe que sean Puros o Defectuosos.

—No vinimos aquí a hablar de eso.

—¡Bueno, pues deberían!—, sentía sus nervios a punto de ebullición, quería gritarles un par de verdades en la cara. Pero se contuvo—. Con todo el respeto que seguramente se merecen. Entiendo que piensan que esto es solo un maldito experimento. Pero las personas en Chicago son reales, están en una guerra por las divisiones que ustedes, desgraciados, crearon. ¡Y ustedes no están haciendo nada para evitarlo!

—David tiene el control sobre la administración de Chicago—, la mujer de acento habló, con una mueca casi burlona.

Su garganta se cerró, sintió su boca seca de un momento a otro.

Apretó los puños, mordiendo el interior de su mejilla para evitar sacar de sí todo aquello que la estaba molestando en ese momento. Quiso gritar. Por lo que estaba pasando en Chicago, por sus amigos, por lo que había pasado con aquel niño -que al parecer le había afectado bastante a Tobias-, quiso gritar por... por Tobias.

Por Tobias. Por Uriah.

—Solo vino a extender sus fondos—, explicó el hombre canoso.

¿Por qué no me sorprende? Por qué no me sorprende que me haya visto la cara. Que me hayan visto la cara... otra vez. Qué imbécil. ¿Qué pasó con esa estúpida promesa de no confiar en nadie plenamente? Nadie, además de Tobias y Uriah.

Agachó la cabeza. ¿Enojo? ¿Decepción? ¿Ira? ¿Vergüenza? No estaba segura.

Pero tenía claro que quería salir de allí corriendo.

—Y lo haríamos con gusto. Pero si las cosas están tan mal como ella dice, David, ¿no crees que deberías arreglar ese asunto primero?

Giró sobre su eje para encarar al hombre. Su garganta estaba seca, ni siquiera estaba decepcionada de lo que el hombre había hecho... estaba decepcionada de sí misma, por haberse dejado engañar tan fácilmente.

¿Qué había pasado con ella? Con la Valentine indestructible e imperturbable.

Silencio absoluto.

( . . . )

—Dijo que no podía hacer nada.

—Estoy haciendo algo. Estoy reviviendo las facciones.

La nave se elevó en el aire, avanzando por el mismo camino por el que habían llegado.

Apretaba sus puños con tanta fuerza que sus nudillos se habían puesto blancos, con tanta fuerza que sus uñas llegaron a lastimar las palmas de sus manos, con tanta fuerza que sentía sus brazos entumecidos.

—¿Qué? ¿Para qué demonios?

—Esperaba que los Leales se hicieran cargo del problema. Las facciones funcionan, Valentine. Mantienen la paz.

Una bala en la cabeza de un imbécil también mantiene la "paz", y eso es decir poco.

—No debí... no debí confiar en usted. Debí escuchar a Tobias.

Everything I Wanted || Tobias Eaton (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora