Capitulo 1

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Mi nombre es Eira Casas y era una niña de 7 años de edad, alegre, engreída y consentida y mimada por todos. Vivía en una casa de madera con mis padres Daniel y Gabrielle y mis dos hermanas mayores Joan y Andrea. Mi madre era una mujer luchadora, feliz, cariñosa y con un sentido único de la vida. Mi padre un hombre inestable en los trabajos y debido a esto mantenido por mi madre. Él no ha sido el mejor padre del mundo pero dicen que nos quiere a su manera. Mis hermanas siempre han sido diferentes entre sí. Joan era una joven de 15 años muy alegre, traviesa y con un carácter fuerte. Mientras que Andrea tenía 14 años y era tranquila, inteligente y orgullosa.

Éramos una familia unida a pesar de nuestras diferencias. A pesar de que no somos una familia pudiente teníamos todo lo que necesitábamos. Y mi madre se encargó de que eso fuera así. Tres hijos eran mucho para mis padres tomando en consideración que mi padre era muy inestable en los trabajos. Con el poco dinero que mi madre obtenía de sus dos trabajos lograba cubrir los gastos de la casa. A nosotras nunca nos faltó comida. Teníamos todo lo que necesitábamos y amor de sobra.

Todo iba bien en mi vida. La misma rutina todos los días. Ir a la escuela, aprender algo nuevo, llegar a casa, comer y jugar con mis muñecas, como de costumbre. Ese siempre fue mi pasatiempo favorito de pequeña. Mis hermanas siempre fueron polos opuestos. Todo lo contrario la una de la otra. Se la pasaban el día entero peleando por tonterías porque así son las hermanas... Pelean pero se aman. Eso era lo más que me gustaba de mi familia. Nunca hubo una dificultad que no pudiéramos superar. Una familia de completas diferencias pero mismos valores.

Hasta que un día me descubrieron algo en el ojo, algo parecido a una picada de mosquito. Una picada que crecía más y más conforme al tiempo. Algo que crecía imparablemente. Cada vez más grande. Cada vez más incontrolable. Mi mama me llevo a varios doctores especialistas en los ojos. Mis padres corrieron cielo, mar y tierra en busca de algún especialista que salvara mi ojo. Pero no hubo mucha suerte. Mi familia se distancio un poco debido a lo que sucedía con mi ojo. Cada vez la vista se me nublaba más. Y cada vez se me hacía más difícil observar por ese ojo. Hasta que no hubo más opción... Y tuvieron que llevarme casi al otro lado de la isla a tratar mi ojo en un centro médico en la capital de mi isla.

Debido a las circunstancias en mi casa. El auto en el que mi madre nos llevaba a la escuela no estaba en condiciones de dar un viaje tan largo. Así que mi familia se vio obligada a pedir prestado un auto que pudiera llevarme a la capital y regresarme varias veces.

El primer día que iríamos hacia la capital recuerdo que mi mama me obligo a dormirme muy temprano ya que al día siguiente saldríamos muy de madrugada para llegar temprano a el centro médico. Cuando emprendimos el viaje hacia la capital aún era de noche se veían las estrellas y la brillante luna muy llena. Era bonito aun poder apreciar las cosas lindas de la vida.

Después de largas horas de viaje y de espera en la gran sala de espera del centro médico al fin dijeron mi nombre.

-Eira Casas Favor de pasar a recepción.

En recepción me dieron una tarjeta con mi nombre y les indicaron a mis padres que teníamos que dirigirnos hacia la oficina del Dr. Izquierdo. Que sería el cirujano que trataría mi caso.

Mientras caminábamos hacia su oficina vimos demasiadas personas accidentadas terriblemente en sala de espera. Realmente ir a este sitio era espeluznante. Las personas empapadas en sangre eran demasiadas.

Y luego de tanto caminar llegamos a la oficina donde me hicieron muchas pruebas. Inspeccionaron mi ojo detalladamente. Pero no se explicaban como era que me había salido semejante cosa en el ojo. Mi caso era único pero siempre mi familia tuvo la fe de que mi ojo estaría bien y de que se salvaría. Luego de eso nos citaron para otra fecha que era dentro de 3 semanas. Mucho tiempo diría yo para la gravedad de mi caso. Pero nos regresamos a casa con la esperanza de que esas tres semanas pasarían volando.

Después de varias citas, muchos exámenes de la vista y mucho tiempo de espera al fin y al cabo llegaron a una fuerte conclusión. Tendrían que operar mi ojo. Y que tal vez esa cirugía causaría muchos daños en mi entre ellos quedarme ciega o morir en la cirugía. Pero el cirujano nos dijo que la cirugía cicatrizaría bien ya que a las niñas las heridas les cicatrizan mejor. Mis padres nunca me ocultaron la gravedad de la situación y mucho menos las cosas que ocurrirían si me operaban. Pero no había más opción. Era arriesgarse o no arriesgarse y nunca saber lo que pudo haber pasado. Mi mama se veía muy afectada con la situación pero siempre tenía fe en Dios y en que todo iba a estar bien. Tras tantas citas y tanto estrés mi mama sufría muchos dolores de cabeza a causa de mi problema en el ojo. Pero para ella eso no era lo más importante. Siempre me daba a mí las mejores atenciones.

Y al fin llego el día de la operación. Ese día mi mama me despertó más temprano de lo normal. Llegamos al centro médico casi amaneciendo para comenzar a hacer turno. Mi mama me había comprado un pijama muy bonito ya que necesitaba una para la cirugía. En mí no había ningún tipo de nervios para mí era una cita de rutina como cualquier otra. Esperamos varias horas. En la sala de espera recuerdo a un niño en camisetilla que también iba a ser operado estaba con su familia y el niño parecía tan feliz como yo. Estaba normal como si nada estuviera pasando. Una sonrisa siempre debe permanecer así estés pasando por situación difíciles. Primero llamaron el nombre del niño y luego el mío. En ese momento le pidieron a mi mama que me pusiera una bata de un material muy parecido al papel junto con un gorrito y unos zapatitos del mismo material.

Luego de eso me llevaron a una camilla muy cómoda junto a un niño que jugaba con unos juguetes muy felizmente. Mientras observaba al niño me inyectaron una anestesia. Mi mama comenzó a hablar con la mama del niño y tome un juguete para jugar. Pero enseguida el niño se enojó y su mama lo regaño en ese instante devolví el juguete al niño y le dije a mi mama que me dormiría. Así que cerré mis ojos y rápidamente la anestesia hizo efecto y me dormí.

Después de varias horas me desperté en la misma camilla pero esta vez en un lugar donde había cortinas rodeándome. Y completamente sola. De un momento a otro mi mama abrió una cortina y me vio despertándome. Inmediatamente me dijo con cuidado voy a ponerte la pijama nuevamente. Ya estas operada y el Dr. Izquierdo dijo que te puedes ir a casa tendrás una cita dentro de una semana para quitarte los puntos.

Cuando ya estaba vestida y sentada en una silla de ruedas lista para que un enfermero me llevara al auto, el cirujano camino hacia mí y me dijo que tenía el lagrimal tapado y debido a eso se había formado una masa de grasa en mi ojo y que gracias a Dios la operación había sido un éxito.

Mientras íbamos camino a casa mi mama me comentaba lo desesperaba que estaba cuando me estaban operando. Pero que hubo algo que la hizo confiar aún más en que todo iba a salir bien y fue que mientras llevaban mi camilla a la sala de operaciones dormida le pedí la bendición a mi mama. Como de costumbre siempre en mi casa antes de dormir le pedía la bendición a mi mama muchas veces porque tenía la creencia de que mientras más lo hiciera menos pesadillas tendría por la noche.

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