CAPÍTULO IV HÉROES

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Base Naval de Norfolk, 5:00 a.m

Era un día como cualquier otro en la base naval cuando todos se encontraban en el patio de la base, luego de que sonara la trompeta que indicaba que debían formarse en un tiempo límite para no hacer enfadar a los superiores, hay que admitir que a algunos se les veía nerviosos, sudando frío e inquietos en la formación, todo cesó cuando el Jefe de operaciones apareció frente a ellos, cosa que hizo que todos saludaran adoptando una postura firme, luego les dio la orden de descansar y procedió a hablar.

-Escuchen, irán a una misión en Pakistán en medio de la guerra para salvar unas personas, unos morirán o quedarán marcados de por vida ... -.

-Eso es horrible-. Dijo Anderson con suma tristeza mientras el jefe seguía hablando en tono fuerte para que todos lo oyeran.

-Agh, malditas guerras, ¿Cuándo acabarán? -. Manifestó con enojo Robert.

-Descuiden, lo lograremos o puede que no-. Alentó Neil a sus amigos, sispiró pesadamente antes de añadir algo más. -Olviden lo que dije-.

-Ahora bien, serán enviados a un campamento donde más tropas están esperándonos, ahora encamínense hacia la salida y que Dios los acompañe-. Apenas terminó su discurso, todos dieron media vuelta listos para empacar cosas necesarias para la operación, la primera para todos, cuando todos consideraron que estaban listos partieron hacia Pakistán.

Islamabad, Pakistan - Campamento improvisado de los SEALS

Al llegar allá, el paisaje no era nada adorable o lindo que digamos, estaba desolado a excepción de unas cuantas montañas y viejas edificaciones, caminaron con sumo cuidado bajo un sol intenso, algunos empezaron a caerse debido a la deshidratación que tenían, otros recurrieron a cargar a otros hasta llegar al campamento casi adentrada la noche, los recibidos un Sargento de no más de 50 años, aspecto de mandón y fuerte; tenía un cigarrillo en la boca y gafas de sol en el cuello de su camisa militar.

-Ay no, por un demonio, lo que faltaba-. Dijo Anderson mientras se acercaban a ellos.

-Bienvenidos al infierno, miserables perdedores-. En su uniforme se podía leer "Caine", él era el Sargento Caine.

-Gracias señor-. Dijeron los tres al tiempo mientras saludaban.

-Síganme, les mostraré su "humilde morada" -. Dijo mientras se adentraba más al campamento y llegaron a donde había una carpa, al parecer ahí pasarían la noche o quien sabe.

-Qué agradable sujeto, ¿No les parece? -. Dijo sarcásticamente Robert mientras entraban.

-Oh, vaya que lo es-. Neil le siguió la corriente, luego reparó en algo. -Por cierto, él es Anderson Kant-.

-Robert Kingston-. Extendió su mano hacia Anderson que la recibió con un fuerte apretón.

-Bien, ustedes se ubicarán aquí, ahora descansen, saldremos al alba con o sin ustedes hacia el campo de acción-. Volvió a hablar Caine mientras les señalaba la carpa más alejada y que era la última de un grupo de carpas.

-Gracias ...-. Comenzó a hablar Anderson, pero Caine lo miró serio.

-No me agradezcas-. Se sacó el cigarro de la boca y lo apagó frente a él y se fue mientras expulsaba el humo, los tres lo miraron entre impresionados e histéricos.

-Que se vaya al demonio-. Murmuró Anderson mientras se acomodaba en un sleeping, los otros dos rieron.

-Creo que ustedes se llevarán muy bien-. Sentenció Robert antes de dormir, finalmente cayó la noche en el campamento improvisado, era una hermosa noche estrellada, lástima que Neil no pudiese contemplarla sin arriesgarse a ser blanco de algún paki, echaba de menos a su madre ya Nick, ¿cuánto tiempo había transcurrido desde que hablaron por última vez?, ¿Tres ?, ¿Cinco años?, no sabía con certeza, solo deseaba internamente que todo saliera bien y no romper la promesa que le había hecho a su madre de volver.

Amor, misiones y olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora