Capitulo catorce: La decisión

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Duramos la tarde entera escribiendo "Here" con las rocas, las que se encontraban en la orilla de la playa no fueron suficientes para escribir la palabra completa, así que tuvimos que buscar más por toda la isla, fue algo agotador y divertido a la vez, distrajimos la mente un poco, mas Tons que no paraba de pensar en que quería decirle Albert en la llamada sobre sus padres. Después que terminamos yo me dirigí a la bolsa donde estaban los pepinillos y Tons fue a asearse.

– ¡Ayy Macarena, Macarena, Macarena (Ayy) put the chopper on a nigga, turn him to a sprinter (yee), bitches on my dick, told 'em give me one minute (one minute) Ayy, Macarena! ¡aigth (Ayy)! – Canta Tons a todo pulmón.

– ¡Cantas bien, eh! – le digo en un tono burlón

– ¡Ay por favor, si canto peor que un gallo!

A su respuesta carcajeo

Tons se veía tan cómico cantando y bailando a la vez, no se puede negar que no nació para cantar, pero si en estos momentos eso le anima no importa que tan mal lo haga. El salía del agua y mientras lo hacía sacudía su pelo alborotado color miel, caminaba a mi dirección y sonreía.

– ¿Oye Mai, no has visto mis zapatos?, ¡Los dejé aquí y ahora no están!

– Pues no sé Tons – Le respondo riéndome mientras miro disimuladamente mis uñas.

– ¡Se que los escondiste!, ¡Quién más podría ser!, además tu expresión facial lo dice todo, no me engañas.

Sí, le escondí los zapatos a Tons, estaban detrás de la palmera pero el no los notaba porque ya esta muy oscuro, lo hice mientras el se aseaba y mi único propósito es que juguemos un poco, esto de estar aquí comiendo, bañándonos y en las noches durmiéndonos es aburrido, a veces hay que romper la rutina. Parece que Tons se ha dado cuenta de que le hice una broma, es inevitable reírme, la cara de pendejo que trae hace que cualquier persona se estalle de la risa.

– A ver Maitreyi, ¡Necesito los zapatos, por favor dámelos!

– No te los voy a dar.

– ¿A si?, ¡Pues a las malas!

Tons me levanta y me carga como si fuese un saco de papas, no se lo que trama ya que se dirige a la playa pero sé que no es nada bueno.

– ¡Oye Tons, no, al agua no, sabes que no se nadar tan bien!

– ¡Hasta que no me digas donde están los zapatos no te suelto!

– ¡Suéltame!

– ¿Ves porque te llamo chica problemas?, nunca sales de uno – Ríe.

– ¿Estas disfrutando esto verdad? – Le pregunto enojada.

– ¿Tú no?– Ríe.

– ¡Está bien te diré dónde están!, ya suéltame!

– Así me gustan, obedientes.

Dirijo a Tons a donde se encuentran sus zapatos, el todavía no me ha soltado, creo que lo hará cuando los tenga en mano, el no para de reírse, se burla porque yo temía a ahogarme en esas aguas tan frías, aunque estaba un poco asustada yo también me reía, y más porque mi propósito se cumplió.

– ¿Entonces no piensas soltarme?

– ¡Espera!, deja que agarre los zapatos.

– ¡Pero si nos vamos a caer!, si te agachas a coger los zapatos no caeremos hacia adelante.

– No, veras que no.

Y así fue, nos caímos y lo peor fue que todo su peso cayo encima de mí, y el estaba ahí, en frente de mí, así de cerca como estábamos aquella vez en la cual el estaba a punto de besarme y ¡Puf! Se fue como un idiota. Los dos no hemos dicho ni una sola palabra, solo nos miramos con deseo de besarnos, pero con miedo a que las cosas empeoren después.

En las sombras del racismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora