Capitulo veinte y uno: ¡Fiesta!

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*4 horas después*

Acabo de salir de la regadera y tengo la cabeza hecha nudos porque no sé qué ropa usar, Tons avisó en una historia de Instagram que debíamos vestir de blanco, llevaré un vestido, pero estoy indecisa, no sé si usarlo con escote, con mangas o de tirantes. Para este tipo de situaciones es bueno contar con una mano amiga que sepa de moda, pero como Mamá no es una experta del tema (ya que es ella la que me pregunta a mi) tendré que llamar a Albert, creo que es la única opción, así que lo llamaré por videollamada.

*Llamando a Mi molestoso favorito*

– ¡Mai!, ¡Todavía no te has cambiado! – Me reprocha.

 ¡Es que no sé qué llevar! – Le llorisqueo – ¿Cuál crees que me quedaría mejor? – Le enseño los vestidos – ¿Con escote, con mangas o con tirantes? 

 Pues, eh – Albert se rasca la cabeza – Puedes ponerte cualquiera, te quedarán bien de todas formas.

– ¿En serio?

– Si – Responde no muy convencido.

 Bien, me pondré el de mangas.

 – Perfecto, te espero lista en media hora.

– ¡Ay no se Albert!, ¿Y si me pongo el de mangas y me queda mejor el de tirantes?

 ¡Quien te entiende!, ¡ponte el que gustes!

*Albert cuelga*

Como no querer ahorcarlo, siempre cuelga cuando mas lo necesito. El vestido tubo de tirantes me está haciendo ojitos, aunque no me gusta lucir tan descubierta me lo pondré, a veces hay que arriesgarse, usaré unos tacones rojos y llevaré el pelo lacio, de maquillaje solo usaré labial, no me llama tanto la atención maquillarme. Media hora después y sigo aquí.

– ¡Mai!, ¡Ya ha llegado Albert! – Me grita mamá desde las escaleras.

– ¡Ya voy mamá! – Le respondo mientras cojo mi bolso combinado con mis tacones y me miro por última vez en el espejo, arreglando así mi pelo.

Bajo por las escaleras como si fuera toda una super modelo, veo que todos se quedan mirándome fijamente.

– ¡Que preciosa estas hija!, ¡Ya estas toda una mujer! – Me dice mamá con ternura.

– Así es Kala, ya dejó de ser la niña llorona que solo se calmaba con comida – Le dice Papá a Mamá carcajeando.

– ¡Papá! – Le exclamo resaltando mis ojos.

– Bueno, no le quitamos más tiempo, tienes hasta las dos de la mañana ¡Disfruten! – Nos dice Mamá.

– ¡Hasta luego señor y señora Laghari! – Dice Albert despidiéndose.

– ¡Adiós  Mamá, adiós Papá!

– ¡Cuídate! – Dicen ambos.

Albert y yo nos montamos en su coche, un mini cooper, ese convertible plateado que tanto cuida, es un hermoso recuerdo de su padre, él dice que siente su presencia cada vez que lo conduce, se lo obsequió en su cumpleaños número diez y seis, dos meses después murió en una balacera de pandillas, pero Albert sabe llevar la situación, y en momentos de caída estoy yo para consolarlo y subirle el ánimo. Yo enciendo la radio, busco y rebusco una emisora que tenga una canción digna para cantar, mientras que el molestoso de mi mejor amigo no para de decirme que el vestido que llevo está muy corto, y que solo conseguiré que Tons quiera llevarme a su cama, por razones como estas es que deseo darle cachetadas siempre, que hablando de cachetadas unas cuantas ahora no vendrán nada mal.

En las sombras del racismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora