Paulo cogió la bolsa de chucherías, antes de adueñarse del mando de la tele y tirarse en el sofá. Se aburría.
Se aburría enormemente.
Y en vez de salir, como hubiera hecho en cualquiera otra ocasión, se había quedado en casa... viendo la tele, y todo por culpa de una castaña, que a pesar de ser las cuatro de la tarde, continuaba durmiendo.
Por un momento, llegó a pensar que se había quedado en coma, o algo así.
Hasta que al sacudirla un poco para ver si estaba bien, viva... le había soltado un guantazo, estando dormida.
Aún le picaba.
Encendió la tele, y la apagó, al terminar de pasar por todos los canales... bueno, sería mejor poner un buen dvd... con mucha pereza, se levantó, y se metió en el despacho de Dolo y de Oriana, donde su hermana le había dicho que había puesto todos los dvd's...
-Como estamos haciendo cambios, los hemos puesto aquí... -le había explicado.
Y por culpa de esos cambios, él tenía que andar más de 100 metros... cuando no le apetecía para nada.
Arrastró los pies, hasta que alcanzó el sofá, y se tiró de espaldas, ¡por dios, cuánto le pesaba la cabeza! ¡Y qué sueño tenía!
Cuanto más duermes... más quieres dormir.
Joder, un poco más y necesitaba la vida completa para levantarse.
Maldito vino, pensó, maldiciendo a Paulo, con el que, por cierto, no había vuelto a soñar, ningún sueño comparable, y de hecho, no sabía siquiera, si había soñado, todo era un puñado de cosas confusas y pesadas. Nada claro, solo, la escena de la ducha.
Y una ducha, necesitaba ella darse, a ver si con eso, despejaba su mente, y aprovechaba lo que le quedaba de día.
Pero no, aún no... por ahora, le apetecía continuar en el sofá. Cerró los ojos, y suspiró en el silencio de la habitación.
Por dios, que de películas... pero al menos había dos o tres interesantes... que no iban de amoríos, y lloriqueos, podía decirse, que respecto a gusto, las dos tenían los mismos para las películas...
Paulo caminó, hasta estar a pocos metros del sofá, y por un impulso, agarrándose al respaldo, se tiró sobre él.
-Aaaaaay, mierda –gruñó sobre lo que había caído.
Tan aprisa como pudo, Paulo se retiró.
-¡Ori, ¿estás bien?! Joder, ¿Qué ******* hacías en el sofá?
-¿Qué te parece que hacía, Paulo? ¿bailar? –preguntó con tanta ironía como pudo, aunque más bien, parecía un lloriqueo, y es que las lágrimas se le habían saltado.
-¿Estás bien?
Ella se intentó mover... no pudo.
-Si...
-¡Por favor! –exclamó indignado- podría haberte roto algo, ¡no puedes estar a oscuras en un sofá!.
Ella lo miró indignada.
-No es propio, que la gente se tire por encima del sofá...
Él se sonrojó.
-Se supone que dormías... en la cama.
-Ya ves que no... la próxima vez...
-¡Deja de discutir, y dime si estás bien!
Ella se intentó poner de pie, el dolor se había casi ido, él la ayudó.
-Una ducha me vendrá genial... -susurró comenzando a caminar.
-¿Te gusta picarme, eh?
Ella lo ignoró, y cambió hacía el baño.
-¡Dame una voz, si necesitas una mano!
-O las dos.