A Paulo se le antojaba gritar. Gritarle a Oriana. Su boca tenía una mueca de confusión, sus ojos estaban perdidos en la mujer que lo miraba medio suplicante desde una altura superior, la mujer que le acaba de decir, que su no relación, porque no eran una relación estable, si no que solamente era sexo, se había acabado. El sexo había llegado a su fin.
El glorioso sexo se había terminado...
Paulo la miró a los ojos, y vio que ella esperaba una respuesta, pero resultaba que él no tenía ganas de hablar, ni ganas de decirle nada. No quería.
Se levantó con cuidado, lentamente agarrándose al borde de la cama, aquella que habían compartido una y otra vez. Se puso en pie, y giró sobre sus talones, y sin más dándole la espalda, sin decir una mísera palabra, Paulo comenzó a caminar hacía la puerta.
-¿No vas a decir nada? -la voz de Oriana lo paralizó.
-¿Qué quieres que diga, Oriana?
-No lo sé.
-Bien; no lo sé.
Continuó andando, hacía esa puerta que le parecía tan lejos y tan cerca a la vez. La abrió y salió, después cerró.
Oriana suspiró, confundida y decepcionada, Paulo se había ido sin más, sin siquiera decir nada. Se tiró sobre la cama y se tapó la cara con la almohada. Escuchó la puerta abrirse, y la voz tan conocida, saludarla.
-Hola, cariño.
Paulo estaba en la puerta, mirándola y sonriéndole con una sonrisa devastadora, ella se sintió extraña, confundida, y no pudo evitar ese vuelco que le dio el estómago. Más, no lo comprendía.
-¿Qué haces aquí?
-Llegué de trabajar, y vine a verte.
-Paulo...
-¡Vale! -dijo él, borrando de su cara su preciosa sonrisa- ya veo que no vas a cambiar de opinión, al parecer no puedo transformar el momento.
-¿Qué? -preguntó ella torciendo la boca, y él deseó besársela.
-Pensé que quizás si entraba de nuevo, me recibirías de una mejor forma, y este episodio tan trágico que acaba de ocurrir en el que me has dicho unas palabras que no consigo analizar correctamente, hubiese quedado borrado, pero al parecer; no tengo suerte. Tú no olvidas, y yo, hago el ridículo.
Oriana comenzó a reírse, ¿qué más hacer?
-Eres todo un payaso.
Él no se rió, no le veía la gracia, ella acababa de... ¿cortar? ¿romper? ¡lo que fuese! con él, y ahora, se reía. ¡Bien, bravo! ¿y ahora, dónde estaba el chiste?
-Yo no le veo la gracia, Oriana –dijo él serio, aún tenía que comprenderla a ella, cosa que no conseguía- lo que dijiste antes...
-Iba enserio –contestó ella, a pesar de que él no había terminado de hacerle la pregunta.
-¡No te comprendo!
-Paulo...
-No, Oriana no. Explícamelo, porque de verdad quiero entenderlo, ¿vale? Creo que merezco saber por qué... porque termina esto, que, "no" tenemos.
-¿Qué más da?
-¡Claro que me da! –sin darle tiempo a reaccionar, él se acercó a ella y la tomó de los brazos, la alzó de la cama y pegó sus cuerpos, apoyó su frente en la de Oriana, y unió su boca a la de ella, besándola con fuerza, succionando sus labios- me da, y mucho –dijo.
-Yo...
-Sólo dame una explicación –pidió lamiéndole un labio- dime por qué.
-Nosotros no...