-¡No, no, no! ¡Suéltame! –gritó mientras intentaba salir nadando. La risa y el agua no eran compatibles, debería de recordarlo siempre. El agua le entró por la boca, y mientras intentaba toser Paulo la alcanzó- Por favor, por favor –rogó entre risas.
-¿Por favor qué? –preguntó él, sosteniéndola en el agua. Si ya de por si no le costaba ningún trabajo levantarla, en el agua mucho menos.
-No me ahogues.
-Dame una buena razón, porque si no recuerdo mal, me has intentado hacer, no una sino ¡tres! Ahogadillas.
-Pero no lo he conseguido –se defendió ella.
Era cierto, y eso a Paulo lo hizo sonreír, él era más fuerte, más grande y pesaba más que ella, y por mucho que consiguiera moverlo en el agua, no conseguía hundirlo.
-¡Hey! –se quejó mientras ella echaba a nadar. Se le había escapado por pensar en tonterías- ¿Dónde vaaas? –gritó echando él también a nadar, y alcanzándola en tres brazadas, la sujetó por el brazo, y la pegó a su cuerpo.
-No me puedes culpar por querer huir –dijo Oriana con una mueca en los labios.
-No, no puedo culparte. Pero si puedo castigarte.
-¡Atrévete! –gritó ella empujándose de él para escapar.
-¿Aún no has aprendido la lección? –preguntó él, y de pronto Oriana se hundió, al salir a la superficie estaba jadeante.
-Que capullo –gritó- eso no vale –la risa le entró demasiado pronto, y no conseguía controlarla.
-¿Qué me has llamado? –preguntó él.
-¿Yo? ¡Nada!
-¿Nada? –de pronto Oriana se volvió a hundir.
-¡Capullo! –le dijo entre risas al salir a flote de nuevo.
-Oriana... ¡ahogadilla! –exclamó y la volvió a hundir.
Al estar bajo el agua, Oriana aprovechó y le dio un pellizco a Paulo en la pierna, después de aquel gesto, echó a nadar liberándose de él.
Cuando salió a la superficie, estaba cansada, jadeante, le faltaba el aire, y se reía de todo y de nada.
-Lo siento querido, pero tenía que liberarme de alguna manera.
Paulo que aún se quejaba del pellizco que le había soltado, se recompuso con rapidez, y salió disparado para cogerla.
Un gritito escapó de la garganta de Oriana y echó a nada hacía el primer lugar que pudo, encerrándose contra Paulo y la pared de la piscina, se aferró al borde e intentó salir por impulso. Pero él la cogió antes de que pudiera escapar.
-¡No te escaparás tan fácilmente! –dijo él, metiéndola de nuevo en el agua.
-¡Me rindo, me rindo! –gritó ella, demasiado cansada ya- ¡Se acabó, por favor!
-¡Débil! –se burló él- qué fácil ha sido...
-¡Ja, ja, ja! –Oriana le soltó una patada, y se giró para poder salir de la piscina. Paulo la aferró de las caderas y la volvió a hundir en el agua.
Cuando salió tosió por culpa de la ahogadilla, que la había hecho tragar agua.
-¿Estás bien? –preguntó él entonces. Oriana tosió de nuevo, y él enarcó una ceja, ya dudaba de si tosía de verdad.
-Eres un cretino –se quejó ella, me podías haber ahogado.
-No lo creo –se defendió, pegándose un poco más a Oriana.
-Yo sí lo creo –dijo ella- Uhm... ¿Pau?
Oriana alzó la vista, y miró los ojos de Paulo, que la miraban demasiado ardientes, tragó saliva.
-Nunca hubiera dejado que te ahogaras –murmuró él, y se fijó en los pechos de Oriana que aún subían y bajaban deprisa por el ejercicio de antes, ¿o no era por el juego?
Miró sus labios entreabiertos, y la vio pasarse la lengua por los labios.
-Estamos en la piscina –dijo.
-De nuestra casa –susurró él.
-Es mi casa –no debería de olvidarse de ello, él sólo era un invitado, aunque ya llevase una semana allí viviendo con ella, durmiendo con ella, era un simple invitado, el hermano de su amiga. Y se acabaría yendo.
-Por ahora vivo aquí...
-Te irás –determinó ella.
-¿Eso quieres? –preguntó Paulo, acercando sus labios a los de Oriana- ¿quieres que me vaya?
Ella negó con la cabeza, y él no tardó en capturar sus labios, un beso dulce, y suave, sus lenguas se entrelazaron acariciándose. Oriana gimió y se aferró a él, mientras le rodeaba la cintura con las piernas, Paulo la pegó contra la pared de la piscina.
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