Capitulo 21

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-Dios mío... dios mío... dios mío. ¡Oooh, Dios mío!

Su boca no era capaz de decir otras palabras, su mente no era capaz de razonar, ella solo veía a su amiga Dolo irse de allí entre risitas, mientras ella estaba medio desnuda, excitada, y había sido pillada... comiéndosela a su... ¿su que? ¿Qué era él? ¿Qué eran ellos?

Mierda. Para colmo no sabía ni que eran, ¿un rollo? ¿unos amigos con muchísimos derechos?. Miró a Paulo que se acercaba a ella, pero se alejó un tanto.

-Tranquilízate, Ori... -dijo Paulo, mientras la veía como una loca colocándose mal la parte de arriba del bikini, que para colmo se había puesto medio al revés, sus manos temblorosas luchaban por hacer el nudo.

-¿Qué me tranquilice? –preguntó con la voz rota, mientras seguía luchando por abrocharse aquel pequeño trozo de tela y cubrirse- ¿Cómo ******* quieres que me tranquilice? ¡Mi amiga me acaba de pillar comiéndote...! ¡Tu hermana me acaba de pillar! ¡Oh dios mío! –dijo soltando un gemido- ¿Qué voy a decirle ahora? –preguntó saliendo del agua.

-A ver... -susurró él tranquilamente, y se acercó a ella, la hizo girarse y ponerse de espaldas a él, la ayudó a abrocharse la parte de atrás del bikini, en condiciones- para empezar... -siguió acariciándole los hombros muy suavemente, antes de coger los otros cordones para atarle el nudo detrás del cuello- ambos somos personas adultas. Tú eres responsable de tus actos, y no tienes por qué darle explicaciones a nadie... -continuó diciendo, mientras terminaba de abrocharle el nudo, después la giró para que lo mirase a la cara- Segundo, lo que estábamos haciendo no está nada mal... de hecho estaba muy bien. Dolo... Dolo solo llegó en un mal momento.

-¡Y qué mal momento! –exclamó ella, y recordó el episodio- ¡Oh Paulo, me ha pillado...! ¡Joder! –gimió.

-¡Cálmate, por favor! –pidió él.

-No puedo, ¿qué voy a decirle?

-¿Por qué narices tienes que decirle nada?

-¡Porque es mi amiga! ¡Porque es tu hermana! ¡Porque me ha pillado... digamos, en una situación comprometida!

-Pues dile que... no sé, que no es de su incumbencia, que no hay nada que contar.

-¡Jaaa! ¡Paulo, es Dolo! ¡DOLO! ¡No, es tu hermana, sabes perfectamente como es! Además, sigo sin saber qué decirle. ¿Qué le digo, Paulo?

Él se pasó las manos por el cabello húmedo, Paulo? lo estaba poniendo nervioso. ¿Por qué tenía que complicarlo tanto todo? Ellos no estaban haciendo nada malo, solo que su hermana había decidido aparecer en un momento muy inesperado, quizás demasiado. Podría haberse esperado a que terminara... pensó haciendo una mueca.

Miró a Oriana, mientras salía de la piscina, el cabello castaño, ahora más oscuro por el agua, se le pegaba a la espalda, y él pensó en lo guapa que era, su rostro húmedo dejaba mostrar su nerviosismo.

Y para ser sincero, aunque fuera consigo mismo, la comprendía. Su hermana era una bomba de cotilleos, y además era curiosa. Y cuando afilaba la lengua... ¡Dios mío!, gimió interiormente.

Salió del agua y se acercó a Oriana.

-Tranquilízate, ¿Si? –Acarició sus hombros e hizo amago de abrazarla, pero ella se puso tensa. Soltó un suspiro y la miró a los ojos- Si quieres hablamos los dos con Dolo.

-¡No! –exclamó ella.

Él hizo una mueca.

-¿Y por qué no?

-¿Y qué le vamos a decir, Paulo? No somos nada, solo dos personas que han decidido pasarlo bien, y como comprenderás, para decirle eso, prefiero hacerlo yo sola.

-Ori... me insultas.

-¿Por qué? ¿Por decirte la verdad? Tú sabes que eso es lo que somos, nosotros no hemos dicho nada más. No somos nada, Paulo... Admítelo.

Oriana se giró para irse, y Paulo la miró, era verdad, pero...

La sujetó por un brazo y la hizo girarse, mirándola a los ojos, tomó su mano.

-¿Y si yo quisiera ser algo más que una persona que se lo pasa bien? –preguntó imitando sus palabras.

Algo extraño, algún tipo de sentimiento se apoderó de Oriana. Algo que la hizo estremecerse y temblar, algo que hizo que su corazón galopase con fuerza, y su sangre ardiese, algo que la hizo querer sonreír, pero a su vez, el miedo la poseyó.

-Yo... -se había quedado muda, aquello era... ¿una sorpresa? ¿algo que esperaba oír?

No, desde luego no se lo esperaba. Lo que no sabía era si lo quería escuchar. Quizás lo estuviese deseando de escuchar. Pero de todas formas le había pillado desprevenida.

Tanto, que no sabía qué decir.

-¿Tú...? –la pregunta de Paulo fue lenta, muy lenta, una palabra eterna.

-Yo...

-¡Ori el teléfono!

Una ducha diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora