Capitulo 4

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El resto del trayecto a casa, fue en silencio, Oriana no se atrevió a abrir la boca, y Paulo no habló, cuando él ya detuvo el coche, Oriana ya se sentía más despejada, y por fin, los zapatos altos dejaron de bailar bajo sus pies.

Con toda la dignidad que pudo ella caminó hasta agarrar el pomo de la puerta, maldito whisky... ¿para qué lo había pedido? Si, además, sabía que no solía sentarle muy bien.

Paulo la volvió a tomar de la cintura, pero ella se soltó. Al entrar, todo estaba a oscuras...

-Dolo... -dijo Oriana- ya he...hemos llegado.

Silencio.

-Dolo no está- Paulo a sus espaldas habló, y ella se sobresaltó- ha salido con unas amigas...

-Oh... pues yo me voy a la cama.

Al andar, se tropezó.

Torpe, torpe, torpe... vaya día para emborracharse. Se agarró a la mesita donde estaba la lamparita, y se incorporó, se sentía como una idiiota. Quizás no debería de haberse tomado aquella copa...

-Déjame que te ayude...

-Puedo sola.

-Sinceramente, lo dudo- la contradijo él, volviendo a abrazarla por la cintura. El estómago de ella se contrajo, y se dejó ayudar.

Oriana lo guió hasta la que era su habitación, la puerta se abrió, y él la ayudó a entrar.

-¿Sabes Oriana? Es una lástima que estés borracha...

-No estoy borracha- hipó ella, y se quedó mirando los labios de él.

-Tienes hipo...

-Me he dado cuenta...

Paulo rió, le encantaba aquella actitud de Oriana. Siempre a la defensiva. No sabía decir por qué, pero le gustaba.

-Una completa lástima que estés borracha...

-Te he dicho que no estoy borracha.

-¿A no? ¿Me haces el pino?

-Hombre... tanto como hacer el pino...

Él volvió a reír.

-No le veo la gracia, Paulo.

-Yo si. Anda, acuéstate.

Oriana se quitó un zapato, y se balanceó, él la sujetó. Sus ojos se encontraron y ella se lamió los labios.

-No está bien que hagas eso...

-¿El qué?-preguntó Oriana, y repitió el gesto.

-Eso...

-¿Por qué?

-Podría querer besarte...

-¿Y por qué no lo haces?- preguntó ella, y alzó la cabeza hasta rozar los labios de Paulo, él le lamió los labios, y Oriana gimió.

-Porque estás borracha...- susurró, y volvió a rozarle los labios.

-Paulo...

-Acuéstate, Ori... Mañana, me recuerdas esto- le dijo, mientras la tumbaba en la cama- duerme muñequita- le dijo, y depositándole un casto beso en los labios, salió de la habitación. 

Una ducha diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora