El taconeo que hacía al caminar,conseguía que la gente mirara hacia ella.
-¿Se puede saber a dónde vas?-preguntó Paulo alcanzándola.
-A mi casa...
-Nuestra, ahora.
-No te confundas, tú eres invitado de tu hermana... y no me toques mucho las narices, no va a ser que acabes en un hotel...
-¿Contigo?
Oriana se quedo muda, y Paulo sonrio sensualmente. Demasiado tarde para contestar, aunque decían mejor tarde que nunca.
-No seas así, Ori. ¿Qué te cuesta acompañarme?
-¿Costarme? Nada...pero como eres tan grosero.
Él volvió a sonreír.
-¿Grosero?¿He sido grosero? Te pido disculpas.
Oriana vaciló,¿le estaba tomando el pelo, o qué? Miró a los ojos color miel que la miraban sonrientes.Dios, era realmente guapo, más que guapo era hermoso...y además, sólo le bastaba cerrar los ojos para verlo desnudo y que todo su cuerpo se encendiera. Sin querer carraspeo para quitarse de la cabeza aquellos impuros pensamientos. Ella había tenido una cita ese día,y él la había echado a perder, bueno, él con ayuda de ella. Quizás, si no se hubiera pasado la gran mayoría de la cita, maldiciendo a Dolo y a su hermano,Sergio se hubiera quedado, y no habría salido espantado, pero ya, ¿qué remedio le quedaba? Estaba en un lugar lejano a su casa, sin coche, y sin ninguna gana de gastarse un dineral en un taxi que la devolviera sana y salva a su casa.
-Sé rápido, porque quiero volver ya a casa.
-¿Una copa?-preguntó él.
-Rápido.
-No tan rápido... no te vayas a atragantar.
Oriana lo miró, la frase había sonado tan... la había dicho de una forma tan...Dios, la chica se llevó una mano a la cara, que se había tornado de rojo.¡Maldito fuese! Ella, que casi nunca se avergonzaba, ella, que pasaba de la gran mayoría de personas... ¡Se estaba ruborizando por aquel cretino!