Capitulo 7

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Oriana se miró al espejo, le dolía el cuerpo... no podía decir que ese hombre estuviera gordo, de hecho era demasiado sexy y musculoso... pero pesaba más que ella, y había caído sobre su cuerpo de una forma brutal, casi creía haber oído cómo crujían sus huesos.

Vale, tal vez exageraba, pero era seguro que le iba a salir un cardenal enorme, y de un color horriblemente feo.

Se echó crema por el cuerpo desnudo, con cuidado en los lugares donde más le dolía, tenía los dedos arrugados a causa del larguísimo baño que se había dado, y se sentía tan relajada que volvía a tener sueño.

Encendió la radio, y escuchó la música mientras se embadurnaba.

De pronto, la puerta se abrió, haciendo un estruendo brutal.

-¡*******! –gritó ella, buscando la toalla para taparse.

-¿Es que estas sorda o qué? –preguntó él, bruscamente, él que acaba de entrar en su cuarto de baño rompiendo la puerta. Ella se irritó.

-Yo no estoy sorda, pero tú parece que seas imbécil –gritó Oriana, cubriéndose con la toalla.

-¡Creía que te habías ahogado o algo! ¡Llevas más de dos horas metida aquí, y cuando llamo a la puerta no me contestas!

Oriana se sonrojó, estaba tan concentrada que no había oído la puerta. Mentira, la primera vez sí... pero lo había ignorado.

-No te oí.

-Totalmente sorda.

-Idiota.

-Gracias. ¿Por qué no te vistes?

-Cuando te vayas.

De pronto, la boca de Paulo dibujó una sensual sonrisa, eliminando aquella línea recta que antes había de preocupación.

-¿Es necesario que me vaya? ¿No me dejas quedarme a mirar? –preguntó con picardía, mirándola de arriba abajo, aquella toalla pequeña no la cubría entera, ni siquiera le tapaba mucho.

-No... a menos que quieras ver, como me has dejado el cuerpo con ese salto.

Él palideció, y ella quiso reírse por lo bajo pero no pudo. Mala broma. Se acercó a ella con prisa, y le retiró la toalla, dejándola completamente desnuda ante sus ojos. La examinó de arriba abajo, acariciándole la piel del vientre, la hizo girarse, le examinó la espalda y las piernas, todo.

Y ella estaba demasiado sorprendida para reaccionar.

-No tienes nada –dijo él tirando la toalla a un lado, y de pronto, se dio cuenta de lo que tenía delante.

-Si-si-si me hubieras dado unos segundo más, te lo habría aclarado. Era... una mala broma –continuó ella, sintiéndose desnuda, y vulnerable, y con razón.

Paulo carraspeó. El calor golpeó su cuerpo, ¡por dios santo! La había desnudado, la había toqueteado, y no había sentido nada por culpa del susto, pero ahora... ahora comenzaba a costarle hasta pensar, con los dientes apretados intentaba contener el impulso de su cuerpo, que se levantaba para ella.

-Yo... yo... ¿me pasas la toalla? –pidió ella.

-¿Y si no quiero? –preguntó él cogiéndola de donde la había tirado.

Demasiado orgullosa, Oriana cogió su bote de crema y salió del cuarto de baño. Maldito fuera, se pensaba mudar, y a un lugar donde hubiera dos cuartos de baño, nada de uno. Nunca más. Haría obras.

-¿Dónde vas? –preguntó él, aturdido y divertido.

-¿Qué te parece? –preguntó acercándose a su habitación.

-¿Me dejas solo?

-¡Oh, no lo dudes!

-Me encanta tu culo –gritó él- es precioso.

-¡Vete a la miierda, Paulo Dybala!

-¡Sólo si te vienes conmigo!

PLAF... Oriana cerró la puerta de su cuarto, a modo de respuesta, y él sonrió. Se quedó inmóvil mirando la puerta, aquella que quería que se abriera, para poder verla, una vez más. Dios... no le hacía falta, podía ver todo aquel glorioso cuerpo desnudo con tan solo cerrar los ojos.

No le hubiera importado ir a la mierda, como ella había dicho, si hubieran ido juntos... negando con la cabeza, y una sonrisa en los labios, se quitó la camiseta, y la echó a un lado, bien, no le hubiera importado irse con ella, pero ahora a donde necesitaba ir, era a darse una ducha, bien fría.

Una ducha diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora