El molesto sonido del teléfono perforó su cerebro, y dando un salto se incorporó en la cama.
-¿Dígame? –su voz ronca por el sueño le resultó extraña.
-Ori, soy Dolo.
Rápidamente, sintió el sueño y la pesadez apoderarse de su cuerpo, soltando un suspiro se dejó caer un poco hacía atrás, y se apoyó en las almohadas de la cama.
-Hola Dolo... -dijo muy débilmente.
-¿Te he despertado? ¡Oh, lo siento, cariño, no sabía que dormías! –exclamó la morocha a través de la línea.
-No grites –pidió Oriana.
-Bueno, perdón, ¿tienes resaca? ¿saliste de fiesta ayer? Es la una y media, no pensaba que estuvieses durmiendo a esta hora.
-¿La una y media? –preguntó asombrada, y abrió los ojos rápidamente.
-Si, pero bueno, da igual, sigue durmiendo tú que puedes, sólo te llamaba para saber cómo iba todo.
-Mmm... como siempre.
-¿Y mi hermano?
Oriana reaccionó. Y buscó a su alrededor a Paulo, se descubrió sola en la cama, y una especie de decepción se apoderó de su cuerpo. Pero no debía sentir nada por el estilo.
-No sé.
-¿Qué? ¡Ya voy! –gritó Dolo, hablando con otra persona- Tengo que colgar, Ori, después llamo.
-No hace falta, no soy una cría.
-Lo sé, pero bueno. ¡Voy, voy! Me tengo que ir. Hasta luego.
-Dolo...
-¡Ah, una cosa! Te llamaba para decirte que me voy a retrasar una semana más.
-¿Qué? –pi, pi, pi... El sonido de la línea cortada sonaba en su oído. Oriana se quitó el auricular de la oreja y miró el teléfono como si fuera algo extraño. Después colgó.
¡Maldita seas!, pensó. ¿Cómo que se iba a retrasar una semana más? ¿Cómo se atrevía a dejarla una semana sola con aquel hombre que le había hecho el amor toda la noche?
Ese hombre que la había dejado tan cansada que le había dado la una y media de la tarde durmiendo.
Dios santo. ¿Y dónde estaba ese hombre?
-Al fin se levantó la dormilona –la voz risueña y sensual de Paulo la hizo incorporarse en la cama. La sábana cayó destapándola- Bueno... si me recibes así, me olvido del almuerzo, y vuelvo a la cama contigo.
Oriana miró hacia abajo, y vio sus pechos con sus pezones erguidos para él desnudos. Enseguida se tapó.
-Mmm...
-¿No vas a decir nada más... uhm... con más sentido?
-Buenas tardes...
-¡Y tan buenas! –dijo acercándose a ella con una sonrisa picarona en la boca- ¿Qué tal has dormido, castaña?
Sin poderlo evitar una tonta sonrisa apareció en su rostro, mientras él lo acariciaba.
-Bien... -contestó con la sonrisa, aún dibujada.
-Así me gusta, que sonrías...
Él se inclinó sobre ella, y acarició los labios de Oriana con los suyos. Ella suspiró.
-Paulo...
-¿Mmm...? –un murmullo bajo, sensual, que la hizo estremecerse.
-Ha llamado Dolo.
-Mmm... lo sé.
-¿Lo sabes? –preguntó sorprendida.
-Ahá... fui a coger el teléfono antes que tú para que no te despertases, pero cuando descolgué estaba mi hermana diciendo que era ella.
-¡¿Me has espiado?!
-¡No! –contestó él, riendo por la voz con sorpresa de ella- ¿habéis hablado de mi? –preguntó con curiosidad y divertido.
-Pues no...
-¿Segura?