{Sigue capítulo fuerte}
A Oriana no le dio tiempo a reaccionar ante aquellas palabras que acababa de decir Paulo, lo único que supo, era que Paulo había ceñido sus manos con fuerza en sus caderas, la había puesto contra el respaldo del sofá, le había abierto las piernas y se había colocado contra ella de rodillas.
Su respiración pesada por culpa de la excitación hacía que su pecho subiera y bajara de una forma rápida, agitada. Notaba su cuerpo arder, y sentía el miembro de Paulo, grueso, caliente y duro contra la entrada de su vagina, haciendo presión.
Ella goteaba por él... pero él tan solo la miraba a los ojos, alargando el momento de tomarla, aunque lo que más deseaba en ese instante, era tomarla, hundirse profundamente en su interior cremoso y húmedo.
Oriana gimió, cuando él la empujó e hizo su cuerpo chocar más contra el respaldo caliente del sofá, que estaba pegado a su piel sudorosa.
-Paulo... -jadeó ella. Y él se inclinó para besarla profundamente.
Su lengua juguetona, le acarició los labios con fuerza controlada. Sus uñas arañaron su espalda, el ansia la ganaba, necesitaba sentirlo, y por ello mismo movió sus caderas contra él.
Pobre sofá... probablemente tendrían que comprar otro después de aquella hazaña. Las rodillas de Paulo estaban hincadas en el centro del mueble, las de Oriana un poco más separadas dejándole espacio suficiente para que él cupiese entre ellas, el respaldo tenía todo el peso de ella, junto un poco del de él. Ya que una de sus manos se aferraba al respaldo para no caer sobre Oriana, mientras que la otra acariciaba el cuerpo femenino.
-Uuuuhhhm... -Oriana intentó gritar ante la invasión de aquel miembro que la penetró profundamente, pero la lengua de Paulo se lo impidió ahogando su grito y convirtiéndolo en un simple sonido.
Paulo se detuvo, enterrado en ella, permitiéndose sentirla palpitar y esperando que se calmase un poco, había entrado en ella de una sola embestida, y el cuerpo de Oriana se había arqueado contra el suyo.
Sus paredes vaginales se contraían y él palpitaba a punto de explotar. Respiró hondo contra la boca de ella, y suavizó el beso, el cual continuó mientras salía de ella, para volver a hacerse paso entre sus paredes húmedas.
Oriana gimió mientras recorría la espalda de Paulo con las manos, acariciándolo repetidamente de arriba abajo y de abajo arriba comenzando en sus hombros y acabando en sus nalgas, en las que se detenía para acariciar, en las cuales dejaba sus manos para sentir como él movía sus caderas arremetiendo contra ella.
Él intentó controlarse, intentó ir despacio, intentó prolongar el momento. Pero ella era demasiado, y él estaba demasiado excitado.
Las arremetidas eran fuertes y profundas, y cada vez eran más y más rápidas. Sus alientos se mezclaban, sus bocas se besaban, sus manos se acariciaban incansablemente.
Oriana notaba las manos de Paulo ceñirse a su cintura de vez en cuando, al entrar en ella profundamente, hasta el fondo. Sentía que se podía romper en cualquier momento, pero nada de aquello importaba, sólo le importaba sentirlo deslizándose, entrando y saliendo.
Solo le importaba sentir como su cuerpo se tensaba junto al de él, preparándose para alcanzar un nuevo orgasmo.
El sonido de sus cuerpos al chocar era excitante. Paulo se aferró a las caderas de Oriana para poder hundirse en ella sin que se le escapara. Con fuerza arremetió contra ella. Quería liberarse, quería alcanzar el orgasmo dentro de ella.
Apretó los dientes, y hundió la cara contra la curva de su cuello, sintió los dientes de Oriana clavarse en su hombro, y oyó su grito apagado contra su piel, la sintió temblar mientras el orgasmo arrasaba su bonito cuerpo. Se sacudió contra él, mientras se movía con impaciencia. Una, dos... su cuerpo se tensó y hundiéndose por última vez en su interior soltó un gruñido brutal al alcanzar el clímax.