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Choi San

Gotas de sudor empapaban mi frente, mis ojos salían de sus órbitas y podría jurar que rebeldes venas marcaban protuberancias en mi piel mientras estaba siendo agarrado.

–Cuando te quieras dar cuenta tu cabeza estará rodando por el suelo –dije entre dientes– Te voy a matar, hijo de puta.

Era una de esas situaciones en las que tu propia ira te sobrepasa a ti mismo tanto, que ya ni siquiera puedes gritar. Las palabras se debatían en las paredes de mi garganta, pero lo único que parecía poder salir eran sonidos de frustración y rabia. Hoseok agarraba mi brazo izquierdo, y el otro era apresado al igual por un chico llamado Minwoo. Mis pies luchaban por avanzar hacia mi víctima, mientras que los suyos estaban anclados al suelo, haciéndome retroceder.

Nos encontrábamos en el segundo piso, en el comedor. Todo el mundo había venido a presenciar la "pelea" después de oír mis gritos y de haber recibido el dichoso mensaje. A unos metros de mí, se hallaban los restos de mi móvil destrozado.

–¡San, joder! ¡No es la puta primera vez que pasa y nunca te habías puesto así! ¿¡Por qué ahora iba a ser diferente!? –exclamó Minwoo, con la voz ahogada del esfuerzo por retenerme.

–Porque es su queridito amigo, ¿no es así, San? –habló Jaebeom con una sonrisa falsa. Se cruzó de brazos y se acercó peligrosamente a mí, en símbolo de no tenerme miedo, burlándose– Pero no estás así por lo que le han hecho. Estás así porque te revienta que en realidad tu amigo sea una zorra.

Apreté los dientes, fulminándole con la mirada como pocas veces había hecho antes. Me sentí como un animal enjaulado, viendo a sus agresores a través de los barrotes de la jaula. Fue entonces cuando relajé los brazos y dejé de hacer fuerza por liberarme. Jaebeom alzó las cejas al verme calmarme de repente.

Me erguí, y respiré, con un odio creciente dentro de mí. Sabía que de esa manera no conseguiría nada, pero los repentinos ataques improvisados no eran lo mío. Yo era más de jurar venganza y llevarla a cabo con el tiempo.

–Vas a morir, te lo digo como dato –afirmé, recobrando la tranquilidad poco a poco– Y si no te ahogas antes con un osito de gominola, te arrancaré la cabeza con mis propias manos.

–Creo que te estás confundiendo, ahora dices odiarme porque al que odias de verdad ya está muerto. Junhee ya está muerto. Yo no hice nada.

–Pero tú fuiste capaz de grabar algo así. De ser amigo de ese... –no me salieron adjetivos para calificarle– ¿Has pensado en cómo tiene que estar sintiéndose Wooyoung? Todo el mundo ha visto el vídeo ya. Y que yo sepa tú todavía no estás muerto.

–Vaya con Bonnie y Clyde. Al final no va a quedar nadie vivo, excepto vosotros –soltó una carcajada y miró alrededor, a todos los chicos de la organización, que se limitaban a observar y murmurar. Luego volvió su atención hacia mí– Muy hetero, muy hetero. Pero me juego lo que quieras a que tú también te lo has follado. Y luego vienes aquí y te pones gallito defendiéndolo.

–No digas tonterías. No me gustan los hombres y lo sabes. Es mi amigo.

–Oh, es tu amigo –puso cara de compasión fingida– Pues había hecho un trato con tu amigo. No lo ha cumplido, así que se ha ganado a pulso que este vídeo haya volado.

Nos miramos unos momentos a los ojos, desafiantes. No tenía ni idea de qué trato estaban hablando, pero por mi mente pasaban demasiadas cosas como para poder pararme a pensar en una sola.

–Yo no sé qué cojones hago deteniéndote –se pronunció Hoseok por primera vez, y soltó mi brazo– Si el rubio también es mi amigo.

Acto seguido, y precedido por una ovación asombrada, se adelantó unos pasos y pegó un puñetazo en la mandíbula de Jaebeom que me dolió hasta a mí.
La cara del chico fue impulsada hacia arriba al sentir el impacto en la barbilla y cayó al suelo, tropezándose con sus propios pies. Tenía la mandíbula desencajada y gritó por el dolor, agarrándose la misma.

INCIPIENTE - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora