Choi San
Abrí los ojos cuando luz comenzó a pasar a través del cristal. Por un momento me quedé aturdido, oliendo un cerrado aroma a hormonas con los párpados semiabiertos. Sacudí la cabeza y miré fijamente el volante del coche, acordándome de pronto de todo lo sucedido.
Mi torso estaba desnudo y con marcas de uñas. En mis manos había sangre seca, y lo único que tenía puesto era la ropa interior y los pantalones desabrochados. Miré a mi derecha, al cuerpo que respiraba tranquilo en posición fetal, hecho una bolita en el asiento del copiloto. Sonreí con ternura. ¿Cómo podía alguien verse inocente y tierno con chupetones en el cuello, los labios hinchados y el pelo enmarañado?
Recordé que anoche Wooyoung estaba tan cansado que no tenía fuerzas ni para vestirse completamente, así que tan sólo llevaba la ropa interior. Nos dejamos exhaustos a nosotros mismos.
El paisaje que tenía delante le conocía demasiado bien. Nos encontrábamos frente al edificio de nuestra organización, con el coche un poco escondido para que nadie de dentro se diera cuenta de que habíamos regresado. La pasada noche conduje hasta allí somnoliento, porque sabía lo que tenía que hacer.
Unos movimientos perezosos llamaron mi atención.
-¿Dónde estamos? -murmuró Wooyoung con voz ronca, estirando los brazos por encima de su cabeza y bostezando a su vez.
-Aquí.
Parpadeó varias veces para despejarse y se pasó una mano por el pelo, admirando bien lo que teníamos frente a nosotros. Se recostó en el respaldo una vez se hubo ubicado.
-Te dormiste pronto, por eso no recuerdas cuando conduje hasta aquí.
-Normal.
-Normal ¿qué? -reí.
-Normal que me durmiera. Me reventaste -rió también.
Solté una carcajada y agarré mi camiseta de debajo de los asientos, procediendo a ponérmela.
-¿Me has visto el pecho? Parece que me he estado peleando con un tigre.
-¿Me has visto los muslos? ¿Qué eres, una pantera?
Reímos y puse los ojos en blanco con gracia, fijándome en que era cierto lo que decía, pues tenía arañazos en los muslos. Nos vestimos y nos adecentamos todo lo que pudimos, limpiando restos de sangre y otros fluidos, además echando alcohol en la rozadura de bala del brazo de Wooyoung. Por suerte no había sido nada.
Salí del coche y respiré aire fresco, despidiéndome del calor corporal y la mezcla de olores de perfume masculino y sexo.
Acomodé mis pantalones y la camiseta transparente, maldiciendo por no haber traído cambio de ropa. Wooyoung y yo comenzamos a andar rumbo al edificio de nuestra mafia, la cual dentro de poco, dejaría de serlo.
-Joder, espera. Me he olvidado el móvil -dijo, volviendo hacia el Mustang.
Habíamos avanzado ya un tanto por lo que me quedé quieto a esperarle. Perdido en mis pensamientos, noté una presencia inesperada a mi lado. Giré la cabeza bruscamente hacia ella.
-¿Qué quieres ahora? -pregunté sin dudar.
-Me sorprende que seas así de directo -respondió aquella mujer. Era de pelo negro y corto, con flequillo, y de proporciones anchas.
Ya ni siquiera iba a preguntar su identidad, qué es lo que hacía allí ni nada de eso. Sabía que no era real.
La misma invención de mi mente personificada en los cuerpos de, por ahora, tres mujeres diferentes.La chica apartó la vista de mis ojos, para mirar hacia el lugar donde estaba aparcado el coche, específicamente a Wooyoung, quien estaba palpando los asientos en busca de su teléfono.
-Encontraste lo que tanto anhelabas -dijo con voz soñadora.
Miré al rubio. Podía ser que sí, podía ser que no. Realmente no sabía que anhelaba algo así hasta que lo tuve.
La chica y yo volvimos a conectar miradas, y suspiró.-No volveremos a vernos -esbozó una pequeña sonrisa en medio de sus redondas mejillas- fue un placer.
No entendí qué quería decir exactamente con eso, así que fruncí el ceño y abrí la boca para objetar, pero la voz de Wooyoung me interrumpió.
-¡San! Ya está. Estaba tirado por ahí, aunque creo que no me hará mucha falta -habló a medida que se iba aproximando a mí.
Me giré para mirarle, y para cuando volví a mirar al frente, ya no había nada. Bufé y exhalé una pequeña risa. Cómo no.
El rubio me observó, extrañado.-¿Pasa algo?
-No -negué- ya no.
Y todo cambió. Visualicé el mundo desde otra perspectiva. Dejé de ver unos barrotes delante de mis ojos. Dejé de verme encerrado. Comencé a verme libre. Y en medio de esta puta locura, rodeados de la nada, yo sólo pensaba en su pelo rubio.
Comenzamos a andar hacia la puerta trasera del edificio para entrar sin ser vistos. Por el camino, recordé las palabras de la chica de la piruleta: "comienza a arder". Y me di cuenta de que el proceso de ignición había comenzado desde el segundo exacto en el que me dijo esas palabras. Habíamos alcanzado la cúspide del incendio, y ahora íbamos en descenso. Lentamente, fogosamente, aspirando el...
humo.
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INCIPIENTE - woosan
Fanfiction"Tú nunca supiste lo que era tener a ese idiota al lado. Lo que era que te sonriese cada tres segundos, sin importar qué. Esos ojos de cachorrito que encerraban la actitud de una fiera. Ese cabrón de rizos rubios". -Finalizada.