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–Oye, quería decirte algo –me senté en el borde del mullido colchón.

Wooyoung se incorporó un poco apoyándose en la pared. Me miraba con cara de sueño y con sus ricitos revueltos.

Suspiró resignado.

–¿Y ahora qué delito vamos a cometer?

Solté una carcajada dejando escapar el aire.

–No exageres. A nadie le viene mal tunear su coche.

Puso los ojos en blanco.

–Bueno que... –recordé lo que iba a decirle– Que gracias. Que gracias por lo de ayer, por ayudarme y eso...

–De nada. Pero yo me subí a tu coche porque pensaba que íbamos a dar una simple vuelta, yo que sé, a conocer mundo a lo loco y olvidarme de mi vida real. Lo que quiero decir es que ni siquiera sé porqué estoy aquí ni qué estoy haciendo.

Chasqueé la lengua molesto.

–Que sí, que sí. Cállate ya –me levanté y estiré mi cuerpo desperezándome– Vístete y baja. Te estaré esperando en el coche. Creo que debo explicarte algunas cosas, pero antes...

Le tendí la mano.

–Tú has decidido ayudarme. Prométeme que no te marcharás corriendo de repente. Si no confías en mí tendré que pedirte que te vayas –le dije secamente.

–¿No crees que es un poco repentino que confíe en ti? Técnicamente nos acabamos de conocer.

–Sí, lo sé. Pero tendrás que intentarlo. No me vendría mal tu ayuda, por algo la he aceptado.

Agité la mano en el aire, se me estaba cansando.
El rubio se dio cuenta de mi palma extendida y me correspondió al apretón de manos. En mi mente se reprodujo la situación de hace dos días, cuando se metió en mi coche presentándose como Jung Wooyoung.
Asintió levemente con la cabeza y en ese momento tuve una chispa de esperanza, a pesar de que en el fondo sabía que cuando le contara mi historia iba a marcharse.

Media hora después, yo ya me encontraba en el Mustang y vi al chico rubio bajar del hotel. Me fijé en que llevaba puestas prendas mías, lo cual tenía sentido ya que él sólo había traído lo que llevaba puesto aquel día.

Se metió en el coche y en menos de un suspiro lo tenía a mi lado mirándome con sus ojos de cachorrito curioso.

El ambiente era un poco tenso, o al menos yo lo sentía así porque era la primera vez que iba a abrir mi corazón a alguien. Y más a un desconocido.
Pasó un rato en el que yo pensaba cómo empezar mientras me mordía los labios, mi tic nervioso. Él no insistía, esperaba pacientemente. Supongo que sabía que no era fácil para mí.

–Yo tengo un hermano –dije de repente. Wooyoung me miró de inmediato.

Miré al frente porque no podía sostener su mirada mientras contaba mi mierda.

–Tengo un hermano –sonreí al recordarle– Se llama Choi Yeonjun. Es dos años menor que yo.

Comencé a jugar con los anillos de mis manos.

–Iba a un colegio privado. Al mismo que fui yo. ¿Y sabes lo que quería ser en un futuro? –le miré con una sonrisa forzada y negó con la cabeza– Quería ser bailarín. Bailaba bien. Siempre solíamos estar juntos en el colegio porque ninguno de los dos éramos muy sociables.

Tragué saliva.

–¿Quieres ver cómo era Yeonjun en ese entonces?

No esperé su respuesta. Me levanté un poco del asiento y saqué una foto del bolsillo trasero de mis pantalones. Siempre llevaba esa foto conmigo.
Se la mostré.

En la foto aparecía un Yeonjun muy pequeño y canijo, con uniforme y una mochila enorme en la espalda, haciendo el símbolo de una "V" con los dedos. Estaba sonriendo.

–Esta foto se la hizo mi madre el primer día de colegio. Recuerdo que estaba entusiasmado. Pero cometió un grave error entre los niños del colegio, y ese fue el simple hecho de expresar su deseo de ser bailarín. Comenzaron a vacilarle, al principio eran insultos sueltos y le molestaban con cosas como tirarle bolas de papel descalificándole o diciéndole que ni siquiera bailaba bien.

Guardé la foto y me hundí en mi asiento. Hacía un día demasiado bonito comparado con el caos que habitaba dentro de mí.

–Pero entonces llegaba yo y todos los niños cerraban la boca –proseguí contando– Era obvio que ninguno de esos críos que iban con él a clase quería meterse en problemas con alguien dos años mayor.
Bueno, el caso es que, como bien ya he dicho, yo era mayor que Yeonjun así que acabé el colegio antes que él. Cuando yo me gradué en Bachillerato, él acababa la ESO.

Mis manos comenzaron a sudar y me froté las palmas contra la tela de los pantalones vaqueros. Wooyoung me observaba y escuchaba en silencio. No sabía que aquel chico tan ruidoso fuera capaz de eso.

–Y joder, le dejé solo. Le dejé solo, Wooyoung –le miré a los ojos por primera vez en el relato, y él estaba serio, pensativo– Pero ¿qué más podría haber hecho? Esos críos vieron vía libre cuando me fui. Ya no era sólo por lo de ser bailarín, ya ni siquiera recordaban eso. Simplemente creo que fue que ya estaban acostumbrados a meterse con él, y él era débil y no movía un dedo. Sin embargo, todo podía ser soportable si no fuera porque Lee Taeyong estaba jodidamente loco.

Reí y relamí mis labios por los nervios.

–Lee Taeyong iba a clase con mi hermano. El principal protagonista del acoso. Él fue quien lo llevó a otro nivel. Yeonjun llegaba a casa devastado, era... extremadamente triste verlo así. Sufrió mucho, era insoportable para él. Tiempo después supe que no recibía acoso en las clases solo, si no que también era acoso... ¿cibérnetico? ¿Se dice así? Bueno, pues eso.

Transcurrieron unos instantes de silencio.

–¿Quieres ver cómo es Yeonjun ahora?

Wooyoung tenía una expresión incrédula.

–Abre la guantera y coge el sobre blanco.

Me pasé las yemas de los dedos por las sienes. No estaba preparado para volverlo a ver.

Pude notar que le temblaban un poco las manos pero hizo lo que le dije con seguridad. Abrió el sobre. Dentro había una foto.

En cuanto sacó la foto y la miró, la dejó caer con un grito ahogado. Apoyó un codo en la puerta y se tapó la boca con una mano. Me miró con los ojos como platos.
La foto había caído al suelo dada la vuelta, como si esa imagen no debiera de ser expuesta.

Aparté la mirada de sus ojos cristalizados. Otra vez volvía a sentirme culpable.

–Mi hermano falleció hace tres años. Un frío ocho de noviembre. Se suicidó con la jodida cuchilla de un sacapuntas. Le quedaba medio año para acabar los estudios pero decidió ponerse él mismo su propio fin.

Recogí la foto del suelo con todo el dolor del mundo metido en el pecho. Se la mostré al asustado rubio. Su expresión reflejaba pánico.

–A Lee Taeyong se le ocurrió hacerle la vida imposible a mi hermano porque... no sé, igual simplemente se aburría. Y es muy peligroso cuando un niño rico y mimado, que se piensa que es un dios todopoderoso, se aburre. Y por esa pequeña ocurrencia, Choi Yeonjun ahora es un cadáver.

Tiré la foto al suelo sin despegar mi mirada de los grandes ojos del contrario.

Me erguí y me recosté en el respaldo como si no hubiera pasado nada. Me coloqué las gafas de sol que llevaba colgadas del cuello de la camiseta y puse la radio a un volumen alto.
Cuando arranqué el coche, "It's My Life" de Bon Jovi sonaba.

–Y por esa pequeña ocurrencia, ahora Lee Taeyong va a ser un cadáver.

INCIPIENTE - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora