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Jung Wooyoung

"Los cocodrilos acechan a sus presas sin que ellas se den cuenta. Permanecen ahí, sumergidos bajo el agua, tan solo observando, hasta que de repente salen mostrando sus fauces. Y en cuanto a la presa, sólo es una presa más de tantas."

Me encontraba mirando los ojos de mi instructor. No sabía si eran los leves efectos del alcohol, o la tenue iluminación lo que les hacían tan bonitos. Era como que estaba admirando dos faros redondos. Nuestras caras estaban cerca, muy cerca, y nos mirábamos intensamente, fuera de nosotros mismos.

Ambos estábamos encandilados. La cerveza que íbamos a tomar se nos había alargado un poco, y habíamos acabado tomando más de una mientras coqueteábamos como adolescentes. Después de que las risas y charlas llegaran a su fin, el silencio se hizo partícipe y con él una extraña tensión entre los dos. Nuestras narices casi rozaban, pero manteníamos la vista clavada en los ojos del otro. ¿Eso estaba bien? No es como si nos hubiésemos enamorado a primera vista, simplemente había una atracción mutua por la que no pudimos hacer nada más para remediarlo. Y las dudas y cuestiones desaparecieron cuando nuestros labios se acomodaron en los del otro.

No fue un beso. Simplemente eran sus labios sobre los míos y mis labios sobre los suyos. Irónicamente yo llevaba toda la vida creyendo que me gustaban las mujeres, pero en ese instante empecé a darme cuenta de que lo creía sólo porque era lo que se suponía que tenía que ser al ser un hombre.

Desde aquella noche con San, me di cuenta de que a pesar de no ser el activo en las relaciones, me gustaba llevar la iniciativa de vez en cuando, así que intenté profundizar el beso apresando su labio inferior de forma dulce. Situé una mano sobre su mejilla. Quería hacerlo. Me gustaba el chico, pero a la vez sentía que lo hacía solo para quitarme a ese maldito de la cabeza. Me detuve cuando no recibí respuesta por parte de Seonghwa.
Me separé y le miré interrogante.

–¿Pasa algo? –pregunté. No se inmutó cuando le besé, así que supuse que algo estaba mal.

Rehuyó mi mirada y dirigió la suya al suelo.

–Eh, eh, eh. Tío, dijimos que no haríamos nada con él en solitario –dijo una voz.

Miré hacia donde provenía, y me encontré con varios chicos que conocía de vista andando hacia nosotros.
Traían muecas burlonas, de superioridad, cargadas de sarcasmo.

–Junhee, déjalo, no creo que debamos hacerlo... –habló Seonghwa. Yo comenzaba a asustarme al verles acercarse a nosotros. Me miraban igual que el día que llegué. Esa mirada lasciva que hace que te sientas como un inútil y débil trozo de carne.

El tal Junhee, que era el que parecía liderar el grupito, soltó una risita.

–Siempre fuiste un cobarde –le dijo, antes de ponerme un brazo sobre los hombros y llevarme a la fuerza junto a ellos.

–¿Qué haces? –me alarmé.

Él volvió a reír, y yo giré la cabeza para mirar a Seonghwa. Sin embargo, mi instructor me devolvió una mirada inexpresiva mezclada con pena. No me lo podía creer, me sentía jodidamente engañado.

–Aquí no se puede confiar en nadie –fue lo que acertó a decir en voz baja, a modo de despedida, antes de que el bruto chico que me llevaba agarrado me hiciese mirar hacia delante.

–Ya verás, nos lo vamos a pasar de lo lindo, chaval.

Risas se oyeron a nuestro alrededor.
No sabía si es que mi instructor me había vendido porque le hubiesen prometido algo a cambio o porque simplemente no existía ni una sola persona con buen corazón dentro de esas paredes. Empezaba a pensar que era la segunda opción. ¿Me matarían, me darían una paliza, me humillarían? ¿Qué les había hecho yo?

INCIPIENTE - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora