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Jung Wooyoung

Decir que estaba aterrado sería decir poco. No mostraba mis emociones, pero el temor ahí estaba, haciendo un agujerito en mi alma. Había pasado una noche tranquila en la sede, pero todo había cambiado en cuanto había puesto un pie fuera de la seguridad que me proporcionaba la habitación.

Minho me miraba con una sonrisa burlona y yo lo único que podía hacer era aguantarle la mirada.

-¿San te tenía de mascota, o algo así?

Pasó un dedo por mi mejilla con fuerza. Simplemente nos habíamos encontrado en un pasillo y con facilidad me había acorralado. Era asombroso lo fácil que era hacerme sentir débil a pesar de que mi exterior no lo reflejase, pero por dentro estaba muerto de miedo por lo que pudiera hacerme y eso lo odiaba.

-Algo así -dije.

Él rió brevemente y se separó.

-Tienes un toque de vacilón que no me gusta una mierda, pero es divertido intimidarte. Deberías aprender quién manda aquí. ¿Sobornaste a San con tu cara bonita para tener un lugar donde vivir? -bufó- menos mal que San no es de esos. Tú tampoco aparentas que te gusten los hombres, y es una lástima para algunos.

Al decir esto último miró a unos chicos que observaban nuestra escena unos metros lejos de nosotros.

-Ahora deben de tener celos de mí. ¿Sabes una cosa? No entiendo qué hacías con San ni si érais amigos o qué pero tenemos que sacarle de allí cueste lo que cueste, así que que estos tíos no te distraigan con sus estupideces.

Sostuvo mi mirada unos segundos más antes de irse y dejarme allí, apoyado en una pared. Como si yo estuviese interesado en seguirles el rollo a esos.

Eché mi pelo hacia atrás con la mano y me encaminé al comedor. Había sido consciente de la llamada entre el jefe y San, pues este nos lo había contado a todos en cuanto ocurrió. Tenía mucho más miedo por él que por mí.
Anduve hacia el comedor con pasos inseguros. Todo lo que me rodeaba me amenazaba. Hasta las paredes parecían cernerse sobre mí cada vez más.

-¡Hey! ¿Dónde estabas? -me sobresaltó la repentina alegría de Hoseok, quien puso un brazo alrededor de mi cuello como si fuésemos colegas de toda la vida.
Me extrañó su pregunta ya que simplemente acababa de levantarme y no había ido a ningún sitio en especial. Era él quien no se encontraba en la habitación cuando desperté.

-¿Dónde estabas tú?

Bostezó e ignoró mi pregunta.

-Después del desayuno conocerás el sitio donde entrenamos -dio una palmada sobre mis hombros y saludó a unos chicos que pasaban por nuestro lado- y también te presentaré a alguien.

Me soltó y avanzó unos pasos por delante de mí.

-¡Nos vemos luego! -se despidió agitando la mano mientras trotaba hacia quién sabe dónde.

Hoseok era un torbellino. Paré en seco cuando tuve en frente las puertas del comedor y tragué saliva. ¿Ahora qué? Tendría que enfrentarme yo solo a todos esos orangutanes. Esperaba por lo menos tener conmigo al chico de sonrisa enorme pero éste parecía tener otras cosas que hacer, así que sólo pude resignarme y abrir las puertas.
Un barullo de voces y gritos fue lo primero de lo que fui consciente cuando entré. Nadie se dio cuenta de mi presencia debido al ruido y al gentío. ¿Sería siempre así? Al menos no llamaba la atención.
Era un lugar enorme poblado de mesas. Sobre ellas había una bandeja con comida, y en el respaldo de cada silla había un cartelito con el nombre de cada uno. Creía que no iba a haber uno mío, pero sí lo había y estaba en una de las mesas del centro.
Avancé hasta allí y me di cuenta de que estaban organizadas según los compañeros de habitación. Los dos chicos con los que compartía cuarto estaban ya desayunando y sólo estaban vacíos mi sitio y el de Hoseok, quien no creía que fuese a aparecer.

INCIPIENTE - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora