20

1.5K 274 78
                                    

Choi San

La rendija abierta de la puerta.

Nadie a mi lado.

Nadie detrás de los barrotes.

Mi cuerpo sudado y cansado.

Taeyong y quién sabe quién más fuera de esa celda.

¿Era de noche o de día? No lo sabía a ciencia cierta. Por los ventanales entraba una luz constante, como si viviese de día por la eternidad.
Sin saberlo, me dormí.
Esa noche, o ese día, soñé con él. Soñé con su pelo rubio, con sus ojos grandes y sus labios carnosos. Con su mirada inocente y su dulce sonrisa. Un lado de mí repetía constantemente: "le corrompiste", "gracias a ti ahora puede estar muerto", "le arruinaste la vida a los dieciocho años". Pero el otro lado de mí respondía a todo aquel que fuese a criticar lo que pasó: "tú nunca supiste lo que era tener a ese idiota al lado. Lo que era que te sonriese cada tres segundos, sin importar qué. Esos ojos de cachorrito que encerraban la actitud de una fiera. Ese cabrón de rizos rubios."

Y así me desperté. Acalorado y respirando ruidosamente. La puerta seguía abierta, y yo seguía dentro. ¿A qué estaba esperando? La imagen de mi hermano se cruzaba por mi mente de vez en cuando, como exigiéndome que lo hiciera de una vez. Que cruzara el umbral y degollase al culpable de su muerte.
Me puse en pie con las extremidades temblorosas. Nunca nada me había costado tan caro como aquel viaje que decidí hacer para ir a aquel pueblo. Desarmado y mentalmente agotado, no iba a salir de allí con vida si pasaba por esa puerta.

Así que pasé.

Ya me daba igual todo. No tenía nada que perder. Si moría, iría con mi hermano y a Taeyong se encargarían de darle muerte igualmente. Todo estaba bien.

Anduve unos pasos fuera. Un pasillo blanco se dividía en dos caminos también blancos. ¿Por cuál tirar? Miré hacia atrás, hacia el fondo de las celdas. La de Bom seguía cerrada a cal y canto, solo que Bom nunca había estado encerrada en ella, porque la pelimorada siempre existió en mi cabeza.

Giré a la derecha y caminé todo recto, encontrándome con una especie de laberinto uniforme con muchas salidas a otros pasillos exactamente iguales.

–¿Qué es esto? –dije para mí mismo en voz baja. Me iba a volver loco si no veía algo un poco distinto.

Unas palmadas lentas se oyeron a mi espalda. Me giré de golpe, y vi a quien menos deseaba ver, apoyado en la pared de detrás, mirándome tranquilo y dando palmadas. Clap-clap-clap fue lo único que se oyó en la casa por unos segundos.

–Reconozco que no me lo esperaba –se cruzó de brazos. Escrutándome con la mirada.

–Arreglemos esto como jodidos humanos que somos, Taeyong –apreté los puños.

–¿Peleando como animales? No, gracias. Por cierto, ¿cómo lo has hecho? ¿Cómo has salido?

Abrí la boca para hablar pero me cortó.

–Nah, no me lo digas –dijo poniendo una mano en alto para que no hablara– Que se arruina la magia del asunto.

Acto seguido, mis ojos perdieron la visión y mi cuerpo se desplomó en el suelo.
Un inesperado golpe en la nuca provocó mi pérdida del conocimiento.

***

Jung Wooyoung

La furgoneta negra traqueteaba por el camino. Olía a antiguo, a usado. El camino de ida hacia el edificio de la organización había sido bastante distinto a ese.

INCIPIENTE - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora