Gotas de sudor caían desde su frente, como las mismas gotas de lluvia que luchan contra la ventana desafiandose para quien chocaban ántes con la fin de esta.
Tremores; eran tremores lo que cubrían su piel dejada al descubierto por la manga del pijama. Sus uñas se clavaron en su piel del brazo dejando signos imprescindibles de la pesadilla vivida.
No era real, solamente era una pesadilla, continuaba a repetirlo como un mantra en su mente, solo una pesadilla, no es real era algo que su menta había estado inventando lo sabía, pero sabía también que no siempre había estado así.
El ruido de la lluvia retumbaba en sus oídos, un relampago traspasó con su luz las cortinas bajadas de la ventana, iluminando por un segundo la inmensa soledad de ese cuarto.
Su respiración agitada hacía que su abdomen subiese y bajase a ritmos absurdos mientras algunas lagrimas caían por sus ojos, pasando por los labios secos y llenos de cortes causados por un continuo tic nervioso adquirido en los años.
Las lagrimas cesaban su ruta cayendo sobre el edredón calido y reconfortante que la tenía alejada del frío de diciembre que se materializaba fuera de su ventana en forma de tormenta.
Sus ojos negros buscaban su móvil en la mesilla de noche, como cada día este estaba enchifado para poderlo tener cargado por la mañana siguente.
Encendió el móvil, dejando que una luz inundase su cara.
Las 6.15, esa era la hora que marcaba la pantalla. Faltaban casi una hora para que la alarma la despertase y su día tuviese que comenzar.
Ana Julieta sabía que no iba a regresar a dormir, no quería despertase otra vez con la respiración entrecortada y al borde del llanto.
La mañana acababa de comenzar y ella ya estaba cansada.
Su rutina empezaba con un desayuno ligero en lo que no podía faltar un vaso de café bastante grande para tenerla despierta en sus horas de trabajo.
Ella trabajaba en una agencia de diseño grafico, se había graduado en eso y desde trés años trabajaba en ese ámbito.
El trabajo la consumaba, su jefe le pedía trabajos largos que requerían horas extras de trabajo que obviamente con lo ocupada que estaba, se veían trasladas a la noche quitándole horas de sueño.
Hoy afortunadamente era lunes por lo que la tarde la habría pasada con Iván, en clases de interpretación. Le encantaba ir y sobretodo le ayudaba a desconectarse del mundo real y entrar en un mundo que la fascinaba desde que era pequeña, lo de la actuación.
Iván lo había conocido ahí y agradeció el cielo por haberse apuntado a aquella primera clase, adoraba ese profesor y en el tiempo se había convertido en su confidente.
Con el paraguas abierto, Ana Julieta se hacia espacio entre las personas que por la mañana llenaban las calles de Barcelona, padres con niños, estudiantes que corrían para intentar tomar el autobús y adultos vestidos elegantemente para ir al trabajo.
La mente de Ana estaba tan concentrada en la melodía de Nana del Mediterraneo que ella misma estaba tarareando en un susurro que el golpe que recibió por haberse chocado con alguien la sorprendió mucho.
Ambos móviles no lograron tocar el suelo afortunadamente y el golpe no fue bastante fuerte da dejar marcas en la piel de ninguno de los dos.
Tendrías que ir con más cuidado
Una voz masculina retumbaba en sus oídos pero su mirada era fijada en los cuatro números que la pantalla del móvil le mostraban.
Las 8.30, habría tenido que estar en su despacho ya desde un cuarto de hora.
Su respiración se hizo más pesada, nunca había llegado tarde en su vida, las lagrimas estaban a punto de caer de sus ojos, no podía creerlo
¿Se encuentra bien?
La voz seguía ahí, pero algo lejana y distorsionada.
- Joder - dijo ella y en un instante de lucididad empezó a correr inentando no retrasarse más de la cuenta.
Lo único que recuerda antes de pirarse son una pareja de ojos nácar que la seguían con la mirada.
¡Y por fin algo ha pasado!
Muchas gracias a todas las personas que leen la historia, de verdad no me esperaba este resultado.
Nos vemos la próxima vez.
Fiore
ESTÁS LEYENDO
Un puzzle de imprevistos - Anahug
ФанфикHay dos personas, que sin saberlo están unidas por un hilo. Un hilo rojo. El hilo se aleja y se acerca en una serie infinita de imprevistos. Pero nunca se va a romper.