El puzzle- Anaju

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Se había quedado confundido ante mi confesión.

Pero confió en mí, como yo confié en el.

Tiraba de él para llegar antes, pasamos corriendo las calles llenas de gente de Barcelona ganandonos miradas furtivas y mucha atención.

Yo reía y el se reía conmigo.

El viento soplaba chocando contra nuestras caras

Se sentía tan bien

El autobús 22 abrió sus puertas, dejándonos pasar.

Una pareja con un niño estaban sentados en el fondo, sus manos estaban entrelazadas ante la barriguita del niño que tendría que tener más o menos tres años.

Sus deditos pequeños indicaban cada coche, árbol o luz que pasaba ante sus ojos.

Una mujer vestida con un traje estaba revisando su celular, tenía dos hoyuelos en las mejillas que aparecían cuando sonreía, sus mejillas se tornaron rojas cuando su móvil vibró entre sus manos.

Un hombre viejo miraba su perro acurrucado a su pierna, sus ojos desprendían cariño.

Su mano arrugada pasaba entre el pelo largo del perro, acariciandolo.

Mi mano seguía agarrada a la de Hugo, mis ojos se fijaron en su perfíl, los ojos verdes brillaban debajo las luces de la ciudad, su pelo despeinado por las veces que su mano pasaba entre ello era imperfectamente perfecto.

Salimos del autobús y me dirigí hacia la derecha siguiendo aquel recorrido que ya había hecho muchas veces en la realidad y en mis sueños.

Regresar significaba aceptar que el fallo aún se encontraba ahí, pero no me importaba el había aceptado mostrarse y yo haría lo mismo.

Estaba dispuesta a dejarme sanar.

Y llegamos, llegamos al lugar donde todo cambió, donde mi vida ya no había vuelto a ser la misma.

-¿Me has llevado hasta aquí para ver a un árbol?- su pregunta me hizo reír, efectivamente delante de nosotros se encontraba un sauce llorón, sus ramos estaban llenos de hielo y sus hojas cubrían la hierba helada.

La imagen del mismo árbol, años atrás, en pleno verano llegó a mí, el calor de las primeras horas de la mañana me había obligado a vestirme con una sudadera, entre mis piernas estaba una libreta, entre mis manos un bolígrafo.

Tenía tres horas.

Tres.

Para decidir mi destino.

Tres

Para dar una vuelta a mi vida.

Tres.

Para destruirla por completo.

-Aquí es donde decidí quedarme, donde mis planes de futuro quedaron grabados en el aire- mis manos se escondieron en mis bolsillos, rompiendo la conección con el chico a mi lado.

-Tenía planeado irme lejos de aquí, estudiar una carrera diferente, pero renuncié al último momento- mis ojos se nublaron un poco, lagrimas cayeron lentas por mis mejillas.

Su mano buscó la mía, me llevó cerca del árbol.

Se sentó y me invitó a sentarme entre sus piernas, sus brazos rodeaban mis hombros, protegiendome.

-No tenía planeado venir aquí a Barcelona, accedí al último momento- me lo susurró en el oído haciendo que un escalofrío recorriese mi cuerpo.

Y algo que nunca pensé que pasara, pasó.

Me sentía feliz, me había perdonado, había perdonado mi misma por aquel error que cometí.

Miré nuestras manos entrelazadas y suspiré.

-¿Crees en la historia del hilo rojo?- mi pregunta sonaba con más sentido en mi cabeza, así que lo único que hice mientras esperaba su respuesta fue apoyarme a su pecho reposando mi cabeza en el hueco de su cuello.

Sentí su cuello vibrar signo de que el se había reído.

-Yo tengo una teoría toda mía- me dijo con la mirada hacia el sol

-Más que un hilo, eres una pieza- me puso las manos en las caderas y me hizo girar, quedando cara a cara.

Sus ojos me miraban, grabando cada detalle en su mente.

-Quién habría dicho que después de aquel choque todo esto pasaría- me miré alrededor y regresé con mi mirada a sus ojos.

-Fue un bonito imprevisto- sus manos acunaban mi rostro, quedando a escasos centimetros.

Nuestras frentes se juntaron y aquel beso marcó el inicio de otra vida.

Y es ahí cuando te das cuenta de que planear la vida no sirve para nada, la rutina es algo familiar pero cuando te darás cuenta de que no disfrutar ha sido un error ya será demasiado tarde.

El destino los había hecho encontrar para que juntos se cuidasen.

Anaju había encontrado su imprevisto.

Hugo había encontrado su pieza.



Y aquí está!

No os puedo decir cuanto agredecida estoy por todo vuestro apoyo y cariño hacia esta historia.

De verdad, nunca habría esperado algo así.

Muchisima gracias a todos los que han vivido y seguido esta historia conmigo desde el inicio hasta el final.

Creo que en los próximos días iré publicando algunos extras, así que no me abandoneís.

Gracias, gracias, gracias.

Nos vemos.

Fiore

Un puzzle de imprevistos - AnahugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora