Alcañiz- Anaju

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Había huido, como siempre.

Después del episodio en el baño, había recogido mis cosas, regresado a casa corriendo, encendido el ordenador y comprado un billete hacia Alcañiz y ahora estaba en un tren de rumbo hacia casa.

Hacia mi puerto seguro

Me sentía vulnerable, expuesta y sola delante el peligro.

El viaje se hacía largo y no estaba por escuchar música y no tenía nada de ganas de ponerme a trabajar.

Mis manos estaban hechas un nudo de dedos, pequeños cortes aun rojos se podían notar cerca de mis uñas.

Estaba demasiado nerviosa.

Estaba cansada, pero cada vez que cerraba los ojos las imágenes del baño se cruzaban por mi mente, la respiración acelerada, mis lagrimas.

Y esos malditos ojos nácar

Como no lograba conciliar el sueño, decidí mirar por la ventana el paisaje que pasaba veloz delante mío.

El móvil lo había apagado, no quería que nadie me contactase o me llamase, quería disfrutar de estos días en familia, volver a la rutina que me había acompañado por años de mi vida.

Sería volver a la normalidad, desconectar y poder regresar como si nada hubiese pasado.

Yo era así, cada vez que pasaba algo que desestabilizaba mi rutina o mi equilibrio, trataba de ignorarlo, esquivando los problemas y las consecuencias de esa decisión.

Pero esta vez no era un que, sino un quien

Los primeros paisajes familiares hicieron que una sonrisa apareciera en mi rostro.

El sol estaba descendiendo hacia un atardecer maravilloso.

Próxima parada: Alcañiz

Recogí mis cosas y me dispuse a salir del tren, conmigo llevaba solamente una mochila con un poco de ropa, los documentos y mi cartera.

Nada más.

[...]

La llegada a casa acompañada por mi hermana se hizo más lenta de lo normal, una vez llegada, calido brazos me envolvieron dandome la paz que tanto estaba buscando.

La cena transcurrió de manera tranquila, las risas eran las mismas que cuando aun éramos una familia unida, cuando eramos niñas cuya única preocupación era jugar y no romper amistades.

Ahora, todo había cambiado

La vida se volvió más difícil.

Y lo único que me sostenían eran los recuerdos, unos recuerdos bonitos de mi vida aquí.

Unos recuerdos que a poco a poco se volverían borrosos.

Mis uñas están clavadas en esos recuerdos.

Porqué al final yo era mis recuerdos

Mi cama y las sabanas que olían de vainilla me esperaban para dormir, la luna y las estrellas brillaban en el cielo sin nubes.

En aquel momento decidí encender el móvil para chequear los mensajes y las novedades.

Cuatro llamadas perdidas de Iván

Diez llamadas perdidas de Mai

Tres llamadas perdidas de un número desconocido

Y un mensaje

Desconocido:

Soy Hugo, me ha dado tu número Iván.

Quería saber como te encontrabas

Me había buscado, había pedido mi número a Iván.

La cordura se apoderó de mi pocos segundos después, haciéndome ignorar aquel mensaje y dejando que aquel desconocido quedase así.

Miedo, lo que yo tenía se llamaba miedo.

Miedo a no ser suficiente, miedo a un desequilibrio en mi vida diaria.

Miedo de volver a ser libre

El primer pensamiento fue llamar Iván y enfadarme con el por no haberme pedido permiso, pero un sentimiento de calor y felicidad se instauró en mí cuando me dí cuenta de que alguien por primera vez me había buscado y se había preocupado por mí.

Y así con una sonrisa en la cara, me dormí.

Soñando con ese chico.


Hola!

¿Como estaís?

Aquí os traigo otro capítulo, espero que os guste.

Agradezco muchisimo el apoyo que está recibiendo esta historia, de verdad.

Nos vemos al próximo.

Fiore

Un puzzle de imprevistos - AnahugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora