Capítulo 01

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Mark escuchaba aburrido el típico discurso que su padre recitaba en la hora del almuerzo. El mismo de siempre.

"Tomas todo irresponsablemente ¿crees que el dinero cae de los árboles? No es así, hijo. Tienes que estudiar, conseguir un empleo, comprar una casa. No estaré aquí para siempre y francamente temo lo que sea que pueda pasar contigo el día que yo llegue a faltar. ¿Por qué no tomas el ejemplo de tu hermano? Terminó la universidad con excelentes calificaciones, tiene un importante puesto en la empresa de su amigo, y estoy seguro de que pronto formalizará con la chica con la que se encuentra. Tiene la vida resuelta ahora, ¿por qué no puedes ser como él? Escucha, no trato de presionarte, pero el trabajo, esfuerzo y compromiso..."

- Son la base de una vida de calidad – murmuró junto a su progenitor, quién le miró sorprendido.

- ¿Tratas de burlarte de mí? –

- En absoluto – negó, poniéndose de pie – nos veremos luego, tengo que estudiar –

- Como si eso fuera a suceder – se apresuró a alcanzarlo – voy a tener que viajar. Tu madre va a acompañarme. Hijo – lo tomó por los hombros – por favor, compórtate mientras no estemos –

El menor lo miró. Una ligera chispa de diversión se asomó por sus ojos.

- Siempre lo hago – dijo palmeando fraternalmente el brazo de su padre antes de salir de la cocina.

Caminó a través del extenso pasillo de ventanas de cristal con vista a la piscina, atravesó el recibidor y subió las escaleras.

Estuvo a punto de entrar a su habitación cuando desvió su camino.

Avanzó a través del pasillo, bajando los escalones del piso a desnivel, y giró a la izquierda.

Lo sabía, siempre en el mismo lugar.

- No te pago para que leas – dijo apoyándose en el marco de madera.

- Tú no me pagas – respondió con la vista en el libro que sostenía entre sus manos.

- Pero puedo despedirte –

- Adelante – retó sonriendo – me hará bien el tiempo extra –

- Eres un insolente – se quejó, adentrándose en la biblioteca, sentándose en uno de los sillones individuales - ¿qué hacías? –

- Sacudía los estantes – se encogió de hombros, cerrando el libro para finalmente verlo - ¿mala tarde? –

- Lo mismo de siempre – bufó – pero ellos se irán esta tarde. Estaré libre por un tiempo –

El empleado negó divertido, levantándose de la alfombra con un quejido.

- ¿Qué se supone que significa eso? – preguntó entrecerrando los ojos.

- Sabes lo que pienso – dejó con cuidado el libro en su lugar – eres un mocoso mimado sin ganas de trabajar o salir adelante porque tienes todo y nunca has conocido la necesidad. Es todo – dio su mejor sonrisa angelical.

El pelinegro lo miró irritado.

- Donghyuck, estás despedido –

- No lo estoy –

- Ni siquiera sé por qué somos amigos –

- Porque me obligaste a serlo – recordó con una mueca – atente a las consecuencias –

Era verdad.

Aún recordaba esa tarde de verano en que, deprimido por tener que pasar sus vacaciones castigado en la soledad de su casa, obligó a su empleado más joven a ver una película con él.

Como recién ingresado y totalmente ajeno al protocolo empleado–patrón, se vio obligado a aceptar la invitación.

En un principio, el chico había tomado asiento lo más alejado que podía del dueño de la casa, y había mantenido una cordial conversación que consistía únicamente en responder a las preguntas curiosas del otro.

Resultó que el moreno venía de una familia de escasos recursos y que si bien, era hijo único, sus padres no podían pagar su universidad, por lo que afrontó la responsabilidad por sí mismo, tomando el único empleo en el que habían accedido a contratarlo por recomendación de su vecina, quien trabajaba como ama de llaves en la casa contigua.

Después de haber contado al mayor su historia durante el transcurso de la película, el azabache se disculpó para ir a dormir.

Pensó que nunca volverían a hablar, hasta que, en esa misma semana, Mark lo obligó a pasar la tarde en la piscina junto a él, días después le pidió que lo acompañara diariamente a la hora del almuerzo y, finalmente, pasaron un sinfín de noches de pijamadas luego de que el moreno terminara sus turnos.

Donghyuck creyó que su pequeña amistad terminaría apenas el mayor regresara a clases, cambiando sus ideas luego de que Mark llegara directamente a buscarlo a la cocina apenas entrara a su casa, todos y cada uno de los días por el último par de años.

- Como sea – bramó, volviendo en sí – saldremos esta noche. Quiero despejarme –

- Eso no va a pasar – dijo con ojos aburridos – hay líneas que se supone que no debo cruzar contigo –

Mark rió travieso, caminando hacia él.

- Vamos, Hyuckie – tomó su mejilla con cariño – vas a divertirte, y ¿quién sabe? Tal vez te consigamos una aventura – animó.

- Mark... -

- Mark – llamó un tercero.

Ambos chicos se separaron sobresaltados, mirando asombrados al impecable y elegante adulto que los veía con el ceño fruncido desde la puerta.

- Ta-Taeyong – llamó Mark con una sonrisa tímida – ¿qué haces aquí? –

- ¿De verdad pensaste que mamá y papá volverían a dejarte solo después de tu pequeño incidente de hace un mes? – rió – debes estar bromeando –

El otro frunció el ceño.

- No necesito una nana –

- No, necesitas a tu hermano – caminó hacia el par con una mirada evaluadora – ¿qué estaban haciendo? – interrogó arqueando su ceja.

- Nada importante – respondió el azabache

- Como sea - rodó los ojos - ¿quieres salir esta noche? Es el cumpleaños de Taeil y dará una fiesta en un club. Todos están invitados –

El menor sonrió, cruzándose de brazos. 

- Sólo si Haechan viene con nosotros –

- ¿Quién? –

Mark abrazó al empleado por los hombros.

- Haechan – señaló – él es Haechan –

Taeyong lo miró extrañado

- ¿Vas a llevar al empleado a una fiesta? – bufó – bien. Sólo dale algo decente que ponerse y avísenme cuando estén listos, los veo en unas horas – sentenció caminando fuera de la habitación, dejándolos solos.

- ¿Qué mierda te ocurre? – reclamó el menor, golpeando el brazo ajeno – pudiste hacer que me despidieran –

- Relájate – tomó su brazo para frotarlo – es sólo Tae. Él no tendrá problema con esto –

- No lo sé, Mark –

- Vamos, buscaremos algo que te haga lucir sensual –

El chico lo miró con duda por unos segundos antes de suspirar resignado y seguirlo a su habitación.

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