Capítulo 11

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El infierno siempre tiene una puerta de salida, solo hay que saber encontrarla. — SIN TÍTULO. Nathaniel Proulx.

Salgo de los baños más alterada de lo que estaba antes de entrar. Cruzo los brazos para que nadie vea el reloj y el papel que tengo en la mano. Finjo que nada sucede porque alguien o varios probablemente estén vigilando mis movimientos.

Están en todas partes y el único lugar donde me siento segura es el edificio de Nicholas.

Todos los invitados ya están sentados en sus mesas mientras los meseros se pasean con las bandejas para servir la comida. Natalie me hace señas efusivas. En su mesa están sus padres y sus hermanos, Nicholas incluido.

Una mesa familiar, pienso tragando saliva y yendo hacia donde están.

Me siento junto a Nicholas. Tomo la servilleta de tela y la pongo en mi regazo para ocultar el reloj. Mis ojos recorren todo el salón sin buscar nada realmente.

—¿No es increíble la banda? —pregunta Natalie con exceso de energía. Está feliz y eso me hace sonreír.

—Sí, son increíbles —le aseguro.

Mis ojos van hacia la banda que ahora está tocando una melodía tranquila para que la gente pueda conversar.

Un mesero trae pollo con salsa de champiñones mientras otro abre la botella de vino y sirve cada copa. Pongo mi mano sobre mi copa rápidamente cuando está por servirme y niego con la cabeza. Mis ojos se cruzan con los de Sophie. Sonrío, es lo único que he hecho con ella esta noche porque apenas me dirige la palabra, puedo sentir la tensión entre nosotras todo el tiempo. Nicholas le hace una seña al mesero que está sirviendo el vino.

—Disculpa, ¿puedes traer un jugo para ella? —pregunta al mesero.

—Sí, ¿qué sabor se le ofrece? —pregunta.

El mesero y Nicholas voltean a verme.

—Naranja.

—¿Con o sin hielo?

—Sin hielo, por favor —respondo incómoda.

¡Por Gaga, alguien podría estar vigilando todo lo que hago en este preciso momento!

El mesero asiente y se va en busca de mi bebida sin alcohol.

¡Necesito un trago fuerte en estos momentos!, pienso abrumada.

Recordar la nota que me dejaron hace que mi estómago se cierre. Dejo los cubiertos de plata y suspiro como si me faltara el aire. El salón da vueltas. Todos están enfrascados en sus conversaciones.

—¿Qué sucede? —pregunta Nicholas observando que no estoy comiendo.

—Tengo algo que decirte...

—Escucha, si es por lo de hace un rato, lo siento... —se apresura a decir.

Miro para todos lados en busca de algún par de ojos que estén fijos en mí, pero la gente está concentrada en la comida y en sus conversaciones. Suspiro.

—No es eso... —murmuro un poco agitada por el miedo—. Prométeme que vas a disimular —añado entre dientes.

Él frunce el ceño. Asiente.

Le tiendo el papel y él lo lee con disimulo, como si estuviera observando el plato mientras bebe su vino. El mesero viene con mi jugo y Nicholas esconde el papel sobre su regazo. Aclaramos la garganta casi al mismo tiempo.

—Gracias —le digo al mesero que asiente y se va.

Nicholas suelta un extenso suspiro. Hace una seña a Isaac y éste se acerca rápidamente a nosotros. Susurra sobre el papel porque Isaac cada dos segundos me mira con una mueca. Él también suspira.

Mi problema para siempre #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora