¿Alguna vez tuviste ataques de pánico? ¿Sabes lo que realmente se siente? Sientes que te estás muriendo, que te falta el aire. Las manos te sudan y cosquillean. Tus palpitaciones van en aumento. Tu vista está perdida y no oyes nada, absolutamente nada a tu alrededor. Solo me he sentido realmente así una sola vez en mi vida: el día de mi boda.
Trago saliva y subo el volumen de mi reproductor, tratando de concentrarme en una sola cosa a la vez.
Las decisiones difíciles, los grandes cambios, los acontecimientos importantes y los hechos que te marca la vida, todo eso me abruma mientras corro por el parque. Puedo sentir los latidos de mi corazón y mis dedos hormiguear.
Concéntrate Dylan.
Me freno en seco y me inclino con las manos en mis rodillas, agitada y con el llanto amenazando con aparecer. Inhalo y exhalo.
No te derrumbes ahora.
Me paso las manos por el rostro, luego por mi cabello. Cuento hasta diez mientras mi canción favorita suena en el reproductor. Vuelvo a soltar el aire por mi boca y sigo corriendo. Me duele el pecho y siento náuseas. Vuelvo a detenerme con frustración y repito mi rutina para tranquilizarme.
Deja de pensar, Dylan.
No he dormido. No he comido. Apenas pude quedarme quieta en toda la noche y cuando el sol salió, lo único que hice fue salir a caminar. Hace una hora y media que estoy dando vueltas por el parque. Son las ocho de la mañana y Bryanna pronto se despertará para ir a la universidad. Yo debo prepararme para ir a trabajar y obligar a mi estómago a que resista aunque sea un trozo de fruta. Aprieto mis labios para no soltar un sollozo porque no quiero ser la rara que se pone a llorar en el medio de un parque un martes a las ocho de la mañana, pero a pesar de todos mis esfuerzos, las lágrimas caen de mis ojos. Me siento en la primera banca que encuentro y me cubro el rostro con ambas manos. La música sigue sonando en mis oídos, lo cual agradezco porque no quiero saber si estoy sollozando. Observo el parque. El mismo paseador de perros camina con cinco de ellos, todos de tamaños distintos.
Extraño muchísimo a Lola. Extraño que se acurruque a mi lado cuando estoy triste. Extraño acariciar su pelaje peludo y que ella se ponga panza arriba para que siga con los masajes y caricias.
Cierro los ojos y vuelvo a contar hasta diez, tratando de olvidar el llanto y todo lo que tenga que ver con esa vida que dejé atrás. Río sin gracia.
La vida es una perra, pienso recordando lo que Bryanna dijo anoche antes de ir a dormir y dejarme sola en mi habitación, sumergida en mis pensamientos.
Suspiro preguntándome por qué la vida siempre tiene que ponerme las cosas tan difíciles. ¿Por qué siempre se tiene que complicar todo?
Me levanto apretando los puños y limpiando las lágrimas que han humedecido mi rostro. Comienzo a correr otra vez.
No quiero ser madre. No estoy preparada y probablemente nunca lo esté.
Bryanna está sentada en el sillón con su pijama y mirando su celular. Suspira aliviada cuando me ve entrar al departamento. Frunzo el ceño. ¿Por qué se ve tan preocupada? Dejo mi calzado, me quito mis auriculares y el abrigo. Me acerco a ella sin saber qué le ocurre exactamente.
—¿Dónde estabas? —pregunta cruzándose de brazos—. Te envié diez mensajes y te llamé tres veces.
—Corriendo, ¿pasó algo? —Me siento a su lado.
Ella ríe sin una pizca de gracia.
—Por supuesto que pasó algo. —Me da un leve golpe en el hombro—. ¡No me avisaste que salías! —suelta alterada.
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Mi problema para siempre #3
Romance[COMPLETA] Empezar desde cero no siempre es tan fácil y menos si llevas contigo una mochila repleta de recuerdos y un corazón hecho añicos. Dylan intentará empezar de nuevo, lejos del drama, los daga roja... y lejos de Nick, pero a veces el destino...