EXTRA: Una promesa

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A veces ni las mejores intenciones sirven para sanar el más noble de los corazones — Amor puro. Nathaniel Proulx.

Observo con una sonrisa al hombre que tengo delante de mí. Está ansioso, nervioso, a punto de entrar en pánico. Se acomoda el moño de su esmoquin por tercera vez delante del espejo y luego mira el reloj. Le alcanzo la cerveza que tengo en la mano para que se relaje un poco y juntos caminamos hacia la ventana de la habitación que da al patio trasero, donde ya está todo listo para que comience la ceremonia.

—A lo mejor y se arrepiente... —bromeo.

Él voltea a verme con los ojos bien abiertos.

Suelto una carcajada.

—Ahora entiendo por qué a Dustin y a ti les encanta hacerme bromas con Dylan.

Él rueda los ojos, pero una sonrisa aparece en sus labios.

—Tranquilo, América ya dijo que te ama... ¿Por qué tan inseguro?

—No es inseguridad, es... —Se quede pensando—. Supongo que es ansiedad, la idea de pasar el resto de mi vida con América me acojona un poco.

—¿Entonces ya te diste cuenta que es un verdadero dolor en culo? —Bebo de mi botella y de reojo veo que tamborilea los dedos con nerviosismo contra la botella—. Mira que todavía hay tiempo de largarnos a Las Vegas.

—Jamás dejarías a Dylan sola —comenta él divertido.

—Cierto... —le doy la razón—. Y jamás le haría eso a América, sé que ella es buena para ti.

—¿Aunque sea un dolor en culo?

—Si tan solo tuviera un silenciador o hubiera alguna manera de callar su voz chillona... —comento poniendo mi mejor cara de póker.

Él suelta otra carcajada.

Mis ojos se encuentran con la mujer que tiene el brazo entrelazado con Dustin, quien suelta sus típicos comentarios sarcásticos y la hace reír.

Ver reír a Dylan es algo que me da vida, que le da color a toda mi existencia. Si tanto sólo supiera cómo hacer para no lastimarla porque es lo único que he hecho desde que la conocí. En mi intento por protegerla, la herí y saber que ella está triste y yo soy la principal razón de aquella tristeza, me hace mierda.

Siento la mano de Isaac sobre mi hombro.

—Dale tiempo, Nick.

Suspiro sin quitar mis ojos de ella. Habla con Natalie y juega con los niños. Se ve tan radiante en ese vestido amarillo pastel.

—¿Estás seguro que solo necesita tiempo? —Le quito la etiqueta a mi botella para distraerme—. Ya no sé por qué sigo insistiendo...

—Porque la amas y porque la amas debes esperar. —Hago una mueca—. Ella tiene el corazón roto, Nick. Las heridas tardan en sanar y Dylan tiene muchas y muy profundas, algunas que ni siquiera tú causaste.

No estoy tan seguro de ello.

Mi primer error fue creer que prácticamente comprando su vida iba a salvarla del destructor de su padre.

Primero, nadie puede ser comprado.

Segundo, Dylan se alejó de un chupasangre para meterse bajo las garras de otro demonio.

—A veces tienes demasiada fe en mí y en que tendré un final feliz con ella.

Él rueda los ojos y es que sabe que suelo ser el más pesimista. Dustin también lo cree, con su aura de tipo galante y risueño. Extrañamente ahora solo actúa como pendejo. Dustin jamás es así y aunque Dylan me ha pedido que hable con él, al parecer ella sabe algo que yo no, mi hermano me esquiva cada vez que quiero hablar de forma seria con él. Solo suelta un "no me jodas, Nick, primero arregla tu vida antes de querer arreglar la mía" y se va, porque los Petrov solemos hacer eso: alejar a los que quieren protegernos.

Mi problema para siempre #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora