1. Viejo mundo

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Para quien nunca entendió el amor, hasta un disparo puede ser romántico.

* * *

Sus apresurados pasos resonaban fuertemente alrededor del pasillo, preocupada de que alguien notase su ausencia tan pronto como daba inicio su jornada laboral. Sus cejas fruncidas y sus labios apretados delataban la inquietud que existía en su ser por haberse quedado dormida más de la cuenta, la somnolencia le había ganado la batalla en su cama debido a las pocas horas que había descansado la noche anterior.

Iba con media hora de retraso.

Sin embargo, entre esos pensamientos que la mantenían tensa; estaba ansiosa por el resto del día. Su tarea de hoy se dividía en dos partes, lo que debía hacer por obligación, y lo que haría por curioseo. Sus superiores demandaron una cuidadosa revisión de ciertos informes que incluían valiosa información de químicos tóxicos o medicinales, su labor consistía en que se debía asegurar de que todo estuviese perfectamente detallado, los datos solicitados tenían que estar completos y sin errores; algo simple y rápido para ella.

También pondría manos a la obra en finalizar uno de sus caprichos de años, aquel proyecto que —posiblemente— podría hacer sus sueños una realidad.

Esbozó una amplia sonrisa en su rostro gracias a ese reciente pensamiento que se transformó en motivación.

El cesar de sus pisadas hizo abrirse a la puerta corrediza de forma automática, la tecnología estaba bastante avanzada en aquel sitio, este tipo de avances estaban tan normalizados, que las entradas convencionales de madera eran parte de el siglo pasado. Una moda arcaica que no muchos mantenían, pues la mayoría de los ciudadanos querían seguir viviendo considerándose «evolucionados».

El clásico aroma metálico que emanaba ese cuarto hacía que la chica delirara contenta. En medio de su goce, sus pupilas dieron con una muchacha castaña que se mantenía atenta leyendo fluidamente los papeles que estaban esparcidos por sobre un mesón blanco que se hallaba en el centro del laboratorio. Los labios de Cassy se extendieron haciendo ver su sonrisa más grande, así que con total entusiasmo chilló captando la mirada de su compañera.

—¡Buenos días!

—Buenas —respondió automáticamente y dio una pausa larga tomando una bocanada de aire —, oye, Cassy. ¿Reanudarás tus intentos de...?

La mente de Danni —la castaña—, estaba en un completo enredo. Por un lado le daba igual que Cassy perdiera su tiempo de la forma en que lo hacía, pero por otro, sus superiores ya le habían reclamado una vez a la chica por tener otras prioridades que las establecidas. Gracias a eso, trataba cada día de convencerla de abandonar esa locura, intentaba arrastrarla a la palabra «imposible».

Pero, ¿cómo se sabe que algo es teóricamente imposible si ni siquiera se ha intentado aún?

Eso último era lo que más se cuestionaba Cassy en su cabeza desde hacía mucho tiempo. Era la única respuesta posible que tenía para justificar su anhelo.

—Sí, seguiré. Esto no alterará mi rendimiento, es sólo una forma de disfrutar mi tiempo sin dejar de destacar en lo que hago —puso sus manos en sus caderas—. Todo esto es ciencia pura, Danni.

La nombrada ignoró lo sentenciado por la pelinegra y continuó con lo suyo, cosa que ya era rutina. Esta última arrugó su nariz enroscando una vacilona curvatura en sus labios a la vez que se dirigía a colocarse su bata blanca que marcaba el número con el que la identificaban; Seis.

Acomodó lo que podía de su ropa y deslizó por sus brazos la prenda que utilizaría. Su raciocinio se cubrió de imaginación al visualizarse ejerciendo su objetivo en cosa de segundos, el proyecto sin nombre que había estado ideando y poniendo en marcha tiempo atrás. Tenía el deseo desmedido de crear un dispositivo o máquina que le permitiese evidenciar la vida existente en otros universos, coexistir con los seres que residiesen en ellos y experimentar la cultura de ese lugar.

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