16. Sabores I

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¿Al menos esto sería algo legal? Cuestionaba un tanto preocupada. Sin embargo, creyó que podía confiar en que nada pasaría, al menos por el momento.

Se decidió a confiar en el pelirrojo.

—¡¿Y qué estamos esperando?! —exclamó con una sonrisa mientras salía del auto velozmente, dejando al chico atrás.

Seven reaccionó unos segundos después, dejando el carro cerrado y bien situado a un lado oculto de la entrada. Siguió con rapidez el paso a la azabache, mirándola divertido.

Los ojos negros de la chica recorrieron en detalle la lisa forma y textura de la entrada color caoba. Captó que —aparte— de la deformación que había visto de lejos, también poseía unas desviaciones en los extremos. Aquello le facilitaría su tarea para escalarla, se afirmaría con precisión sobre ellas.

Su mano se aferró a la cerradura, sosteniéndola fuertemente para tomar un leve impulso. Gracias a eso, consiguió que su pie se posase en la superficie sin resbalar. Su palma libre viajó hasta una rama de árbol gruesa que se asomaba en un lateral de la puerta, y su otro pie llegó a la parte curvada de la madera, quedando completamente bien equilibrada.

Aunque un poco torcida e incómoda.

Seven la observaba con una ceja alzada, quería ver qué tan capaz de continuar sería la chica, así que él se limitó a ser espectador de su intento concentrado para subir.

Soltó la cerradura y colocó sus dedos por encima de la puerta, justo en el borde superior, dejando uno de sus pies en donde antes estaba su mano. Tomó un impulso un poco más fuerte para situar su otra palma aún más alto. Sin embargo, en un respiro, su mano no logró llegar a donde ella quería.

Se desvió un centímetro, haciéndola resbalar.

Su cerebro fue más rápido y sujetó en una fracción de segundo otra de las ramas, logrando un balance perfecto con su peso.

—Uh... —suspiró, con sus latidos agitados.

Lo que ella no sabía, era que Luciel se había movido un poco, cambió su posición precisamente para atraparla en caso de quedar sin forma de sostenerse.

Independiente de que no fuese a una altura tan peligrosa.

Una risa entre la burla y el alivio se escapó sin control desde los labios rosáceos del pelirrojo. Al oírla, la muchacha se avergonzó, se sintió torpe por su casi caída. Pero eso se disipó inmediatamente debido al melifluo sonido que hacían sus carcajadas.

Seven se ríe muy lindo, se decía en su cabeza.

Cassy llegó a la máxima altura de la entrada, y pensó en lanzarse sin pensárselo al otro lado.

—Ten cuidado... —sugirió él, todavía viéndola desde abajo.

Ella lo miró y le levantó el pulgar, estaba sentada en el borde negro de la puerta y vislumbró pequeñas piedras que habían en su destino. Así que con rapidez captó la ubicación de cada una de ellas y encontró un sitio perfecto para su aterrizaje.

Simplemente dejó caer su cuerpo.

El choque de las puntas de sus pies con el terreno hizo que se levantase una pequeña nube de polvo que desapareció casi al instante. Debido a la velocidad y para reducir el impacto producido, Cassy había doblado sus rodillas, aunque estuvo a un grado de caer sentada.

Se levantó con éxito y observó al chico, estando atenta a su presencia.

Los movimientos ágiles de Seven eran similares, pero más rápidos y mucho más audaces. Como si estuviese capacitado para ese tipo de cosas, como infiltrarse en lugares y escaparse en segundos.

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