24. Cerveza

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Aquella noche se quedó despierta hasta muy tarde.

Se había convencido a sí misma de que el pelirrojo saldría en algún momento, tenía planeado preguntarle acerca de la reunión que tendría con Jaehee. Para su decepción, no logró verlo, se había dormido antes de que pudiese reaccionar a sentir sus pasos caminando por el pasillo. Lo único que recibió en señal suya fue su clásico «buenas noches», que aun así; la había hecho sonreír.

A pesar de todo él quería mantener una fina línea de contacto, sin importar que fuese distante. Tenía el pensamiento de que si seguía de esa forma, ella se querría alejar tarde o temprano.

Eso sería lo mejor, ¿no?

Los dos días restantes se basaron en ese tipo de comportamientos con muy poca interacción; pero muchas peleas internas por querer ver al contrario. No se molestaban entre sí, pero a través de las paredes se preocupaban por el otro. Cassy se inquietaba sabiendo que Seven apenas salía del cuarto, y cuando lo hacía; era porque ella estaba dormida. Se enteró de eso gracias al desorden que Luciel dejaba, llenando de migas y bolsas vacías de honey buddha chips, y latas sin ni una sola gota de dr pepper sobre la mesa.

Cada vez que recordaba esa imagen fruncía el ceño, pues tenía el preocupante presentimiento de que él no consumía más que eso en todo el día. Y lo que más le inquietaba era que con cada nuevo amanecer, llegaban otras 24 horas más sin verlo.

Sabía que estaba ocupado, pero, ¿era razón para evitarla de esa manera?

Volvió a la realidad sacudiendo su cabeza y soltando un suspiro, su reflejo se mostraba con una expresión calmada, mas; sus comisuras estaban sutilmente bajas producto de la angustia que seguía comiéndole el pecho. Su figura frente al espejo se balanceaba de lado a lado sin un objetivo específico, sólo estaba observándose. Sin embargo, desde el día en que Seven le había dicho que tenía lindos ojos; se los miraba todas las mañanas, aunque no sabía el porqué. Su vista paró en un punto exacto de su cuerpo, su cuello llamó toda su atención al resaltar por la violácea marca posada en la zona. Y recordó que fue el mismísimo pelirrojo el culpable de ello.

Gracias a las enseñanzas de Jaehee, pudo darse cuenta de que se trataba de un chupetón.

El calor envolvió su rostro al revivir esa escena en su cabeza, el tono rojizo llegó invadir desde la punta de su nariz hasta sus orejas por sólo imaginarse otra vez el aliento del muchacho en su piel. Levantó su mano temblorosa dirigiéndola hasta allí, donde sus dedos pasearon por el contorno de la mancha, con cuidado y una lentitud extrema; como si tuviese todo el día para analizarla a detalle, y llegó a una conclusión; le gustaría repetirlo.

En un segundo comenzó a oír sus propios latidos al estar tan inmersa en sí misma, y logró darse cuenta de que ese ritmo era más rápido de lo normal.

¿Estaba todo bien con su corazón?

Quitó esa duda de su mente para volver a su cuello manchado, debía esconderlo y evitarse un interrogatorio de los chicos que sólo la terminarían avergonzando, sin embargo; ¿cómo lo ocultaría? No tenía ni la más mínima idea. Hasta que simplemente pensó en que le pediría consejos o alguna ayuda a Jaehee.

La vibración del celular sobre la cama la sobresaltó, la reciente llegada de una notificación hizo que sus piernas se movilizaran por su cuenta para llegar hasta el aparato. Para su completa sorpresa se trataba de un mensaje, una sola oración escrita por el chico con el que vivía, un simple pero a la vez un tanto preocupante «ven a la cocina» fue suficiente para ponerla de los nervios.

Su intento de paz interna fue perturbado hasta llegar al desasosiego, proporcionándole un leve temor hacia lo que Luciel pudiese decirle. Aunque por otro lado, se sintió feliz de poder estar en un mismo sitio que él.

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