7. Familias

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La diferencia de frialdad con la que Jumin miraba a Jaehee y a Elizabeth le causó gracia a la azabache, comprendió que todos apreciaban a una linda criatura de forma distinta a un humano. La castaña de anteojos dejó escapar un duradero suspiro exhausto e inquieto al momento de cerrar la puerta, despidiéndose con un simple «que tenga un buen día», una vez incorporada en sí misma, quitó rápido y ágilmente su blazer negro sintiéndose cómoda para ir a guardarlo a su cuarto.

Cassy se giró y se aproximó al armario para indicarle al chico que ya podía abrirlo.

—Seven —golpeó levemente el mueble de madera—, ya puedes salir.

El pelirrojo abrió los ojos de golpe, se había quedado medianamente dormido por dos minutos allí dentro, incluso estando con el cuerpo torcido. Sus articulaciones sonaron al acomodarse, y con pereza, salió. Jaehee estaba apoyada en el marco de la puerta tocando su entrecejo con los dedos en señal de molestia.

—Estaba a punto de trascender al séptimo sueño~ —vocalizó con dificultad—. Muy cómodo tu closet Jaehee —ironizó haciendo alusión a la posición que mantuvo estando dentro.

Cassy lo miró directamente riendo, aunque, llevó una de sus manos a sus labios intentando contener los impulsos burlescos al ver el pelo del chico aún más desordenado que de costumbre.

—¿No deberías enseñarle a usar el celular? —sugirió, rodando los ojos.

—... Emh ¡Sí! —exclamó reaccionando enérgico— ¡Vámonos!

El chico sin pensárselo dos veces, sujetó la muñeca de Cassy para prácticamente arrastrarla al sofá mientras tarareaba una canción. Aquello provocó en la muchacha una mueca de desconcierto, pues ella no estaba acostumbrada a que la tocasen ni un poco, sin embargo; no lo consideró como algo incómodo, sólo extraño.

Sentados uno al lado del otro, Luciel comenzaba a darle indicaciones sobre las utilidades que tenía el dispositivo, enseñándole inicialmente cosas simples; como sacar fotografías, llamar a sus contactos —y cómo añadir nuevos—, mandar mensajes, etcétera.

Con la destreza desarrollada en sus dedos, el un par de segundos el chico añadió su número a los contactos de la pelinegra, ella sólo observaba la agilidad de sus manos asombrada, pero sin comentar nada al respecto.

«Dios Seven», leyó la fémina y curvó sus labios divertida.

—Ya puedes hablarme por el móvil, Cassy —sonrió inocentemente.

Seis encontró la manera perfecta para describir al muchacho justo en ese preciso instante, la palabra explosivo era lo que más resonaba en su cerebro al verlo, todo tenía sentido, su colorida vestimenta, su carismática personalidad, y su cabello. Aunque también ella sospechaba de una posible audacia bien desarrollada en él, pero ese era un tema que trataba de ignorar.

—¿Y si te llamo ahora? —sonrió despejando su mente.

—Puedes llamarme cuando quieras.

—¿De verdad? —indagó un poco sorprendida, no querría ocupar el tiempo del chico sobrecargándolo con su voz a través de un teléfono.

—Aunque hay excepciones~ —bromeó—, no lo hagas en medio de la noche. A menos que seas una pervertida y te gusten las llamada un tanto... especiales —le dio un leve codazo a Cassy en el brazo.

La chica ladeó su cabeza en señal de confusión, el juego de Seven la descolocó de sus sentidos tratando de entender sus referencias, sin éxito; así que se decidió a preguntar.

—¿Pervertida? ¿Llamadas especiales? ¿A qué te refieres?

Las tonalidades de las mejillas del chico se bañaron en un color rosáceo hasta llegar a ser un rojizo un poco más intenso. La azabache no entendía las razones de los sonrojos tan constantes de la gente allí, le parecía raro, porque ella no solía hacerlo con frecuencia.

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