Capítulo 22

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El inicio del final.

Natasha.

Una última noche en lo que conocería el amor y sería mi despedida de todo. No podía sufrir más. No quería seguir sufriendo porque no corazón no lo podrá aguantar. Dejarlo todo y cumplir con lo que más anhelaba en este momento... desaparecer.

Sabía que mi tío me haría daño aun estando muerto. Siempre hay alguien más dispuesto a realizar su trabajo sucio. He convivido con mi familia y me han dado tanto amor que me siento realizada, pero el temor de que Rinaldi me los quite aún después de muerto, no lo puedo permitir.

Esto empezó por mí y terminará por mí.

Sería perfecta he inolvidable para los dos. Nunca imagine tener una vida junto a alguien y sinceramente no la deseo mientras mi mundo sea un completo caos. Me entregué a un hombre una vez, pero no tenía idea de que tipo de sentimiento podía tener por él.

Esta será mi primera vez, pero con toda la seguridad del mundo, puedo decir con mucho orgullo que es por amor.

Sin saberlo, lo quiero, lo deseo y sí, también lo amo.

Entramos a la habitación en total silencio, él cerró la puerta después de que yo encendiera la luz, avancé hacia él, nos encontramos y me estrechó entre sus brazos, clavando sus labios en los míos, que al segundo se abrieron ansiosos de su lengua... ansiosos de esas caricias salvajes que al parecer le gustaban...

Deseos de comernos las bocas como cavernícolas antes que normales seres humanos, pero lo detuve...

No era eso lo que yo quería.

No del todo.

Le impedí esos ímpetus más salvajes, más bestiales que otra cosa, sustituidos por dulces accesos de ternura, de dulce amor. Claro que admití su lengua, para acariciarla con religioso fervor. Quise adueñarme de su maravillosa boca para saborearlo hasta en sus más recónditos rincones, saborear extasiada, su dulzura. Saciarme de todo él... todo... todo... enterito. Rendida y anonadada de amor por aquel hombre que deseaba.

Nate se vio desconcertado ante lo que no sucedía, pero enseguida se sumó a esa caricia suave, tierna, dulce, casi exenta de erotismo, de rastro alguno de sexualidad, pero impregnada de todo el cariño, todo el amor del mundo que puede unir a un hombre y una mujer. Seres humanos que buscan más que sexo, aunque todo llegaría, nos amábamos, nos queríamos... como lo que somos, seres humanos capaces no solo de pensar, sino también de sentir con todas las fibras de su ser. Retiré mis labios de ella para poder soltar todo lo que en mi interior moría por decir.

—Te quiero, Nathan. Te quiero más de lo que te puedes imaginar —admití, mirando sus hermosos y dilatados ojos.

—No sabes lo feliz que me hace escucharte decirme eso —juega con mi nariz—. Eres una bonita razón para soñar una vida juntos.

—Tal vez después... —esa fue mi única respuesta porque volvió a besarme.

—¿Estás segura de esto? Natasha, no quiero que te arrepientas más adelante —detiene el beso y veo sus ojos oscurecidos de lujuria y deseo.

—Estoy segura y todo estará bien —responde con voz ronca.

Suspiro y solo ruego a no sé quién para que en él no sufra después.

Alzó mi vestido suelto gris de mangas largas, comenzó a acariciarme, a apretarme las nalgas, bajo mis bragas de encaje que llevaba, me besó el cuello mientras yo lo echaba para atrás para darle un mejor acceso.

Lentamente me sacó el vestido y mis senos saltaron a nuestro deseado encuentro, los masajeó suavemente sobre el sujetador con sus toscas manos, y en un ágil movimiento desabrochó esa incómoda prenda, mis senos sin nada de protección comenzó a chuparlos y besarlos fuertemente, unos sonoros gemidos de placer se me escapaban y en cierto momento era tan bruto que me lastimaba. Sus manos acariciaban mis nalgas bajo mis bragas, de vez en vez se deslizaba mi mano por su miembro erecto, al sentir el rozar en él, lo hacía suspirar y otras veces él, metía sus dedos dentro de mi mojada vagina.

Tú Me SalvasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora