Capítulo 3

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¿Qué tan difícil puede ser aceptar que no todos somos iguales? 

La sociedad tiende a juzgarnos ya sea por; raza, sexo, religión, ideología política, forma de vestir, nacionalidad y hasta tu personalidad. Lo peor de todo esto es que creen tener derecho a hacerlo. A pesar de venir de padres a los que no recuerdo darme afecto. Mejor dicho, padres a los que no recuerdo. 

El abandono de un niño es muy común cuando los padres no están preparados para ser personas responsables.

Fui criada por mis tíos y durante mucho tiempo me intentaron cambiar lo que en mi niñez, alguien, me enseñó. Recuerdo mis principios, mis valores y enseñanzas rusas. Antes era muy presumida en cuanto a mi nacionalidad o lo perfecta que soy, pero mis tíos me hicieron cambiar. Me enseñaron a tener respeto por los diferentes gustos de todos los seres humanos y a ser más humilde. 

Pero no nos engañemos. Ellos aborrecen a los rusos, ellos aborrecen a alguien... a Sasha.

—No puedes juzgar a nadie si debes salvarlo. Eres doctora y debes cumplir con tu deber como la madre de todos —opina mi conciencia.

¿Ahora soy la madre de Thor? 

Ok, regresemos al tema principal... 

La aceptación de los individuos.

Yo lo comprendo todo, es más, no suelo presumir, pero ayudo en los orfanatos y casas hogares. El dinero no me importa, siempre me ha gustado ayudar a los demás. ¡Pero no puedo aceptar que mis queridos tíos sean amigos de pandilleros! Eso ya supera cualquier intento de vivir en paz. Es increíble como los criminales manipulan todas las situaciones a su antojo. Yo sinceramente debo ir con un juez a pedir una caución para mantenerlos alejados de esos sicarios.

¿Los estarán amenazando? ¿Por qué no me di cuenta antes? ¿Les tendrán miedo? O tal vez... son todas las anteriores y lo saben disimular muy bien.

Yo acepto que sean amigos a distancia, es más, acepto que se vean a través de un celular, pero que se mantengan alejados de mi adorable familia.

—Vaya, la que no juzga está juzgando —murmuro, suspirando veo a mi terrible amiga venir hacia mí.

—¡Natasha! —grita, muy eufórica, Dani.

Danielle Barone, es mi mejor amiga desde que tenía unos 9 o 10 años. Estudiamos juntas casi siempre, somos como hermanas. Su padre es italiano y de su madre solo sé que los abandonó unos meses después que ella naciera. Dani, así le digo por cariño, es una chica dulce y bastante alocada, disfruta de su juventud más que yo. Ambas tenemos la mi misma edad. No es porque sea mi amiga, pero es una bella persona tanto por dentro como por fuera. Siempre ha estado para mí en mis peores momentos. 

Ella vale oro y yo la adoro a morir. 

Mi adorable pelirroja es bastante especial. Es que no quiero decir loca. Bueno, su profesión tampoco la ayuda. Hay una leyenda en el hospital donde trabajo. Dicen las malas lenguas, que los psicólogos están más locos que sus pacientes. 

¿Pero qué persona normal tiene una mejor amiga normal? Siempre encontraremos la calmada y la loca, el ángel y el demonio, el yin y el yang, la despistada y la no despistada, la habladora y la muda. Una siempre complementará a la otra y por eso recibimos el nombre de, mejores amigas.

En fin, continuemos con mi monólogo descriptivo...

Trabajamos en el mismo hospital, somos de esas amigas que hacen casi todo juntas. De verdad no sé que haría sin ella. Danielle es la que me mantiene vigilada en caso de tener alguno de mis ataques de ansiedad. No vivimos juntas, pero ganas no nos faltan, el problema es el dinero. El turno de trabajo de Dani es hasta la tarde, en cambio el mío es... bueno, el mío supera las 12 horas. Todo depende del estado de ánimo de mi jefe y las horas que me quiere fuera del hospital.

Tú Me SalvasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora