Diego llegó a casa y subió a su cuarto. Una vez más comenzó a llorar mientras recordaba lo que le había dicho a Fran.
-¿Diego?-dijo Gregorio desde el otro lado de la puerta.
-papá, ahora no quiero hablar-Gregorio entró en la habitación y se sentó en la cama con él.
-hijo, ¿no puedes contarme lo que te pasa?
-no creo que lo entiendas-dijo mientras se levantaba.
-tal vez sí. Yo también tuve mis problemas de adolescente.
-bueno. Verás, sigo sufriendo por Fran.
-¿por qué? ¿Todavía la amas?
-Sí.
-y, ¿se lo has dicho?
-aunque lo hiciese no cambiaría nada.
-¿y si ella también sigue gustando de vos?
-entonces…-suspiró-no lo sé. No sé qué hacer con ella.
-Diego…verás…Yo y tu madre también tuvimos una crisis.
-¿en serio?
-sí, hasta que…le dije que no podía vivir sin ella. Te contaré la historia desde el principio:
Cuando yo iba al instituto, no estaba interesado en las chicas. Pensaba que sólo era una distracción, así que no me molesté en conocer a chicas o en quedar con alguna. Esa era mi postura con respecto las mujeres hasta que llegó tu madre. De repente, quería estar con ella, quería salir con ella y quería que ella sintiese esto mismo por mí. Comencé a hablar con ella. Poco a poco, comenzamos a acercarnos más y más y más hasta que…le dije todo lo que sentía, pero llegué tarde. Otro chico había sido más rápido que yo. A partir de aquel momento, no quise volver a tener nada que ver con ella ni con ninguna chica. Nos veíamos de vez en cuando y hablábamos, pero ella sabía que me había dolido el que tuviese novio. Comencé a bajar las notas y dejé de ir a las clases. De repente, un día me dijeron que había cortado a su novio. Quería saber cómo estaba, ya que pensaba que estaría triste, pero no resultó ser así. Cuando nos volvimos a encontrar cara a cara, me dijo que lo había hecho por mí, porque ella también sentía algo. Lo que te quiero decir diego es que, algunas veces sólo necesitas ser sincero y que ella también lo sea.
-no sabía que mama y tu…
-bueno, son cosas que pasan.
-yo ya le he sido sincero, es ella la que tiene que serlo. Gracias papá.
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Diego se levantó temprano y comenzó a prepararse para ir al instituto. Cuando llegó, Violetta le saludó, pero él la ignoró. Cuando terminaron las tres primeras clases, Violetta fue con él.
-¿qué te pasa?
-nada…
-¿es por Fran?-el guardó silencio-¿qué pasó ayer?
-no tiene importancia. Tengo que decirte una cosa.
-¿sí?
-ven-la llevó a una mesa y se sentaron uno frente a otro-no quiero seguir con esto.
-¿por qué?
-no es por ti, es que quiero tomarme un descanso. Estoy un poco harto del amor.
-bueno, si es lo que quieres.
-me alegro de que te lo tomes bien.
Volvieron dentro del instituto y se separaron. En ese momento, Fran apareció y se paró frente a diego.
-hola.
-hola.
-¿podemos hablar?
-sí-en cuanto Diego la miró se dio cuenta de que Fran tenía un ojo un poco morado junto con una herida debajo de la ceja-¿qué te ha pasado?
-¿esto? Fue con...una puerta.
-¿una puerta?
-sí, una puerta-diego sabía que estaba mintiendo. Semejante herida no la hacía una puerta-quería pedirte perdón.
-¿por?
-por lo de Marco. Cuando lo descubriste todo ni siquiera intenté explicártelo. Quería decirte que siento que haya pasado todo esto. No quiero volver a dejarte, quiero que seamos siendo amigos.
-y yo.
-entonces, ¿me perdonas?
-¿cómo no voy a poder perdonar a mi mejor amiga?-se abrazaron por unos segundos.
-bueno, debo ir a clase.
-espera-dijo mientras la cogía del brazo para que no se fuese-necesito saber una cosa.
-¿sí?
-¿sientes algo por mí todavía?
-Diego, yo…-él se acercó más.
-dímelo, por favor.
-yo…
-¿Fran?
-Marco…tengo que irme.
Diego se giró y vio a Marco contemplando la escena. Pensó que le habría puesto furioso. Eso explicaría el golpe de Fran.
-Fran…
-¿sí?
-¿qué tal si quedamos hoy para continuar con el trabajo?-ella miró a diego y el asintió.
-vale.
-espero que tu ojo mejore.
-sí…eso espero.