XXXI|Yo Elijo.

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Abril 8, 2015.

Me sorprende lo mucho que puede llegar a soportar mi cuerpo. Sé que mis niveles de sangre están a punto de llegar a cero y mi corazón quizás ya pesa dos libras, pero aún así mi flaco y demacrado cuerpo insiste en que no es hora de morir.

¡Ese es el espíritu!

—Oye, sé que estás yendo a donde tus respectivos doctores cada mes y ellos creen que puedes aguantar dos meses más, pero creo que deberías considerar ir a otro médico un poco más competente—Madison últimamente está muy meditadora sobre qué es y qué no es prudente hacer.

—Si las cosas estuvieran mal ya no tuviera este bebé dentro de mí ¿No crees?

Eso, Amelie, engañémonos.

—¿Entonces por qué luces tan cansada? Parece que todo el día estás corriendo una maratón.

—Tal vez no luciría tan cansada si mi hermana no escogiera el momento del almuerzo para decirme que luzco horrible—trato sacar todo el drama de embarazada que me es permitido, intentando persuadirla.

—N-no, no lo digo con esa intención, Amelie, es solo que—

—Sí, sé que luzco como un cadáver que acaba de morir por una desnutrición crónica... Incluso tengo la panza hinchada, solo que aquí sí hay algo. El punto es, que sí, sé que luzco mal, que no tengo el aspecto que una embarazada normal debería tener y que más bien parezco que estoy embarazada de un vampiro, pero ese es el punto, no soy una embarazada normal, soy una falcémica cardiópata siendo la incubadora de otra vida cuando ni siquiera puede con la suya.

—Deberías llamarlo Edward.

—¿Qué? —no puedo evitar reír—Oye, no puedes esperar que me tome en serio tus consejos cuando de la nada dices esas cosas.

—Lo sé, no es el momento—niega varias veces—, fue estúpido.

—Aunque, pensándolo bien, Edward es un bonito nombre—asiento.

—Y cuando pregunten por qué, diremos que lo escogimos porque él parecía un pequeño vampiro que succionaba toda tu sangre y fuerza—ríe.

—De acuerdo, ignoraré eso—frunzo el ceño antes de dar un bocado de mi comida.

—¿No has pensado ningún nombre?

—Pues ¿Qué te digo? Mi mente es un desastre y no precisamente por un nombre, creo que no da para más.

—Deberías pensarlo, el tiempo pasa volando. Tus cinco meses son prueba de ello—ella ríe, mirando a la nada—. Recuerdo como si fuera ayer el día que encontré esa prueba de embarazo.

—Sí, no he olvidado lo chismosa que eres.

—No soy chismosa, tú dejaste eso a la vista de todos.

—Se supone que una cartera es privada, no se busca nada a menos que el dueño te lo pida.

—Cariño, naciste en el país equivocado si lo que buscas es privacidad.

—Para la próxima comida recuérdame quedarme a comer en mi cuarto—replico, levantándome del sofá que ahora funciona como comedor. Últimamente el comedor es un mueble inservible que solo ocupa espacio. Ya no comemos juntas, ni siquiera fingimos que estamos tranquilas o bien.

—Puedes ponerle Ethan.

—Eww—frunzo el ceño por décima vez.

—¿Thiago?

—¡No!

—¿Joshua?

—¿Puedes guardar silencio? Gracias.

Amelie|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora