XL|Fiesta Colectiva.

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Enero 26, 2016.

Finalmente, después de tantas peleas con mamá, quedarme casi calva de pensar en formas económicas de hacer una fiesta y prometerle a Madison que sí haría su fiesta de quince años a como dé lugar, aquí estamos, en el día especial.

Para lograr una fiesta decente tuve que hablar con media ascendencia Sanders, que estuvo de acuerdo en apoyarme. El lugar del evento, las sillas, las mesas, el vestido y la tiara fueron donados por Edyah, una prima segunda de nosotras.

Lo admito, donó todo lo importante, o sea, casi todo.

Los demás donaron dinero para la comida, el maquillaje y la decoración. El pastel fue donado por un pastor y viejo amigo de mi madre, el señor James.

Es una fiesta colectiva.

Observo con satisfacción el lugar en el que pronto se celebrará la fiesta y me aplaudo internamente. A eso le llamo trabajar con lo que se tiene.

En el garaje de Edyah se extienden cuatro mesas redondas, decoradas con manteles blancos y arreglos de flores artificiales violetas y blancas, rodeadas por sillas enfundadas en forros blancos con lazos, también violetas. La mesa del pastel está en el centro, con el pastel rodeado por más flores artificiales de distintos tonos de morados y blancas.

Asiento una vez más y entro a la sala, donde están Madison, Edyah y Emma.

—¿Qué peinado te quieres hacer?—pregunto, refiriéndome a Mad, aunque sé que me dejará escoger.

—No lo sé, lo que quieran—se encoge de hombros.

Como dije.

—Bueno, vamos a lacearte el cabello—le propuse, invitándola a venir conmigo a la habitación.

[...]

Después de una hora con un secador en la mano, una hora más poniendo un fastidioso vestido violeta—sí, Madison tiene una pequeña obsesión con el violeta—con cretona y unos diez mil botones, hacer un maquillaje decente con mis escasos conocimientos y escaso maquillaje y rogarle a Mad que no llore porque se correría todo como quinientas veces, estoy sola en la habitación.

Me estoy terminando de poner mi vestido cuando me entra una videollamada de Peter.

—¿Qué haces llamándome a esta hora?—le cuestiono.

Quería ver si ya había iniciado.

¿Y...?

Y verte vestir un asombroso vestido de nuevo—culmina.

Frunzo mis labios y niego constantemente, avergonzada.

Estoy calzada con un vestido de Animal Print blanco, zapatos bajitos del mismo color y el cabello suelto. Nada wow.

—No hay nada especial que ver. La maternidad precoz me dejó con muchas imperfecciones que antes no tenía, mucha flacidez y poca belleza.

No necesitas nada especial, tú ya eres especial.

—No soy una mujer especial—resoplo, dándome los últimos toques de maquillaje—, soy una persona normal, común y corriente.

Eres todo menos especial, Amelie.

Recontramierda.

Amelie|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora