XLIII|Mi Espíritu(Final).

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(Escuchen la rolita, porfi (:)

Mayo 1, 2016.

Estoy a mitad de mi primer batido proteico del día cuando Madison entra a la cocina.

Hoy es día no laborable aquí, por lo que todas las mujeres de esta casa están en ella.

—¿Qué haces despierta tan temprano?—me pregunta, frotándose los ojos.

—Tengo cosas que hacer—digo. Le doy el último trago al batido y dejo el vaso en el lavaplatos—. Voy a ponerme la inyección y después compraré un pantalón fino, ya sabes, para el trabajo.

Después de muchas oraciones, mi curriculum en medio país y muchas crisis, tengo trabajo. Ni siquiera puedo creerlo.

No es un trabajo supero wow, pero es suficiente para mi yo inexperta, alias "Solo sé hervir agua"—no es cierto, sé cocinar—.

El punto aquí es, que me siento magníficamente bien hoy.

Ambas nos vamos a la habitación, ella se vuelve a acostar y yo empiezo a despojarme del pijama.

—¿Lista para mañana?—le pregunto, sabiendo que está todo menos lista.

—No—zanja, con los ojos cerrados.

La historia de Madison es muy larga, pero se resume a que entrará a una escuela nueva—o eso se espera, depende del examen de admisión—, después de estar nueve años en la misma. Es un cambio drástico. Yo estuve en esa escuela, pero las cosas no salieron como esperaba—lo que se traduce a que me botaron—, lo bueno es que Madison es muy diferente a mí, en todo.

—Ah... ¿Quieres practicar un poco?

—No, ya sé todo lo que tengo que saber.

Lo bueno de esta situación es que aún recuerdo el examen de admisión, a pesar de haber pasado más de siete años... A menos que hayan cambiado el examen, ahí sí la cagaría.

—Vengan a desayunar o se enfriará—nos ordena mamá desde la cocina.

Madison se levanta de la cama y justo entra una llamada de Peter, por lo que me quedo en el cuarto.

—¿Qué hay?—le saludo, con toda la alegría que me lo permite mi espíritu.

Vaya, cuantos ánimos—él sonríe y yo lo imito.

—Sí, hoy parece que tengo polos contrarios en mi cuerpo.

¿Por qué lo dices?

Porque estoy muy animada, pero a la vez me siento agotada—revelo—. Es como si mi espíritu es el de una niña de cinco y mi cuerpo el de una anciana de noventa. Nada concuerda.

Oh, ya se te pasará, ya verás.

Suspiro—¿Qué haría yo sin ti?

Ya vimos eso y descubrimos que nada bueno, así que mejor me quedo aquí y te vigilo.

—Idiota—suelto una pequeña carcajada antes de continuar—. Oye ¿La promesa que hiciste antes de que peleáramos sigue en pie?

Es importante para mí saber eso.

¿Cuál?

La de...—carraspeo—La de venir a verme.

Su gesto de confusión es sustituido por uno de amor. Sí, mucho amor.

Sabes que yo iré por ti hasta el infinito.

—Oww, eres un amor—chillo, fingiendo un puchero—. Bueno, te dejo—me despido con un beso y cuelgo la videollamada.

Amelie|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora