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La clase última clase se Gabriela había terminado, y dejó sus libros en el casillero.

Tenía que esperar a Scott una hora, ya que su horario de los lunes tenía una hora más que ella.

Decidió ir a la biblioteca a buscar libros para la investigación, al terminar de sacar el permiso para sacarlos de la biblioteca decidió ir a dejarlos en el auto, miró el reloj de su celular y ya había pasado una hora, esperó unos minutos y estaba Scott en la puerta , de ella salían muchos estudiantes. Él se acercó a ella al visualizarla.

— ¿Que tal la clase? — preguntó ella al estar cerca de él

— Aburrida — confesó. Ella rió y entró al auto, el lo rodeó y se sentó a su lado en el asiento de copiloto

Comenzaron a hablar de diferentes temas, y el la puso al día con las cosas básicas de su grupo de amigos. Llegaron a la casa color azul rey y bajaron.

— Scott, ¿me puedes ayudar con estos libros? — preguntó señalando una pila de libros.

— ¿Sabes que existe el Internet? — respondió interrogativamente tomando los libros mientras ella se volvía a meter en el auto para sacar sus bolsos. Le pasó seguro que buscó las llaves. Las pasó, y abrió la puerta.

— Bienvenido a mi casa — Dijo la chica — Deja todo eso aquí — Ordenó señalando una pequeña mesa vacía. Scott de inmediato sintió el olor a hombre lobo, y apretó la mandíbula, Gabriela se dio cuenta de esto y dijo — ¿Que? ¿No te gusta la lassaña?

— ¿Que? — preguntó confundido. Luego entendió que ella pensaba que hizo ese gesto por el olor del almuerzo — Para nada, la amo — aclaró. Ella caminó junto a el hasta la sala donde estaba su madre

— Hola chicos ¿como les fue hoy? — Preguntó pero al ver a Scott sus sentidos de lobo se activaron al reconocer que era uno de ellos — Soy Elena, la madre de Gabriela — se presentó ignorando lo anterior y extendiendo su mano hacia el joven

— Mucho gusto, señora. Soy Scott, Scott McCall — Respondió dándole su mano

— Ya la lassaña esta lista, vamos al comedor — informó su madre. Caminaron hasta la mesa que tenía cuatro vasos de vidrio, y una coca-cola — voy a servir la comida, ya vuelvo. Scott siéntete en tu casa

— Gracias — sonrió. Lo dos tomaron asiento uno junto al otro

— De ante mano, te pido perdón por cualquier cosa que digan — Habló Gabriela haciendo que el moreno riera.

Él iba a decir algo pero fue interrumpido por los padres de Gabriela quienes entraron al comedor con un plato en cada mano, ellos se levantaron a ayudarlos, y luego Henrry volvió a la cocina para traer la bandeja que tenía el resto de la lassaña.

— Scott, quiero que seas el primero en probarla — habló Henrry por primera vez, el chico la probó y quedó fascinado, el hombre sonrió — ¿Que tal?

— Está riquísima señor Solv

— Dime Henrry — Dijo el hombre amablemente. Todos comenzaron a comer

— Y dime Scott, cuéntanos de ti — Habló el hombre de cabello negro y ojos oscuros mirando a Scott

— Bueno, trabajo en una clínica veterinaria, y mi mamá es el hospital de la ciudad

— Una familia de médicos — Dijo Henrry más para si mismo.

— Papá, Scott es uno de los mejores jugadores de Lacrosse en la escuela — Informó su hija

— No es para tanto — Dijo Scott restandole importancia

— Mi hijo solía jugar ese deporte con Gabriela — Sonrió el hombre, y Scott escuchó los latidos de la chica a su lado volviéndose más lentos.

ALMAS PERDIDAS 🔹 Liam Dumbar |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora