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Joaquin veía el cielo nublado por la ventana del dormitorio. Las nubes, de un gris oscuro, anunciaban que pronto estallarían. Eran nubes de nieve, Joaquín lo sabía.

Una sonrisa se grabó en sus labios, él amaba la nieve.

Emilio vió al omega sonreír junto a la ventana, y no pudo evitar hacerlo también. Su corazón se encogió un poco al pensar que le quedaban pocos días para estar junto a Joaquín.

Como si lo hubiera sentido, Joaquin bajó la vista para mirar su pecho con el ceño fruncido, luego la volvió a alzar para encontrar a Emilio, quién estaba bastante sorprendido por eso.

—¿Qué pasa, hyung?

Emilio no dijo nada unos segundos, hasta negar con la cabeza.

— Nada, nada...

Emilio fue hacia su cama, sentándose en esta le dolían bastante los músculos y algo la cabeza, pensó que debía ser por toda la tensión de ese día. Entre las noticias, Joaquin y su celo, se sentía bastante estresado. Miró a Joaquin de nuevo, y sintió los párpados pesados.

El sábado era (junto al domingo), los únicos días que no hacía nada más que trabajar su turno en el supermercado, casi siempre los usaba para descansar o hacer tarea de la universidad, pero ese sábado parecía más especial, ya que era el último que tendría a Joaquin acompañándolo, y quería pasar el día junto a él y conocerlo un poco, ya que, por más que sus lobos se quisieran y ya estuvieran a gusto entre ellos, ellos mismos, como personas, eran prácticamente desconocidos. Un bostezo hizo que mirara la almohada con deseo.

— Joaquin— lo llamó, captando la atención del chico al instante—, voy a dormir un rato, despiértame si necesitas algo.

Joaquin asintió, Emilio se quitó algo de ropa para quedar sólo con boxers y la remera, dándole la espalda a todo, mirando a la pared para que no le llegara tanta luz, intentó concentrarse en el olor de Joaquin de las sábanas para tranquilizarse y dormir más rápido.

A punto de caer dormido, escuchó pasos, sintió las sábanas levantarse un momento y el peso sobre esta a sus espaldas. Se volteó instantáneamente, recibiendo a Joaquin, quién se acurrucó en su pecho. Las manos de Emilio rodearon la cintura de Joaquín instantáneamente, y sin querer, pasaron por debajo de la remera del omega, acariciando su piel en círculos lentos y tranquilos, mientras el omega hundía el rostro en el pecho del azabache.

Emilio pudo escuchar cómo la respiración de Joaquin se hace un poco más rápida y errante, llegando a creer escuchar jadeos, cada vez un poco más fuertes, y acallados por el omega, mordiéndose el labio. El mayor recordó el cómo la piel de los omegas de hacía mucho más sensible en su celo, haciendo que un simple tacto como ese pudiera llegar a ser exitante.

Emilio detuvo sus manos enseguida al pensar en eso, con los ojos abiertos de más por un leve susto, sintiendo que había hecho algo malo.

Fue cuando Joaquin, alzó su rostro ruborizado y con una sonrisa hacia el de Emilio, estaba tan cerca que el aire que expulsó al hablar golpeó sus labios.

— Sigue, por favor— pidió, su voz era más suave y dulce. "¿Voz de omega?" pensó Emilio, nunca había escuchado una, aunque sabía de algunos omegas que la tenían, eran muy pocos. Joaquin era un omega muy especial. Emilio sintió el rubor en sus mejillas, su corazón se agitó un poco. Sintió que eso no estaba del todo bien, Joaquin no debía estar en todos sus sentidos y de alguna forma sentía que se estaba aprovechando de él, pero aún así le gustaba. joaquin subió el rostro hacia el cuello de Emilio, frotándose en este.

Delta/EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora