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Últimos capítulos!

No hicieron nada más que abrazarse en silencio, respirando el aroma del otro, dejando caricias, limpiando algunas lágrimas de alivio que aparecieron un par de veces, dando sonrisas, así pasaron horas que para ellos no fue tanto.

Joaquin estaba acostumbrandose al tumulto de emociones en su pecho, intentaba no agobiarse, por más que eran las mismas que él tenía, de alegría, de alivio, de amor, parecía que podría desbordar. Era como si todas sus emociones se hubieran multiplicado, corriendo en su interior.

Por otro lado, Emilio intentaba permanecer tranquilo, por más que quería casi gritar de felicidad, podía sentir la ligera inquietud de Joaquin por tanta carga.

Cuando cayó la noche, alguien golpeó la puerta del cuarto.

Emilio miró al omega.

— ¿Esperabas a alguien?

Joaquin negó.

— Si es Anderson no abras.

— No necesitaba que me lo dijeras para no abrirle.

Emilio se separó un poco de Joaquin para no aturdirlo con el grito de "¿Quién es?" que propinó desde la cama. La puerta se abrió y una mujer joven les dedicó una sonrisa amable, al ser beta, no tenía olor que pudiera molestarlos. En las primeras horas del lazo, las parejas tenían la necesidad de permanecer juntos y solos, compartiendo su aroma y compañía, creando un espacio único para los dos. Y cualquier otro aroma alteraría bastante la tranquilidad de ambos.

La mujer cargaba una bandeja de comida.

— Me ha comunicado el joven Anderson que Joaquín Bondoni no ha comido bien— dijo, y el omega se ganó una mirada seria por parte de Emilio—. Quizás ahora que está usted pueda hacerlo.

Emilio asintió, dándole permiso a la mujer al pasar. La beta acomodó una mesa de cama junto a ellos antes de dejar la bandeja en esta, hizo una reverencia y se retiró, cerrando la puerta. Emilio vió varios cuencos con comida, desde sopa de fideos, hasta ensaladas y pollo, acompañado de pequeñas botellas de salsa de soja y aceite, con palillos y cubiertos para ambos.

Se sentaron, aún bastante cerca del otro, pero lo suficientemente apartados para comer cómodos.

Emilio comenzó a regañarlo por no comer, con lo que Joaquín sólo bajó la cabeza, concentrándose en su sopa y sus fideos

— Hyung— lo cortó, el otro dejó de hablar, el omega tragó duramente—. Estoy embarazado...

El volumen de su voz había ido bajando estrepitosamente en esas dos palabras, y Emilio tardó un momento en pensar que había escuchado bien. Una mirada insegura, acompañada por ese sentimiento en su pecho, hicieron a Emilio reaccionar.

Emilio sonrió amplíamente, mostrando sus encías, haciendo desaparecer sus ojos, comenzó a reír. Joaquin sintió toda la felicidad de Emilio, por lo que sonrió también.

El azabache miró a Joaquin con gratitud, besó sus labios con cariño, y luego bajó sus manos hacia el abdomen del omega, imaginando una enorme y adorable barriga que dentro de unos meses sería realidad. Ambos sintieron el miedo del omega descender.

— Yo... No sé si seré un buen padre— murmuró Joaquin.

— Lo serás— Emilio habló con seguridad—. Tampoco voy a dejarte sólo, Joaquín. Es nuestro. Todo lo que no sepas hacer, te ayudaré. Seremos padres juntos.

El omega sonrió, mirando sus palillos revolver su comida.

— Pero pensemos en ser padres luego, ahora come— habló Emilio con suavidad—. Parece que tienes menos cachetes de la última vez que te ví... En la vida real.

Delta/EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora