019

2.9K 390 46
                                    

Se abrazaron el silencio hasta que ya no quisieron derramar una lágrima más. 

Emilio beso sus mejillas, su pequeña nariz y sus esponjosos labios, aprovechando que no podría hacerlo mañana. 

Tomó su rostro, haciendo que Joaquín lo mirara, con ojos cansados de llorar, aún así sonrió. 

— ¿Puedo amar a alguien en tan poco tiempo? — murmuró el mayor, aunque fue un pensamiento que se escapó.  Joaquín sonrió, escondiendo sus ojitos tras sus mejillas. 

— El corazón no pide permiso para amar, hyung. Tampoco pide tiempo— dijo—. A demás... Somos predestinados, Emilio, ya nos amábamos, sólo necesitabas darte cuenta... 

Emilio no pudo sonreír del todo. 

No sabía si aquello era muy injusto, o muy justo. 

Joaquin era demasiado para él, alguien tan dulce, tan tierno, con esa apariencia digna de un ángel, con el don de ser un adorable amigo peludo a voluntad...

Alguien así no merecía un delta como él, una vergüenza de alfa, un don nadie en el mundo. 

Tenía toda la suerte del mundo por sólo conocerlo, y no se iba a cansar de repetirlo, porque era la única certeza que tenía en ese momento. 

— Joaquin— lo llamó, el tono hizo que el omega borrará su sonrisa—, hay personas que nunca encuentran su predestinado... Hay quienes ni siquiera tienen... Yo... Creo que debes buscar a alguien mejor. 

Joaquin pareció decepcionarse con sus palabras. 

— No quiero a nadie más— dijo, con total seguridad, mirando directamente a sus ojos. 

Emilio negó ligeramente. 

— No quiero que esto sea difícil. 

— Nunca fue fácil, no pongas excusas. 

— Bien— Emilio dió un pequeño suspiro—. No quiero que sea más difícil. 

Joaquin no dijo nada. 

No quería rendirse, no podía rendirse, no después de haber llegado hasta ahí. 

— ¿Sabes cuándo fue la primera ver que sentí tu olor, Emilio? 

El azabache alzó una ceja, no sabía de a dónde ni a qué venía esa pregunta. 

— Cuando viajé a Daegu para conocer a uno de mis pretendientes— dijo—, Asher Jones, alfa, con olor a cerezas y menta un poco demasiado fuerte, al punto en que pensé que era así porque estaba en celo, y agradecí tener el collar por cualquier cosa que intentara conmigo. 

>> Pero no intentó nada. No estaba interesado, y tampoco en celo, su olor fuerte era una peculiaridad. Me dijo que necesitaría tiempo para saber si quería algo conmigo o no, y que había aceptado la reunión conmigo porque no tenía ninguna razón para decir que no. 

>> Pero todo ese día pasábamos hablando, y me habló de ti, mucho. 

Emilio se sentía un poco atacado por en informalismo, pero sabía que era una costumbre del omega, de cuando se molestaba. 

— Me mostró tu habitación, Emilio— continuó—. Asher no le sentía, pero yo percibía perfectamente tu olor, en toda la habitación. 

>> Por primera vez sentí algo, mí lobo reaccionó a tu olor, quería mostrar sumisión y tuve que salir de allí para no agobiarme, no sabía lo que me pasaba... Pero mi lobo sí, sabía que había encontrado a mi predestinado, aunque no estaba allí, eso lo hizo desesperarse un poco. 

Delta/EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora