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— Si... No se ha levantado, no sé cuánto tiempo ha estado en el nido. No sé exactamente cuando lo hizo.

Camilo abrió un poco la puerta para mirar hacia la cama, al cuerpo hecho un ovillo bajo las sábanas.

— Está dormido ahora, estuvo llorando un buen rato hasta que durmió.

Habían pasado las horas, era casi la medie tarde, Asher no había regresado y tampoco contestaba ninguna de las mínimo diez llamadas que le había dejado, ni había leído los mensajes. Escuchó al médico suspirar.

— ¿Todavía no lo marcaste, Anderson?

— No— dijo, bastante bajo.

— ¿Qué esperas?

Camilo no quería hablar, no quería hacerlo.

— No quiero marcarlo sin que él quiera— dijo la primera excusa que se le pasó por la mente.

— Si te refieres al tema del amor, Anderson, eso puede esperar, pero la vida es algo más importante, chico— habló el médico—. Ya tendrán tiempo para enamorarse, pero para eso Joquin tiene que sobrevivir, debes hacer el lazo.

Camilo negó, por más que el doctor no lo viera.

Sin querer decir nada, el joven alfa colgó, se giró a la puerta y la miró un momento antes de entrar al cuarto.

Se acercó a la cama, viendo el tranquilo vaivén de la respiración del omega. Camilo apoyó una mano en el hombro del chico.

— Joaquin... Despierta, tengo algo importante para decirte... — Camilo movió un poco su cuerpo, pero el chico no reaccionó—. Joaquin... ¿Joaquin?

Corrió las sábanas que lo cubrían, viendo lo tranquilo del rostro del omega al dormir, y como sus labios se moviendo un poco con su lenta respiración.

Camilo apoyó el dorso de su mano sobre la mejilla del omega, estaba muy frío. Joaquin ya no tenía rubor en el rostro, al contrario, su piel casi parecía papel, con oscuras y moradas ojeras bajo sus ojos, además de sus labios tenían un tono azulado.

El corazón de Camilo se aceleró por la preocupación, el chico se veía mucho peor que antes.

Subió a la cama, olvidándose en romper el nido,y como si Joaquin hubiera sentido eso comenzó a negar con la cabeza, y su expresión tranquila cambió a una desesperada, aunque no tenía fuerza para abrir los ojos, sus pestañas se aleteaban, apretaba los ojos y apenas abría una rendija para ver, aunque no pudo mirar bien al castaño.

— Tranquilo, Joaquín— Camilo lo tomó por los lados, apretandolo contra sí en un abrazo firme, aunque el omega se agitó para intentar liberarse.

— N-No... — murmuró.

La mirada de Camilo fue hacia el cuello del omega, viendo su lechosa piel, imaginando una marca en su lugar correcto.

Sin su total consentimiento, sus manos fueron hacia el cuello de Joaquin, el omega se sobresaltó, como si supiera lo que Anderson estaba pensando.

— No, no, no...— pidió, apenas con un hilo de voz, sintió las lágrimas caer—. No serás mi alfa, mi lazo no es contigo, no...

Camilo se alejó para mirarlo.

— Yo tampoco quiero, Joaquín— murmuró.

— ¿Entonces por qué mierda lo haces? — soltó, con sus ojos apenas abiertos.

Camilo se detuvo, y por un segundo admiró a aquel omega con todo su ser, aún estando tan débil y enfermo, Joaquín mantenía su postura, y estaba dispuesto a pelear incluso sin poder moverse.

— ¿Sabes que estás muriendo, Joaquín? — dijo, casi en un susurro.

Joaquin se congeló un momento, su labio inferior comenzó a temblar, negó suavemente.

— No voy a morir— murmuró—, mi alfa no va a dejarme...

— ¿Tu alfa?

Joaquin asintió, las lágrimas caían, aún así, sonrió.

Camilo recordó las conversaciones con Asher.

— Tu alfa... ¿Emilio Marcos?

Joaquin volvió a asentir.

— Estuviste con él cuando te creíamos perdido, ¿Verdad?

Joaquin asintió de nuevo.

— Él me cuidó— murmuró—. Y me prometió que estaríamos juntos, así que vete.

Camilo suspiró.

— Joaquin, tú... ¿Ves a Emilio Marcos por aquí?

— Él vendrá...

— Estás muriendo, Joaquín, y yo puedo salvarte.

— No me estás salvando— Joaquín hablaba con seguridad, a pesar de sonar débil—. Me estás condenando a vivir.

Camilo no pudo decir nada.

— Te estás condenando a vivir también— agregó el omega—. ¿No puedes vivir por ti mismo? ¿Al menos en una vida? Por qué no pruebas vivir tu vida, Anderson...

El castaño no tenía palabras.

Los ojos de Joaquin se cerraron, dejó de forcejear y Camilo recargó su liviano cuerpo sobre él. La respiración del omega estaba agitada, casi como si hubiera corrido varios kilómetros, se había agotado en esa discusión.

— Déjame dormir— murmuró el omega, en su pecho—. Y no hagas nada.

Camilo tardó un segundo en hacerle caso a Joaquin, lo dejó en la cama, cubriéndolo con la sábanas y volviendo a acomodar torpemente el nido, salió del cuarto sintiéndose un poco mal.

Caminó por el pasillo, intentando borrar la idea de que Joaquin Bondoni moriría por su culpa.

Escuchó la puerta de la entrada abrirse, y frunció el ceño. Escuchó pasos apresurados y al llegar a la escaleras vió a tres personas en su sala.

— ¿Et? — murmuró, sintiendo su corazón agitarse al ver al rubio.

Los tres alzaron la vista hacia él, pero un llanto los hizo mirar más allá.

Un sollozo como el de un animal, viniendo desde detrás de la última puerta del pasillo.

— ¿Joaquin?

Un intenso olor a café lo hizo voltear de nuevo, viendo a el único de los tres que no conocía, un chico azabache y pálido, subiendo las escaleras rápidamente.

Su fuerte olor y el bajo gruñido del chico lo hizo apartarse del camino, pegando su espalda a la pared. Al pasar a su lado, ahora captando el olor a pino, pareció golpearlo por su intensidad.

Vió a aquel alfa Azabche entrar al cuarto de Joaquin, cerrando la puerta rápidamente.

Delta/EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora