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Capítulos dedicados a esté bella persona valeriaramirez2632
Que pases un lindo cumpleaños y que cumplas muchos más 🥺❤️

Emilio se confundió al despertar y ver a su alrededor. Todo lo que lo rodeaba era negro, y parecía no haber nada más que suelo, sintió la textura de lo que parecía pasto, pero no lo veía. Se levantó del suelo confundido, despacio, viendo hacia todos lados. Frunció el ceño. Un aullido a su espalda lo hizo voltear, abriendo sus ojos en demasía al ver a un lobo enorme detrás de él. Dió un paso hacia atrás por el susto, pero el animal avanzó un paso hacia él. Ladeó la cabeza, viendo que el lobo hizo lo mismo, haciendo que sus oscuras orejas se balancearan hacia un lado. Miró al animal a los ojos, viendo los mismos que encontraba en el espejo.

— ¿Eres mi lobo? — murmuró el azabache. Un ruido un poco más lejos lo hizo voltear, el lobo alzó la orejas, viendo más allá, un ruido como llanto surgió del animal, y Emilio pudo sentirlo en su pecho también, haciendo que bajara sus ojos hacia el mismo. Sintiendo a su lobo querer hacia allí, comenzó a avanzar, no tardó muchos pasos en distinguir un cuerpo, acostado de lado, de espaldas a él y de cabello rubio cálido. Su corazón comenzó a acelerarse. Unos pasos más tarde ya estaba corriendo, deteniéndose a un paso del cuerpo en el suelo.

— Joa-quin...

Su mente se bloqueó un segundo, y el miedo comenzó a inundarlo. Intentando calmarse, recordando sus clases de primeros auxilios y lo que debía hacer si encontraba a alguien inconsciente, se arrodilló a su lado, acercó su mejilla hacia el rostro del otro, para sentir su respiración mientras veía el movimiento de su pecho, tomando por debajo de su muñeca para sentir el pulso bajo sus dedos.

Cuando se aseguró que su pulso y respiración eran normales, que Joaquín sólo estaba dormido, se permitió moverlo, cuando una gota cayó sobre la camisa que Joaquín llevaba puesta se dió cuenta que estaba llorando. Lo giró para sostenerlo en brazos, moviendo su cuerpo y tocando su rostro, llamándolo. Vió al omega batir sus pestañas antes de abrir los ojos.

Emilio sonrió, Joaquin tardó un segundo en hacer lo mismo. El azabache quiso decir algo, pero no tenía palabras ni voz, así que sólo lo abrazó, apretándolo contra sí, para luego comenzar a dejar besos por todo su rostro hasta llegar a los labios de Joaquín, concentrándose en ellos. Las manos de Emilio bajaron de la mandíbula de Joaquín, encontrando la piel de su cuello. Separó el beso para mirar, intentando creer.

— T-Tu collar.

Joaquín sólo sonrió, asintiendo, con un par de lágrimas en los ojos.

— Te dije que te avisaría— murmuró, con el rostro demasiado cerca del de Emilio, haciendo sus labios se tocaran al hablar. El mayor sonrió, besando sus labios de nuevo, para luego bajar hacia su cuellos, besando y mordisqueando un poco su piel, haciendo reír a Joaquín.

Emilio se alejó un poco para mirar los oscuros ojos de cachorro del otro.

— Quiero marcarte ahora...— murmuró. El rostro de Joaquín cambió, borrando su sonrisa para dejar una expresión penosa.

— Hyung... Esto es un sueño— murmuró—. En realidad no estamos juntos.

La sonrisa de Emilio se borró, alzando las cejas con decepción. Se sentía real, podía tocar la piel de Joaquin, había sentido el sabor de sus labios... Aunque ahora que se daba cuenta, no había sentido su olor, no sentía el olor a nada. ¿En realidad no estaba allí?

— Dime que al menos no es uno de mis sueños inventados... — pidió—. Que es uno de nuestros sueños conectados o algo-

— Lo es, hyung— Joaquín sonrió un poco—. Puede sentirme, puedo sentirlo... Es como la realidad, sólo que no es la del mundo, es nuestra realidad.

>> Es... El lugar que nuestros lobos comparten, al parecer. Emilio miró sobre su hombro, hacia aquel enorme lobo oscuro, que ahora frotaba su cabeza contra la de un lobo blanco, que movía la cola con felicidad, recibía las lamidas del otro con lo que parecía una sonrisa.

— En verdad es tu lobo— comentó, viendo lo idéntico que era al que había visto en la televisión, volvió su vista al rostro de Joaquin, acariciando sus mejillas con sus pulgares, admirándolo un momento, apreciando cada detalles, desde la forma de sus labios hasta una leves y casi imperceptibles pecas en sus mejillas—. Te extraño tanto...

La sonrisa de Joaquín tembló.

— Yo también— confesó.

— Te siento— confesó Emilio, llevó una mano sobre su corazón—. Todo el tiempo... Aunque ya no sé cuándo termina tu tristeza y empieza la mía.

Joaquin pareció arrepentido.

— L-Lo siento por eso— murmuró—, los omegas somos muy sensibles.

— Ser omega no es algo para pedir perdón, Joaquín. Y tampoco el que seas sensible.

El omega asintió.

— Sólo no sé cómo estamos tan conectados— Emilio volvió al tema que quería preguntar—. Ni siquiera tenemos un lazo.

Joaquín asintió con una mueca.

— Temo que eso es en parte mí culpa— dijo, mirando los ojos de Emilio, buscando seguridad—. Lo que nos conecta al otro son nuestros lobos— alzó la mano ante la pareja de sus animales, que seguirán en la sesión de mimos—. Cómo te dije... Estoy muy conectado a mí lobo, y mucho de lo que siento le afecta y viceversa...

>> Es como una cadena: Yo me conecto a mí lobo, que se conectan al tuyo, quién te hace sentir lo que me ocurre... Cómo mí lobo y yo somos como una misma persona, él siente todo lo que yo siento, y por lo tanto, también tu lobo... — Joaquín sonrió un poco—. Aunque lo más lindo es que si lo sientes tanto es porque estás más conectado a tu lobo de lo que esperaba.

Emilio no respondió nada por un momento.

— Últimamente no soy tan invisible en la universidad— comentó, recordando al profesor que no lo había mirado en todo lo que llevaba en la carrera—, y varios han notado mí olor.

Joaquín sonrió ampliamente.

— Eso es genial— lo felicitó, Emilio sonrió sólo por ese gesto y lo adorable de la sonrisa de su omega. Las manos de Emilio bajaron hacia el vientre del omega, haciendo la pregunta con la mirada. De repente Joaquín se puso serio.

— No lo sé... No hice ningún test.

Lo que pareció un poco de miedo se instaló en los ojos de Joaquín.

— No te asustes— murmuró—, estaré contigo.

Joaquín sonrió un poco más. Ambos alzaron la vista cuando aquella eternidad negra se iluminó un poco.

— ¿Qué pasa? — Emilio pensó en voz alta.

— Estás despertando — murmuró Joaquín, a lo que Emilio lo miró con miedo.

— No quiero, no quiero dejarte, no quiero irme- — Joaquín apoyó un dedo sobre sus labios, con una sonrisa.

— Sólo será temporal— dijo—, esto es temporal... Sólo tienes que ir a la mansión de Camilo Anderson, donde estoy... Y marcarme, y estaremos juntos.

Una claridad extraña había comenzado a invadir su oscuridad, cegandolo un poco, haciendo que comenzara a parpadear muchas veces, para intentar concentrarse en el sonriente rostro de su omega frente a él.

— Joaquin... Te amo.

Escuchó su risa una última vez, sintió lágrimas caer por sus mejillas.

— Te amo— lo escuchó repetir, antes que la luz lo cegara.

Delta/EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora