14. Dramas (Maratón#1)

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Capítulo catorce

Meneo mis pies descalzos de un lado a otro viendo como se mueve como todo un experto en su cocina.

—No es broma cuando me dijiste que sabes hacer de todo —apoyo mis brazos en la isla e impulso mi cuerpo hacia adelante —toda la casa está limpia, eres un buen cocinero, eres un excelente estudiante, tienes un título, trabajas y como si fuese poco defiendes a damiselas en peligro—bromeo.

Se gira a verme y alza una ceja sonriendo —¿Te sientes afortunada?

—Puede ser —me encojo de hombros.

Vuelve su atención a la cocina —Deberías, eres la única a la que le muestro la mitad de lo que soy capaz de hacer.

—¿y qué pasa con la otra mitad? ¿No soy digna de verla? —muerdo mis labios.

—Eres una niña, aún no entiendes ciertas cosas —toca mi nariz —y todavía no te las pienso mostrar, asique no me presiones o no te mostraré más cosas sobre mí.

Hago un puchero y me cruzo de brazos—que injusticia, tú si puedes saber todo de mí, pero yo no puedo saber nada de ti.

Suelta el cucharón de madera y voltea a verme, sus pies se mueven en mi dirección y apoya sus brazos en la mesa—Ahora que lo mencionas, quiero saber más cosas sobre ti.

—De mí no hay mucho que saber, soy una persona normal a diferencia de ustedes que son unos bichos raros, pero si preguntar te va a quitar algunas interrogantes, pues adelante —levanto mi mano y la dejo caer en mi pierna.

—¿Dónde está tu familia? —tenso mi cuerpo —¿De dónde vienes?

Suspiro —Si habrás investigado sabes que soy hija de uno de los Dhall, ¿no es así?

—Sí, esa familia de riquillos.

Ruedo mis ojos —Esa misma, pero yo —miro un punto fijo en el suelo de madera —yo no soy hija legítima de ellos, según mi padre a mí me encontraron cerca de su casa llorando cuando apenas tenía al rededor de dos años o menos.

—Entonces eres adoptada.

Juego con mis manos y miro sus ojos —Correcto. No tengo una familia biológica, porque se piensa que me dejaron por ahí para que me encontrarán y me criaran—llevo mis ojos a mis manos —y esto te lo digo de verdad, no te estoy mintiendo ni es algo para despistarte. Es duro de cierta manera saber que tu familia te abandono a tu propia suerte cuando ni siquiera tenías uso de razón—trago grueso sintiendo un nudo en mi garganta, mis ojos se llenan de lágrimas y volteo en otra dirección, limpio con el dorso de mis manos mi rostro—pero eso es historia vieja, ahora los tengo a ellos y estoy feliz.

—Solo te pregunté una cosa y ya estás llorando, no sé porque algo me dice que tu vida está llena de drama.

Achico mis ojos —no todo es drama, solo que tú preguntaste por algo sensible.

Un aullido estruendoso se escucha cerca de la casa y ambos nos miramos fijamente, Len corre a la puerta y la cierra, apaga las luces y me jala del brazo izquierdo debajo de la mesa —No digas ni una sola palabra —susurra mientras tiene una de sus manos en mi boca.

Me suelta y él se acomoda boca abajo en el piso, hago lo mismo y con la luz de la luna puedo ver el inmenso lobo gris olfateando el lugar entero—¿Cómo es posible que existan lobos de ese tamaño?

El lobo gira en nuestra dirección y Len tapa mi boca —Te dije que hicieses silencio—volvemos a ver hacia afuera y este nos encuentra con la mirada, gruñe fuerte y se aleja de la casa considerablemente —En fin, tendré que ir por tu culpa. Quedate aquí—sale de la mesa y camina hasta la entrada —¿Qué hay perro? ¿Todo bien? —señala el lugar —porque yo te veo fuera de tus límites.

La Chica Dhall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora