Capítulo treinta y seis
Despierto por un ruido de sartén en la cocina y rápido siento un vacío en mi bajo abdomen, me quito las sábanas de encima y salgo de la cama a tropezones, pero mis piernas flaquean y vuelvo a sentarme.
Me duele.
Eso no es lo que parecía anoche.
Cállate, por favor.
Mis ojos ven las sábanas negras y con curiosidad busco rastro de lo que paso, pero no encuentro ni siquiera el olor a sangre. Supongo que solo se esfumó.
Mis ojos van a la mesita de noche y tomo el vaso de agua entre mis manos junto a la pastilla.
“Tómame”
Sonrío al ver la nota adjunta y me tomo la pastilla. Alguien ya pensó en todo cuando se levantó. Dejo el vaso en su lugar y sintiéndome liviana como una pluma salgo del cuarto, mis pies van al baño y cierro la puerta con pestillo detrás mío al entrar, me coloco frente al espejo y observo mi rejuvenecido estado, es como si hubiese cogido color y me haya quitado años de encima. Acomodo un poco mi cabello antes de salir y entonces es cuando las veo.
L.G.
¡Sus iniciales están plasmadas en mi cuello!
TENGO LAS INICIALES DE LEN EN MI CUELLO.
Eso significa... ¿Tengo un vínculo con él?
La puerta es tocada —¿Zuani? ¿Estás bien? —la voz de Lorena me desconcentra y llevo una de mis manos a la frente.
¿Ahora que hago? ¿Cómo le cuento esto?
Primero contestale o entrará por la fuerza.
Observo mi reflejo nuevamente en el espejo y decido hablar —Sí, lo estoy, Lorena —juego con mis manos sin saber que decir —¿podrías esperarme abajo? Es que estoy... Ya sabes.
Genial, Zuani, no se te ocurre otra cosa que no sea eso.
—Vale, no hay problema, te espero para desayunar y dar un paseo —sus pasos empiezan a ir en dirección al primer piso y doy un largo suspiro viendo los gabinetes.
En estos tiene que haber algo, aunque sea una curita que me tape o maquillaje de las lagartas. Busco sin tener éxito alguno y decido sentarme en el vater frustrada. A mí quien me mandó a hacer cosas que no debía, ahora tengo un problema mayor, si Lorena se da cuenta le va a informar a todos y seré mujer frita por mi familia. Jalo los pocos pelos que me quedan y un ligero sonido en la puerta me alerta, tapo con la mano izquierda mi cuello y junto mis cejas al ver el dueño de las iniciales en mí.
Bruto ese.
Tapa mi boca y me empuja hacia adentro con fuerza, cierra la puerta con cuidado y coloca el pestillo de seguridad, con su mano libre me hace un gesto para que guarde silencio y poco a poco quita su otra mano de mi boca, alzo una de mis cejas y cruzo mis brazos señalando mi hermoso cuello con un tatuaje permanente en el.
Sonríe de lado a lado y me acerca a su cuerpo, deposita un beso sobre mi mejilla y acto seguido muerde su labio inferior —Buenos días, chica bonita.
Achico mis ojos —¿cómo que buenos días? ¡¿Qué es esto?!
Me voltea hacia el espejo y posa su cabeza en mi hombro justo al lado de su marca —lo que dice que eres mía, mi novia.
Mi cara automáticamente se prende y desvío la mirada a la bañera —yo no soy tuya —hago un puchero con mis labios.
—¿ah no? —muerde levemente mi oreja —eso no era lo que me decías anoche en la segunda ronda.
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La Chica Dhall ©
WerewolfEn mis cortos años de vida he aprendido que: uno, soy una chica normal que cada día se convierte más en una persona vieja; dos, vengo de una familia muy peculiar para los demás humanos y, por último, no sé que me espera en el futuro. Tres cosas que...