38. Celos

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Capítulo treinta y ocho

Mira que he visto fiestas tranquilas, normales, formales, informales, aburridas, escolares... Todo tipo de fiestas, pero esta en la que estoy es otro nivel de locura total.

Sonrío.

Y yo que pensé que sería algo tranquilo, sin llamar la atención, platicando sobre la vida antes de ir a la batalla, pero estaba muy equivocada.

Acomodo el top negro que me dio Lorena cuando veo a un grupo de chicos mirarme sin quitar la mirada, y he aquí otro problema para nuestro plan.

Hay humanos, y esto lo digo tan tranquilamente como si yo no fuese una.

Sabes que no eres normal, no eres una humana corriente al igual que ellos.

Muerdo mis labios incomoda ante la situación que estoy pasando y mi prima por fin decide dejar la botella de cerveza a un lado y prestar atención en mí —¿qué está mal?

—No me gusta esta situación —me acomodo de tal manera en la silla para que pueda oírme mejor, ya que la música retumba por todo el lugar — no me gusta ni un pelo.

—No estés nerviosa —ella posa una mano sobre mi hombro —solo te miran por lo guapa que estás —hace un gesto de desinterés con la mano y vuelve a tomar la botella.

Suspiro y niego viéndola, acomodo el top una vez más y meto un mechón de cabello detrás de mi oreja. De cierta forma yo también tengo parte de la culpa con lo que está pasando, ¿cómo permití que ella escogiera mi ropa?

Las luces led hacen que mis ojos se esfuercen por ver entre la multitud y a lo lejos veo esos ojos que tanto me traen boba, tiene una postura de desinterés en el sillón mientras que en una de sus manos agarra una botella de whisky, a su lado yacen dos chicas con vestidos diminutos que a duras penas dejan cubrir sus delanteras y cierro los ojos cuando una de estas posa sus manos en el pecho de él.

Tranquila, Zuani, no hagas nada deo que te pueda dejar en evidencia.

A mi lado pasa uno de los chicos que no me quitaba la mirada de encima y le quito el trago de las manos —disculpa, necesito esto —me tiro de una el trago haciendo que queme mi garganta al pasar —gracias —le devuelvo el vaso vacío y me giro hacia Lorena quien me mira sorprendida.

—Bajale a tu revolución.

—No me pidas eso, intento olvidarme de lo que acabo de ver, de lo contrario juro que esas locas terminaran muertas en un callejón.

—No entiendo, ¿de qué me hablas?

—A tus doce en punto —digo y disimuladamente observo a Len de reojo, pero mi disimulo se va al carrizo cuando lo veo sonriendo con las dos lagartas que no dejan de tocarlo.

¡Ahhhhhhh¡

¿Tú también quieres matarlas?

Vamos, después de todo yo soy tú y tú eres yo.

Bajo de la silla y con paso decidido me mezclo entre la gente para llegar a ellos. Un momento. Me detengo en seco, ¿por qué él si puede estar con dos chicas, pero yo no puedo divertirme?

El mismo chico al que antes le quite el trago viene en mi dirección distraído y finjo estar atascada sin saber a donde ir, choco de frente con él y el contenido de su vaso queda justo en el top.

Genial.

—Disculpa, no te vi —levanto mis cejas irónica y ruedo mis ojos.

—Tus disculpas no resolverán el hecho de que este empapada en alcohol —habló prácticamente gritando y le doy una mirada rápida al pelirrojo cuando siento sus ojos clavarse en mí —al menos se agradecido y regalame tu camisa.

La Chica Dhall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora