Capítulo cuarenta y cinco
—Detente —su voz suave se mezcla con el silencio y la brisa hace que los árboles se muevan de un lado a otro.
Bajo mi pie al suelo y giro lentamente para confrontarlo cuál niña sin saber que decir o que hacer. Mi corazón empieza a sentirse nervioso y junto mis cejas ante la pequeña angustia en mi pecho —¿estás?... —bajo la mirada —¿estás bien?
Con paso lento lo escucho acercarse a mí y mis ojos ven como sus pies se posan delante mío, una de sus manos va a mi mejilla y mi cuerpo se eriza por completo ante su tacto.
¿QUÉ MIERDA ME PASA?
¿POR QUÉ REACCIONO ASÍ?
Su mano levanta mi rostro hacia el suyo —que lindos colmillos —su pulgar pasa por mi labio superior hasta llegar a tocarlos, —y que lindos ojos rojos tienes —sonríe y mi cara toma el color intenso de un tomate maduro. Me zafo de su agarre y giro para calmar el palpitar de mi corazón que taladra mis oídos una y otra vez. Sacudo mi cabeza y trago grueso sintiendo su respiración en mi cuello —tranquila, tomate tu tiempo para asimilarlo —sopla aire caliente en mi oído y mi cuerpo por si solo se pone en una posición recta, me giro y dejo que una de mis manos golpeen su brazo dejándolo en el suelo sentado.
—Lo siento, lo siento —me apresuro a decir y lo jalo de su camisa con una fuerza brutal que me hace caer con él de espaldas —¿qué es esto? Pero si a penas te toque.
—Se llama, fuerza sobrenatural.
Dejo salir una sonrisa seca —¿fuerza sobrenatural? Venga ya, ni que fuera una loba o un vampiro.
Len mira en otra dirección y se levanta de encima de mí, me da la mano para levantarme y la tomo —parece que no te has dado cuenta de la película —me estrella a propósito contra él —¿o es que te pongo tan nerviosa que no te has dado cuenta de lo que le está pasando a tu cuerpo? —niega y retrocede —tus ojos están rojos, tienes colmillos, fuerza que no puedes controlar, además... —él empieza a correr al rededor de mí y no despego ni un segundo sus ojos de los míos —si puedes verme, aun corriendo en esta velocidad, es porque puedes hacerlo igual que yo —se detiene justo al frente e intenta atacarme, pero esquivo su golpe —eso deberías haberlo recibido si fueses una humana cualquiera, ahora une las piezas y dime que eres.
—Es imposible que sea un vampiro y eso tú y yo lo sabemos bien.
Se encoje de hombros —no es obligación mía hacértelo creer o no, mi obligación era protegerte y ya lo hice —observa a Laia a un costado suyo —tal vez fue un mitad y mitad —cruza sus brazos viendo los próximos movimientos que haré.
Lo que me recuerda —¿De qué hablaban Laia y tú antes de que ella se lanzará contigo por... — cuestiono y señalo el acantilado —ya sabes...
Suspira y se da media vuelta para empezar a caminar en contra —son cosas que no necesitas saber, Zuani.
Corro detrás de él y me sorprende lo rápido que lo tengo acorralado contra un árbol.
Es más que obvio que eres un vampiro.
¿Hola?
Hola preciosa, ¿qué tal la noche? ¿todo bien? ¡Pues no!, exigele a nuestra otra mitad qué hizo con esa escoria de allá atrás.
Entonces es cierto... Soy inmortal, soy un vampiro.
No mira, somos lobas... Pues claro que somos vampiras.
Pero, ¿por qué aún escucho mi corazón palpitar?
Estás recién convertida, tomate tu tiempo, pronto dejarás de escucharlo.
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La Chica Dhall ©
WerewolfEn mis cortos años de vida he aprendido que: uno, soy una chica normal que cada día se convierte más en una persona vieja; dos, vengo de una familia muy peculiar para los demás humanos y, por último, no sé que me espera en el futuro. Tres cosas que...