Capítulo treinta
—Solo lo haré si Len no interfiere —se cruza de brazos.
Volteo a ver al pelirrojo quien alza una ceja sin una pizca de humor —No.
Laia levanta sus manos y niega irónica —Precisamente lo que pensé —me da la espalda —no tengo nada más que hacer aquí.
—No. Si que tienes —pateo su espalda haciendo que esta caiga de lleno al piso de madera con un sonido ensordecedor —¿esto es suficiente?
Te estás metiendo en problemas a posta, no hagas nada raro, de lo contrario empezarán a sospechar de ti.
La vieja de un brinco está nuevamente de pie y con sus ojos rojos a más no poder, mueve su cuello de un lado a otro y deja salir sus garras —Me las vas a pagar, mocosa.
Un calor intenso me recorre la espalda y siento mi corazón bombear sangre rápido, los instintos de lucha florecen en mi interior y pongo mi cuerpo en posición de ataque. Es la primera vez que voy a tener un combate cuerpo a cuerpo con un vampiro que no es mi hermano Yannick, y la verdad, sé siente muy bien la adrenalina corriendo por mis venas.
Sonrío cínica —Mocosa la que te parió —digo sin titubear.
—Me hartaste —agarra mi cabello con fuerza y me lanza fuera del cuarto, estabilizo el cuerpo rápidamente y examino cual será su próximo movimiento, giro brevemente la cabeza hacia las escaleras y retrocedo hasta estar cerca del borde.
Necesito, al menos, tirarla para tener más ventaja.
Tiro a correr hacia ella y me agarra de la camisa de Len, me levanta todo lo que puede cual muñeca de trapo con ambas manos y enredo mis pies sobre su cuello, utilizo su peso para desestabilizar su equilibrio y la hago dar la vuelta, Laia entierra sus uñas en mi piel al estar sin mucho aire y siento ese típico hormigueo cuando tu cuerpo cae al vacío, cubro mi cabeza contra los escalones y caigo encima de ella al estar abajo por completo, me separo bruscamente, pero la vieja es más rápida y me agarra de la pierna haciéndome heridas profundas, me jala hacia su cuerpo aún en el piso y grito de dolor cuando siento sus uñas atravesar mis nervios, muevo mi mano sola y le suelto un guantazo en el pecho que la hace quejarse, estiro mi pierna libre y cuando creí que la situación cambiaría a mi favor, el pelirrojo, saca la mano de Laia de mi pierna y me separa de ella colocandome detrás de él, su mano atrapa el cuello de ella y lentamente la levanta del piso, sus pies abandonan la madera y Grayson ladea su cabeza enojado.
—Parece que estás de suerte con la muerte —la aprieta con más fuerza —Dame una razón para no matarte.
—Porque yo la necesito —dice Abigail y Len suelta una risa sarcástica.
—Me importa una mierda si la necesitas o no.
Laia aferra sus dedos a la mano de él —Soy la única que te puede decir quién mató a Alexander —este tensa su mandíbula y la deja caer al suelo, pasa una de las manos por su cabello y se detiene a mi lado.
—Quiero que salgas y expliques lo que está pasando, si te preguntan por mí diles que estoy ocupado —observa la sangre casi fresca corriendo por mi pierna y se agacha para revisar la herida, levanta la mirada —¿te duele?
Muerdo mis labios y asiento sin dudar —sí, duele, y mucho ahora que lo pienso.
Suspira y me toma en brazos, sube las escaleras en silencio y el camino por el pasillo se me hace el más eterno con su mirada celeste fría.
Está enojado, puedo sentirlo.
Entra y cierra la puerta de una patada, va hasta la cama y me deposita sobre esta, gira dándome la espalda y posa sus brazos en forma de jarra —dime donde aprendiste esos movimientos.
Abro y cierro mi boca, ¿ahora que le digo? Debí hacerle caso a mi mente cuando me advirtió de esto.
Miro lo dedos de mis manos nerviosa —no lo sé, solo sé que sentí una adrenali...
—No me mientas —gira y me enfoca con esos ojos celestes —una de las cosas que más odio en esta vida son las mentiras.
Siento un balde de agua fría caer en mi espalda y sacudo la cabeza entrando nuevamente en la realidad. Solo tengo que mentirle y ya, solo tengo que cumplir con mi misión, él no me importa, Len no es nadie, mi pelirrojo...
Aprieto mi mandíbula. Él no me puede importar de manera sentimental, no puede hacerlo, de lo contrario yo me estaría enamorando de mi enemigo y eso, eso no puede ser.
Creo que es muy tarde para que digas que no te importa y un tip para salir de esta es hacerte la ofendida, siempre funciona.
Entiendo... Drama activado.
Aprieto mi mandíbula y me levanto de la cama cojeando, Len junta sus cejas y cuando trata de ayudarme bofeteo su mano —no quiero tu ayuda —hablo neutra y llego a la puerta, su cuerpo impide más mi paso y retrocedo —quítate de mi camino.
—No, no quiero.
Me cruzo de brazos y sonrío irónica —Primero me tachas de mentirosa y ahora no me dejas irme, esto es el colmo.
—No desvíes la conversación —se pega a mi cuerpo y sube su dedo índice acusatorio —sé perfectamente lo que tratas de hacer —alzo una ceja y lo empujo fuera de la puerta, la abro y salgo presionando mi pierna herida para que de esta salga mucha más sangre —Zuani —advierte —Zuani, ¿a dónde vas? —me toma del brazo en plena escalera.
—A donde no pueda verte —levanto la voz —me parece impresionante que yo te quiera defender, te quiera ayudar, te quiera por encima de esas víboras y aún así —extiendo mis brazos soltandome de su agarre —dejas que me golpeen hasta tal punto de amenazarme una de ellas con matarme en tu cara y no hayas hecho nada, luego me subes al maldito cuarto y, ¿para qué? —hablo con sarcasmo —para tirarme todo el marrón a mí. Sabes algo —lo tomo con fuerza de su camisa —paso de estar en esta mierda, yo me piro de aquí.
Lo suelto y termino de bajar las escaleras, el bullicio de afuera se escucha desde la sala de estar y antes de abrir la puerta que da al exterior él posa su brazo en esta. Tiro de la cabeza hacia arriba y veo sus ojos celestes —No lo hagas, no puedo protegerte al cien por cien ahí fuera.
—Haber pensado antes —juego con mis pies y doy un gran suspiro — además, ya me buscan para matarme un gran grupo de criaturas, si me matan aquí les ahorraría el problema —susurro.
Sus manos me dan la vuelta y mete mi cabello detrás de la oreja —Vale, entiendo que estés enojada —niego y le quito la mirada.
—No, no lo entiendes. Len, todo esto para mí es nuevo.
—Al menos solo déjame curarte y prometo que luego de eso te dejaré sola por un tiempo y si quieres después te dejaré ir.
Muerdo mi labio inferior y agarro uno de mis brazos —¿En serio?
Asiente —Sí, —dice tocando mi mejilla, en la sala se instala un silencio abrumador y subo la vista a sus ojos —No, —cambia de opinión —no, claro que no te dejaré ir — y estampa sus labios con los míos en un delicioso y húmedo beso.
Supongo que me salió bien la jugada.
Pero no siempre será así...
...
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La Chica Dhall ©
Manusia SerigalaEn mis cortos años de vida he aprendido que: uno, soy una chica normal que cada día se convierte más en una persona vieja; dos, vengo de una familia muy peculiar para los demás humanos y, por último, no sé que me espera en el futuro. Tres cosas que...