26. Sonrisa Suprimida

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Capítulo veintiséis

Pov Zuani

Subo la ropa interior por mis piernas y llevo uno de mis brazos libres a mis pechos para tapar mis limoncitos, busco algo con que cubrirme y mis ojos dan con su camisa negra en el suelo, corro a buscarla y me la pongo lo más rápido que puedo, hago un moño alto en mi cabeza y finalmente decido enfrentarlo con la mirada.

Aún no puedo creer lo que hice.

Dejo salir un suspiro y jorobo mi espalda, pongo las manos en la cintura y rasco mi nariz sin saber que decir o que hablar. Desvío mis ojos traviesos a su abdomen y bajo hasta la sabana de lino tapando lo justo a su amigo al aire libre, muerdo mis labios sin pensarlo y veo de reojo la reacción de excéntrico que pinta su rostro.

Sacudo la cabeza y me giro.

¿QUÉ TE ESTÁ PASANDO ZUANI?

Palmeo mis mejillas y escucho su sonrisa llenar el cuarto, alzo una de mis cejas y corro a la cama, me tiro encima de su cuerpo y empiezo a repartir golpes por su pecho y hombros —No te rías, no es gracioso —Len hace el vago intento por fingir dolor y cubrirse con las manos.

—Auch. Duele, duele —abre uno de sus ojos mientras mantiene su bonita sonrisa moja bragas, me detengo de mi demoledora golpiza y sus brazos me rodean tirándome a un lado de él —para ser una chica linda y frágil pegas duro —le doy una sonrisa de oreja a oreja mostrándole mis dientes y pica mi nariz —hay que entrar al baño.

Dice y tiro mi cara hacia atrás, miro de un lado a otro y finalmente decido verlo—No voy a entrar contigo —suelto de la nada y contengo las ganas de reír en mi interior. Me suelta y estira sus brazos hacia arriba sobre la cama, observa el techo y sopla un mechón de cabello cobrizo cayendo por su frente. No me digas que el quería... —¿quieres entrar conmigo?

Gira su rostro en mi dirección y pestañea un par de veces —¿puedo?

Salgo de la cama de un brinco —No—niego con mis manos extendidas —no puedes.

Trae su cuerpo hasta el borde y enrolla las sábanas sobre sus caderas —al menos déjame acompañarte a la puerta —se coloca de pie y camina hacia mí con una pose de superioridad.

Retrocedo hasta chocar con la puerta —Len—advierto y él sin tomarme importancia me acorrala.

—¿Len qué? —esconde su cara en mi cuello y deja un beso húmedo cerca de la mordida que me dio cuando estábamos en nuestras cosas.

Cruzo los dedos de mis pies ante esa electricidad corriendo por mi espalda cada vez que toca esa zona y me escabullo por debajo de uno de sus brazos quedando detrás de él, miro atentamente su espalda con arañazos largos y me acerco a tocar las heridas.

¿Eso lo hice yo?

No lo creo.

¿Me emocione tanto así?

—¿Te duele? —ladea su cabeza un poco y me ve de reojo.

—Dolerme como tal, no; pero si arde ahora que se ha pasado la adrenalina —abre la puerta y se hace a un lado —vamos, anda a tomar una ducha.

—¿Donde está el baño?

—Dos puertas más a la derecha —señala la puerta blanca en el pasillo y me cruzo de brazos.

—Que no era qué está casa es anónima —hago comillas con mis dedos.

Se recuesta del marco de la puerta —Y lo es, no estoy mintiendo, mate al dueño —se encoge de hombros.

La Chica Dhall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora