Capítulo cuarenta y nueve
—¿Len? —susurro sintiendo como mi corazón empieza a doler poco a poco.
Él retrocede dos pasos chocando conmigo y gira su cabeza hacia un lado de su hombro, sus ojos rojos cambian drásticamente a negros y sus labios se curvan ligeramente hacia arriba.
Te quiero.
Su voz se escucha como un eco en mi cabeza y lentamente veo como cae al suelo con una daga de plata clavada en su pecho.
Mi corazón deja de latir al instante que su cuerpo da un largo suspiro y poco a poco empieza a cerrar los ojos.
No.
No... No...
No, no, no...
Esto no puede estar pasando.
Me tiro a su lado y lo atraigo a mi cuerpo con cuidado, veo la daga y vuelvo a sus ojos negros que lucen apagados. Mis labios empiezan a temblar por la presión que siente mi corazón y las lágrimas empiezan a correr como gotas de lluvia por mis mejillas.
Levanto la mirada aún viendo como la estúpida de Laia sonríe victoriosa con lo que ha hecho y mi rostro se dirige a Yannick expectante a la situación —¡¿QUÉ ESPERAS PARA MATARLA O ES QUÉ TE TENGO QUE ENSEÑAR CÓMO MATAR A ALGUIEN?!
Mi hermano parece reaccionar con mis gritos y de un solo movimiento la aprisiona contra un árbol, sus garras entran como cuchillos en su pecho y jala fuerte hacia afuera trayendo consigo el corazón de la estúpida loca.
Esta cae a la tierra sin vida y Yannick tira a un costado lo que le arrancó —eso es por meterte con los Dhall.
Zuani, Hert ya no me contesta... Ellos... Ellos están muriendo.
No me digas eso, ellos... ¡Ninguno puede morir!
Palmeo su rostro con desesperación para que no cierre sus ojos y poco a poco su respiración va siendo más leve —Len, pelirrojo, mi amor, Len no me dejes —sorbo mi nariz y en cuestión de segundos varios lobos llegan a la escena, observo con temor a mi padre quien corre hacia mí y examina su herida, —papá... —habló y él levanta sus ojos azules hacia mí, hace señas con sus dedos para que dos lobos se acerquen.
—Aún hay manera de salvarlo, pero debe ser rápido o morirá —lo carga en peso —sube con tu abuelo, yo lo llevaré corriendo con la bruja de la manda para que ella pueda hacer algo.
Me levanto y rápidamente me monto en el lomo de Yoshua, el lobo de mi abuelo. Mi padre me da una última mirada reconfortante antes de empezar a correr bosque adentro y Yoshua imita su acto.
Mis lágrimas no pueden evitar salir ante la desesperación que hay en mi pecho, pero sobre todo el miedo. El miedo a perder lo que tanto anhele una vez, lo que tanto busque, y, saber que ahora eso que tú tanto quieres está entre la vida y la muerte es algo que me rompe por dentro.
Me duele, me duele mucho.
Doy un suspiro tratando de contenerme y pego mi rostro al suave pelaje de Yoshua, lo rodeo con mis brazos y muerdo mis labios con fuerza.
Cierro mis ojos dejándome llevar por la brisa fría que pega en mi cara y los recuerdos de nosotros dos empiezan a llegar a mi mente.
La primera vez que lo vi, la primera vez que me habló, esas miradas en la universidad, la vez que estuve en su casa, cuando me busco bajo la lluvia, la vez que me llevó lejos de Neal porque no quería estar con ella, su guarida secreta, su auto, cuando me defendió de Alexander, sus explicaciones, él cocinando, cuando lucho con Elián y luego me rescato como todo un príncipe brindándome su camisa, la casa robada, él intentando curarme, defendiendome de las víboras, haciendo bromas, reclamandome y defendiendome ante los demás... Su sonrisa, sus ojos, sus abrazos, sus besos... Su marca, nuestros momentos.
Sonrío dejando caer mis lágrimas. Desde que lo encontré todo ha sido una aventura, y no quiero que acabe de esta manera.
Mi cabeza empieza a doler a mares y la fuerza de mis brazos y pies se van debilitando.
“Te quiero”
Yo también te quiero, pero no me dejes sola, no me dejes aquí, si te vas llévame contigo, porque no querreré a nadie más que no seas tú.
El gran lobo negro se detiene frente a una casucha vieja de madera y de esta veo salir a mi padre con la mirada perdida, alza su vista a mis ojos y rápidamente me bajo hasta llegar a él —¿cómo está? ¿Qué te dijo? ¿Qué le están haciendo? ¡HÁBLAME PAPÁ!
Niega —la bruja está haciendo lo que puede, no me dijo nada más, solo que saliera.
—Entraré a verlo —intento pasar por su lado y sus brazos me detienen —déjame ir, quiero verlo, quiero ver que está bien —mi voz se quiebra poco a poco —yo...
Él me toma de los hombros y se agacha a mi altura —Zuani, escúchame, —sus ojos azules me ven fijamente —no sé qué debes estar sintiendo en este momento, porque no he pasado por una situación así, pero cálmate y confía en que se hará todo lo posible para que él esté contigo otra vez, ¿de acuerdo?
Muerdo mis labios de la manera más fuerte que puedo hacerlo haciendo que por estos corra sangre —estoy calmada —niego viendo un punto fijo en la tierra —me estoy aguantando todo en mi interior, pero justo ahora —lo observo —siento como si mi corazón lo agarraran para hacerlo papilla al mismo tiempo que quema y arde, y mucho —doy una sonrisa ladina y me giro a un costado para limpiar mis ojos rojos de tanto llorar.
—Tienes que dejarlo salir —mi abuelo toca mi hombro —si hay algo que me enseñó tu abuela, Sara; si hay algo que me enseñó tu padre, Amir; si hay algo que me enseñaron ustedes cuando estaban sumamente chicos, es que cuando te golpeas tienes que llorar para después encontrarte mejor, de lo contrario, te iras hundiendo cada vez más en tu propio dolor.
Volteo viendo sus ojos verdes reconfortantes, alzo la mirada al cielo y camino con los brazos en mi cintura hasta quedar al frente de mi padre, el rechinido de la puerta llama la atención de todos y por esta sale la bruja de la manda con los ojos puestos en mí.
—Murió.
...
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La Chica Dhall ©
WerewolfEn mis cortos años de vida he aprendido que: uno, soy una chica normal que cada día se convierte más en una persona vieja; dos, vengo de una familia muy peculiar para los demás humanos y, por último, no sé que me espera en el futuro. Tres cosas que...